Víctor Salmerón
Los días en que el Socialismo del Siglo XXI generaba expectativas de un futuro promisorio han quedado atrás y en su lugar surge un tiempo de hombres y mujeres atemorizados por la escalada de los precios, el desabastecimiento, el hundimiento de la moneda y el descalabro de la producción. Desde 2014 la economía venezolana sufre tres espasmos simultáneos: elevada inflación, escasez y recesión, una combinación letal para la calidad de vida.
Efraín Velásquez, presidente del Consejo Nacional de Economía, considera que el país padece “un desbalance macroeconómico donde la demanda crece más rápido que la oferta”. Explica que la demanda recibe el impulso del gasto del Gobierno, financiado en parte por el Banco Central, mientras que la oferta languidece porque la porción de dólares en efectivo de las reservas internacionales son muy bajas y por tanto no hay suficientes divisas para importar las materias primas e insumos que necesitan las empresas. La consecuencia es desabastecimiento, inflación y plantas paralizadas.
El estancamiento de la oferta también obedece a las empresas expropiadas por el Gobierno que hoy producen menos; al control de cambio, que se traduce en la asignación ineficiente de divisas y a la regulación de precios, que en algunos sectores no permite obtener rentabilidad y desalienta la inversión para ampliar la capacidad de producción.
Mientras el valor del petróleo desafió la ley de la gravedad el chorro de divisas proveniente del oro negro permitió solapar estos inconvenientes con un colosal aumento de las importaciones, pero cuando en 2013 el barril se estabilizó en 99 dólares el crecimiento se desaceleró notablemente y el PIB, que había registrado un alza de 5,6% en 2012, solo avanzó 1,3%. Posteriormente, en los dos primeros trimestres de 2014, comenzó la recesión que luego se profundizó con el declive del precio del petróleo hasta un promedio de 47 dólares en 2015.
A diferencia de otros países petroleros Venezuela prácticamente no ahorró durante el tiempo de los elevados precios del barril, de hecho, el Fondo de Estabilización Macroeconómica (FEM), una alcancía destinada a almacenar recursos para tiempos difíciles, solo cuenta con tres millones de dólares. El grueso de los petrodólares fluyó hacia una madeja de fondos destinados al gasto como el Fondo Nacional para el Desarrollo Nacional (Fonden), administrado de una manera muy poco transparente, al punto que se desconoce cuántas divisas posee en este momento.
Para regresar a la senda del crecimiento y acabar con la fiebre inflacionaria es necesario un ajuste, es decir, un conjunto de medidas para recuperar el equilibrio y evitar males mayores como una recesión más profunda, menos abastecimiento e hiperinflación.
¿Qué ha hecho Maduro?
La respuesta del Gobierno ha consistido en recortar drásticamente las importaciones a fin de obligar al país a vivir con menos dólares, generando escasez y asfixiando al sector privado por la falta de materias primas e insumos. De acuerdo con Ecoanalítica, a través de los mecanismos oficiales que ofertan divisas a las tasas de 6,30, 12 y 200 bolívares la porción de la economía que no pertenece al Estado recibió en los primeros siete meses de este año un promedio diario de 50 millones de dólares, magnitud que se traduce en un descenso de 61% respecto al mismo lapso de 2014.
La administración de Nicolás Maduro no puede cubrir sus gastos con el ingreso proveniente del petróleo y la recaudación de impuestos, pero con billetes que fabrica el Banco Central aumenta salarios, pensiones y mantiene el subsidio en el precio de la gasolina y las tarifas de los servicios públicos. El inconveniente es que cuando este dinero recién creado ingresa a la economía más bolívares persiguen una misma cantidad de productos y los precios escalan.
El Banco Central de Venezuela oculta las cifras de inflación lo que ha llevado a entidades financieras a elaborar sistemas propios de medición. El Bank of America creó un modelo para calcular el incremento de los precios, tomando en cuenta datos como los agregados monetarios, la recaudación de impuestos, los depósitos y préstamos en la banca, la cantidad de monedas en circulación y el tipo de cambio del mercado paralelo.
El modelo indica que entre septiembre de 2014 y septiembre de este año los precios registran un salto de 133% y para todo 2015 se proyecta una inflación de 179% que está en el rango de lo que estiman otras entidades financieras como HSBC que calcula 175,4% o JP Morgan que espera un salto de 189%.
Para colocar estas cifras en contexto es útil observar que durante 1989 y 1996, cuando los presidentes Carlos Andrés Pérez y Rafael Caldera aplicaron programas de ajustes que contaron con el respaldo del Fondo Monetario Internacional (FMI), la inflación se ubicó en 81% y 103% respectivamente. Pérez y Caldera negociaron con el FMI un conjunto de medidas que incluyeron el desmontaje del control de cambio y el control de precios y la economía comenzó a equilibrarse rápidamente: en 1990, el año siguiente al ajuste de Pérez, la inflación se desaceleró hasta 31% y en 1997, el año que siguió al ajuste de Caldera, hasta 37%.
Para contener la inflación el Gobierno no ha tomado medidas que impulsen la oferta y corrijan el desajuste en las cuentas públicas e insiste en las regulaciones. La semana pasada Nicolás Maduro anunció que el control de precios se extenderá a todos los productos de la economía.
Robert Schuettinger y Eamon Butler son los autores de un trabajo donde analizan cien casos en que gobernantes de treinta países intentan librarse de la inflación a través de los controles de precios, Forty Centuries of Wage and Price Controls: How Not to Fight Inflation. La conclusión de este premiado estudio es que si bien algunos controles de precios han tenido efecto positivo por un corto período de tiempo, en el largo plazo siempre han fracasado porque no combaten la causa real de la inflación: el incremento de la cantidad de dinero por encima de la productividad.
Ponte líquido
Economistas de distintas tendencias como Francisco Rodríguez, analista de Bank of America y Rodrigo Cabezas, exministro de Finanzas, consideran que lo primero que debe hacer el gobierno de Nicolás Maduro es salir del sistema donde el tipo de cambio oficial tiene tres precios.
El 9 de julio Rodrigo Cabezas afirmó que “en el corto plazo debemos simplificar nuestro sistema cambiario porque el actual con tres tipos de precios relativos sobre las divisas genera una distorsión sobre los costos importante y no es un buen mensaje”.
La idea detrás de esta sugerencia es colocar un solo tipo de cambio oficial a un nivel de equilibrio que, según declaró Francisco Rodríguez a Globovisión el pasado 2 de julio, se ubica en torno a 60 bolívares por dólar. De esta forma el Gobierno ya no vendería divisas a las tasas de 6,30 y 12 bolívares. Así obtendría más recursos por los dólares provenientes del petróleo, mejoraría el equilibrio de las finanzas públicas y el BCV imprimiría menos billetes para financiar gasto.
Efraín Velásquez considera que este diagnóstico no va a al fondo del problema. “Si el Gobierno hace lo que le dicen no va a resolver nada porque el tema central es un problema de liquidez de reservas. El tema central no es cuál es el tipo de cambio es qué vamos a hacer para financiar importaciones. Puedes poner el tipo de cambio a 300 bolívares pero las empresas nunca recibirán los dólares”.
Agrega que si bien es cierto que de aumentar el precio al que el Gobierno vende la mayoría de sus dólares el Banco Central imprimiría menos dinero para financiar el gasto público, la presión sobre la inflación quedaría intacta: “Al devaluar aumenta el tipo de cambio y el Gobierno recibe más bolívares por sus dólares. Estos bolívares los inyecta en la economía a través del gasto, desde el punto de vista macro es lo mismo. El problema fiscal es el nivel del gasto que en 2014 se situó en 45,9% del PIB según el informe que entregó el Ministerio de Finanzas a la Securities and Exchange Commission de Estados Unidos. La economía no soporta ese nivel de gasto, por eso estamos saturados de bolívares y lo único que hacemos es salir a comprar cosas que no conseguimos”.
Desde su punto de vista la prioridad es atacar el problema del bajo monto de las reservas internacionales líquidas, es decir, el tanque de dólares en efectivo que tiene el Banco Central para cubrir importaciones y pagos de deuda. Al cierre del 26 de octubre las reservas internacionales totales, que en su mayoría están compuestas de barras de oro, se ubicaron en 15 mil 278 millones de dólares y la porción líquida se estima en menos de 3 mil millones, una cantidad ínfima.
Efraín Velásquez propone darle liquidez a las reservas de oro, cambiar a dólares los Derechos Especiales de Giro que el país tiene en el Fondo Monetario Internacional y obtener financiamiento en el exterior, para lo cual es necesario disminuir la percepción de riesgo que existe sobre Venezuela. “La mejor manera para modificar la percepción negativa es abrir espacios en el sector petrolero y anunciar un plan creíble. Venezuela no es un país sin recursos ni en una situación insalvable desde el punto de vista financiero, Venezuela está metida en un problema de administración macroeconómica con unos individuos que no tienen estrategia y no toman decisiones”.
No se cierra a la posibilidad de que el país acuda nuevamente al FMI: “Probablemente los mercados te van a decir que antes de prestarte es conveniente que recibas el respaldo del FMI. Lo que hay que tener claro es que el FMI de ahora no tiene nada que ver con el de 1989 es mucho más flexible”.
Ante la interrogante de si es posible un ajuste expansivo indica que “la reforma fiscal ,que implica una reducción del nivel de gasto, te profundiza la recesión pero si mejora la liquidez de las reservas y puedes financiar importaciones aumenta la oferta y hay crecimiento. Si se es capaz de vender un ajuste creíble la inversión puede aumentar”.
Otro Gobierno
Humberto García Larralde, miembro de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, descarta que la administración de Nicolás Maduro pueda aplicar los correctivos que necesita la economía. “El Gobierno se está atrincherando para la guerra, busca culpables, amenaza, el apoyo que tiene se está reduciendo y cada vez depende más de la base fanática. Me parece muy difícil que traicione a su base fanatizada y les diga que va a conversar con quienes siempre ha señalado de traidores a la patria, de agentes del imperialismo. Es un Gobierno prisionero de su retórica, no tiene capacidad de maniobra”.
En su opinión, un nuevo Gobierno estaría en condiciones de unificar el tipo de cambio en un nivel de equilibrio que actualmente calcula en torno a 60-70 bolívares por dólar y tomar una serie de medidas imprescindibles: “Pretender liberar el tipo de cambio en torno a ese valor requiere una serie de ajustes que lo sostenga. Sanear las cuentas fiscales, eliminar la maquinita de imprimir billetes del BCV, sincerar los precios de bienes como la gasolina, levantar los controles y las regulaciones para liberar al aparato productivo y un entorno institucional que ofrezca garantías”.
“Además se requieren entre 20 y 30 mil millones de dólares inmediatamente. Para que el tipo de cambio se estabilice se necesitan los elementos que lo anclan y dinero. La única fuente posible de ese dinero es el FMI que ahora es un organismo mucho más flexible, que comprendió que el recetario de los noventa no es una especia de panacea”, dice Humberto García Larralde.
Explica que con el financiamiento del FMI “se acabaría la restricción de divisas y al levantar los controles el aparato productivo dejaría de estar ahogado y podría responder ante el incremento de la demanda. El aparato productivo está operando con una capacidad ociosa gigantesca y tiene capacidad para responder rápidamente. Lo otro es que al unificar el tipo de cambio el fisco recibe bolívares y entonces se pueden implementar programas sociales, transferencias para que la población vulnerable soporte el ajuste de los bienes que actualmente se importan a la tasa de 6,30 bolívares por dólar”.
El economista y profesor de la Universidad Católica Andrés Bello, Ronald Balza, señala que un aspecto importante al plantearse si es posible aplicar un ajuste expansivo es que “carecemos de información, no tenemos un presupuesto que refleje la realidad del gasto y los ingresos, no sabemos cuántos recursos hay en el Fonden o el Fondo Chino. Pero algo que es relevante es que ya se han aplicado políticas expansivas que no han impulsado el crecimiento, entonces si se toman medidas correctivas y el PIB no crece no sería por esas acciones, la caída de la producción se debería a las cosas que ya se están haciendo mal”.
“El objetivo del Gobierno no ha sido evitar la caída del PIB o abatir la inflación, sino conservar el poder y entonces las políticas van en una dirección que acentúan los desequilibrios. Una eventual medida sería reordenar el gasto público y dirigirlo a determinadas áreas”, dice Ronald Balza.
El petróleo no es mágico
Si bien es común la idea de que Venezuela puede apoyarse en el sector petrolero para realizar un ajuste expansivo que permita estabilizar la economía sin mayores impactos, la realidad es que el oro negro no está en condiciones de ofrecer una salida mágica. Ramón Espinasa, quien durante años se desempeñó como economista jefe de PDVSA, explica que “el parque refinador nacional está totalmente deteriorado y prueba de ello es que Venezuela está importando de Estados Unidos casi 100 mil barriles diarios de productos terminados. Luego está la infraestructura de producción. Mi percepción es que para recuperar las refinerías y seguir produciendo los 2,4 millones de barriles diarios que se producen actualmente se requieren inversiones por 7 mil millones de dólares”.
Una vez estabilizada la producción actual y recuperadas las refinerías la cantidad de barriles que se pueden extraer diariamente aumentaría lentamente. Ramón Espinasa precisa que históricamente Venezuela solo ha logrado aumentar su producción diaria en 150 mil barriles por año y hacerlo implica inversiones anuales por el orden de 7 mil millones de dólares. “Para subir 150 mil barriles diarios hay que invertir anualmente alrededor de 14 mil millones de dólares, unos 7 mil millones para quedarte donde estás y 7 mil adicionales para crecer gradualmente y llegar en 8-9 años a la producción de 3,6 millones de barriles diarios que teníamos en 1997. Esto tiene que ser inversión extranjera porque el Estado venezolano no genera ese ahorro, se está comiendo las reservas internacionales”.
“Esa gente que dice que en cinco años podemos aumentar la producción a 10 millones de barriles diarios simplemente no sabe de lo que está hablando. No sabe lo difícil que es materializar esa inversión”, dice Ramón Espinasa.
Todo apunta a que es inevitable un ajuste que incluya un giro drástico en la política económica. ¿Venezuela será capaz de darlo antes de sufrir una mayor pérdida de calidad de vida? Los próximos meses, que incluyen el resultado de las elecciones parlamentarias del próximo 6 de diciembre, serán clave para conocer la respuesta.
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