La
gente es un caso. Le gusta quejarse. Es un asunto casi vocacional. Digo
más, es uno de los deportes más placenteros del venezolano en estos
tiempos. No sabemos apreciar lo que tenemos. Los pequeños momentos de
gozo que nos son dados. Recuerden, lo han dicho los grandes maestros
espirituales, en los detalles está la felicidad, en lo nimio, en lo
inadvertido. El proceso revolucionario del comandante eterno nos ha
llevado a dimensiones inéditas de la alegría y no hemos sabido
valorarlas. Hemos sido ingratos.
Por
eso he decidido hacer una breve lista de 18 placeres que antes no
existían en nuestra vida y ahora, gracias a la gestión del camarada
presidente y su -siempre en rotación- gabinete de ministros, podemos
experimentar en toda su intensidad y valor.
1) Llegar
vivo al hogar. Se ha dicho hasta el cansancio: nadie sabe lo que tiene
hasta que lo pierde. Cada vez que cerramos la puerta de nuestra casa y
comprobamos que, efectivamente, no hemos sido secuestrados ni baleados,
sentimos en toda su magnitud el placer de estar vivo. Aleluya.
2) Abrir
el grifo y que salga agua. Antes era un gesto tan rutinario que no nos
causaba la más mínima emoción. Ahora, cada vez que abrimos el grifo o la
ducha y oímos el sonido del crucial líquido, uno se alegra, sonríe,
hasta le mejora el ánimo. En el fondo, sientes que es tu día de suerte.
3) Abrir el grifo y que salga agua incolora, inodora e insípida.
Ya es un estado superior de la felicidad. Es un placer más complejo,
más extraño. Pero también sucede. Su goce es indescriptible.
4) Prender
la televisión y que no haya cadena. Es un placer escaso. Hay ciertos
viernes en que ocurre. Valoras la experiencia de ver lo que realmente
quieres ver. En ocasiones hasta puedes ver el programa completo.
5) Que
si hay cadena, sea de las cortas. Tipo micro. Sucede. Aparece el
caballo blanco cruzando la pantalla, la musiquita modo fanfarria
militar, sueltas tu interjección habitual y entonces, cuando oyes la voz
del locutor en off, entiendes que es una cadena de las cortas, de las
de 5 o 10 minutos. Tu ser se llena de un alivio casi etéreo. Es un
momento hermoso.
6) Que
si hay cadena, y es de las largas, Maduro cometa un desliz verbal, un
desatino conceptual, una barrabasada, en síntesis, que meta la pata. Es
de las alegrías más abundantes. No sé por qué, pero uno se alegra.
7) Que
consigas Harina Pan o café o azúcar o papel tualé el mismo día que lo
saliste a comprar. Tiene la dimensión de un milagro. Es de los placeres
más esquivos. Cuando ocurre, sientes que –efectivamente- Dios provee.
8) Que
cuando se vaya la luz y vuelva (porque a veces vuelve), después de ese
sonido fuerte y seco del apagón, tu televisor prenda. Da contentura. Y
uno entiende cuánto quiere a su televisor.
9) Manejar
desde Bello Monte hasta Los Palos Grandes y no caer en ningún hueco. O
desde La Trinidad hasta San Bernardino. Da igual la ruta. Un día sin
caer en un hueco. Es casi un # hashtag para la felicidad.
10) Leer
la noticia de un enfrentamiento entre una banda y la policía y
descubrir que esta vez no les explotó la granada. Al menos sientes que,
por una vez, algo les salió mal a los malandros. La sonrisa es mínima,
imperceptible, pero ocurre.
11) Que
en la búsqueda desesperada de un remedio por las redes sociales lluevan
los RT´s y de paso alguien aparezca anunciando que tiene dos cajitas
del medicamento. Sientes que el prójimo es perfecto. Que la solidaridad
es una fuerza poderosa. Vuelves a creer en la humanidad.
12) Cuando consigues el kilo de arroz a 400 Bs y no a 500 Bs. Dices JA! Lo sabes: le ganaste una al bachaquero de Artigas.
13) Conseguir
un amigo que tiene un primo que trabaja en la Duncan. Uno hasta puede
dar brinquitos. Se recomienda administrar la alegría.
14) Que
vayas en el carro y pase a tu lado el entierro de un malandro,
escoltado por cien motorizados, y que nada te pase. Es como para
convertir en franciscano al más ateo.
15) Cada
vez que Ramos Allup le replica a Diosdado Cabello en una sesión de la
Asamblea Nacional y las cámaras transmiten el momento. Es el Nirvana.
16) Estás
en el exterior, pagas un almuerzo con tu cupo viajero y te pasa la
tarjeta de crédito. Nunca da tanta alegría gastar dinero. Ojo, no
sabemos si eso volverá a ocurrir en el futuro. Disfrútalo mientras
puedas.
17) Cuando,
a la llegada al aeropuerto de Maiquetía, estás en la correa de equipaje
esperando tus maletas y ¡aparecen sanas, salvas y cerradas! Hay gente
que hasta se abraza.
18) Listémoslo de nuevo: el inesperado éxtasis de llegar vivo a tu casa. Ufff.
Son 18 pequeñas alegrías que sólo se viven en revolución. No seamos malagradecidos.
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