El País
Pedro Mario Burelli
Explicar
a extranjeros - y a muchos venezolanos- lo complejo de la crisis
venezolana siempre ha sido un reto. Además de elementos recientes y
perversos, la crisis tiene, por supuesto, causas y explicaciones
históricas. La crisis es sistémica en el sentido que abarca y disloca de
forma inexorable a toda una sociedad. Es dramática por el sufrimiento
inenarrable que padecen quienes viven en Venezuela y también quienes se
han visto forzados a emigrar en búsqueda de nuevas oportunidades o como
forma de evadir la violencia endémica y la represión de un Estado con
crecientes visos criminales. En sus fauces han caído también centenares
de inversores y empresas extranjeras que una vez tuvieron gran éxito y
fe en el país.
Intentando
simplificar la explicación, y sobretodo explicar por dónde y hacia
dónde vamos, comencé a utilizar en el 2009 la metáfora del país como un
gran bus rojo; muy grande, mal pintado de rojo-revolución, con 28
millones y tanto de almas a bordo, con todo tipo de desperfectos
mecánicos y un sinfín de malos hábitos y prácticas a bordo.
Este
bus estuvo conducido hasta hace poco por un carismático chofer;
ensimismado y ebrio de poder. Fue sustituido a su muerte por un inculto
hombre cuya profesión no podría haber sido otra que la de chofer de bus.
Trágico y destructivo traspaso de mando que validó y reforzó la
metáfora.
El
resultado de tal cúmulo de mala circunstancias no puede ser otra que
terminar como amasijo de metal y víctimas en el fondo del abismo. Fondo
que no terminamos de tocar a pesar de todas las proyecciones. Pasajeros y
espectadores comparten una gran y definitiva incógnita: ¿qué tan
profundo puede ser este barranco? Si unos u otros lo supiéramos,
podríamos predecir el momento preciso del impacto y las consecuencias
finales de esta agotadora crisis.
Le
he pedido a Roberto Weil, gran artista y caricaturista venezolano,
exiliado como consecuencia de la censura que hoy impera en Venezuela,
ayuda para plasmar esta fatal metáfora en una imagen. Aquí el resultado.
El conductor que pisotea la Constitución que fue obra magna de su
predecesor, los militares que han sido una suerte de cómplices bajo lo
que se denomina unión cívico-militar, la corrupción, el narcotráfico, la
represión, la violencia, la resistencia de unos pasajeros que no
abandonan la ruta democrática, las colas que definen hoy el diario
vivir, las muertes por falta de medicamentos y cómo omitir la tortura y
las mazmorras. No podía faltar PDVSA, la empresa que permitió financiar
lo bueno y lo malo ayer y hasta hace poco; en fin un mosaico que hoy
brindamos a modo de explicación y sobretodo a modo de alerta. No basta
con cambiar el chofer de este bus, hay que entender porque es que
terminamos como país en el fondo de tan profundo barranco.
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