En las últimas horas se vienen produciendo importantes movimientos, muchos de ellos rodeados de la precaución necesaria, relativos al final del régimen y al inicio de una nueva etapa en la historia política de Venezuela. Es importante hacer una breve revisión de los avances obtenidos por la lucha de los ciudadanos en todo el país y, en consecuencia, prepararse para lo que viene.
La lucha en las calles de Venezuela ha producido resultados. Se podrían escribir largos tratados al respecto. Me limitaré a mencionar solo algunos de los logros. En primer lugar, estos meses han sacado a flote la profunda vena democrática, republicana y ciudadana de venezolanos y venezolanas dispuestos, incluso a riesgo de la propia vida, a expresar su rechazo a la dictadura.
No han sido días sino meses de protestas pacíficas. El régimen ha reprimido y asesinado, pero no ha logrado liquidar la idea del cambio. A pesar de los cientos de miles de bombas lacrimógenas, los perdigones, los disparos de plomo, los atracos, los ataques realizados con salvaje ferocidad, las tanquetas atropellando, las ballenas escupiendo sobre el cuerpo de personas indefensas, a pesar de la desproporción, la protesta ha continuado.
De forma simultánea se ha ejercido la protesta y se la ha documentado. Los cientos de miles de videos y fotografías que han circulado por las redes han sido herramientas preciosas de esta lucha: han permitido mostrar el carácter de las operaciones conjuntas entre los colectivos, la PNB y la GNB; han derrotado los intentos del gobierno y de algunos de sus voceros, como el defensor de la dictadura, Tarek William Saab, de distorsionar los hechos, y, beneficio fundamental, han servido para que organismos de inteligencia y seguridad de otros países establezcan una correlación firme entre narcotráfico y represión, puesto que en la línea de mando, en la dirección de las operaciones de calle y entre los ejecutantes de la represión aparecen funcionarios vinculados a la protección y al envío de droga desde Venezuela a otros países. Es importante que los ciudadanos de Venezuela tengan en sus pensamientos que existe un sólido vínculo entre narcotráfico y represión.
La lucha ha prodigado consecuencias políticas que no son frutos de temporada sino de largo plazo. Los demócratas han logrado aglutinar a la inmensa mayoría del país en contra de la dictadura. Hace tiempo que esto dejó de ser un conflicto entre dos grupos de la sociedad. Ahora es la lucha de un país, que incluye a la totalidad del chavismo de vocación democrática, que se declara defensora de la Constitución vigente y que ha reaccionado con inequívoca firmeza ante la propuesta ilegal e ilegítima de la constituyente comunal.
Esta lucha, además, derrotó la trampa urdida por el gobierno, y su socio Rodríguez Zapatero, de un diálogo que no tenía otro objetivo que paralizar las protestas y ganar tiempo para el gobierno. Hemos llegado a un punto en el que el tiempo para el gobierno se acabó.
La lucha de los demócratas venezolanos ha llegado al punto decisivo: al desconocimiento del régimen, tal como lo ha anunciado Julio Borges, rodeado de la totalidad de las fuerzas políticas democráticas. El resultado será el final del régimen. Una vez que el gobierno asuma la derrota será necesario negociar –insisto, con el régimen fuera del poder– los términos según los cuales operará el gobierno de transición: quiénes lo integrarán, entendiendo que la transición debe ser regida por un criterio de amplitud y representatividad, y que todos los sectores de la sociedad, incluso el chavismo democrático, debe ser incluido; deberá definirse en el mejor plazo posible el llamado a elecciones, una vez que todos los elementos necesarios garanticen un proceso electoral limpio e inequívoco; y, por supuesto, debe ponerse en marcha un programa social y económico de emergencia, que atienda las situaciones de hambre, enfermedad y exclusión que se viven hoy en nuestro agobiado país.
Todas estas cosas que he señalado en apenas un largo párrafo son tareas extremadamente complejas y, a la vez, urgentes. Exigirán que todos los sectores organizados del país, y ello incluye a empresarios, sindicatos, trabajadores de la administración pública, universidades y otros, también a la amplia base institucional de la FANB, una actitud flexible y abierta a la negociación. Por fortuna, fuera de Venezuela cada día crece la comprensión de que se aproxima la hora de aportar soluciones y apoyos que faciliten el inicio de la nueva etapa venezolana.
A la pregunta de qué viene después del final del régimen, una de las respuestas es negociación. Un amplio espíritu de negociación que marque con buen pie y buena voluntad el inicio de una Venezuela más justa y digna.
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