El origen y trayectoria del nefasto militarismo venezolano tienen abundante análisis en estudios de investigadores dentro y fuera de academias. Y fue la Constitución vigente el instrumento que convalidó su ejercicio legal al sumar el nuevo permiso tramposo y contradictorio para que los militares activos votaran en las elecciones civiles con aparente prohibición de activar militancias partidistas. El voto castrense es un derecho normal y totalmente inofensivo en países civilizados sin militarismo tradicional. No es el caso venezolano. Ese criollísimo caballo de Troya añadido por aquella Constituyente del 99 fue tan absurdo como pedirle a una pareja enamorada que no ligue su erotismo, al sediento que no tome líquidos, al hambriento que ayune. Pedirle peras al olmo.
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