Sunday, July 16, 2017

Editorial El Nacional:

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El viernes pasado, la agencia de noticias AFP tituló su despacho sobre Venezuela y la consulta popular que hoy se lleva a cabo nacional e internacionalmente como “la ofensiva final contra Maduro”. En realidad es el inicio del paso más importante que los partidarios de la democracia deben dar para extirpar de raíz a quienes no solo han traicionado a su héroe fundacional, sino también al proyecto de país que pretendía liberar a nuestra nación del yugo imperial, de la corrupción, la pobreza, la miseria y la explotación miserable de los trabajadores y los campesinos.
Nada de eso se cumplió ni se cumplirá porque en el camino fueron cayendo uno a uno los propósitos enunciados por el líder militar y sus acompañantes, para luego ser reemplazados por otros bien alejados del sueño de una patria nueva y democrática, más justa y decente, más propia de los venezolanos y de quienes viven y trabajan aquí a nuestro lado.
Muy al contrario, el nuevo gobierno se encargó de borrar cualquier esperanza de una nueva independencia y se postraron socarronamente ante un dinosaurio dictador que, sin duda alguna, no estaba interesado en nuestros problemas más urgentes y que veía en Venezuela una manera de resolver la crisis económica y política de su propio país. Y la verdad es que fue lo extremadamente astuto para meter la mano en nuestros bolsillos y arrimar dinero para su naufragado proyecto. Mientras tanto la demagogia hacía trizas cualquier proyecto medianamente racional y era reemplazado por otros infectados de improvisación y suprema ignorancia, alejando a Venezuela de la posibilidad cierta de renacer y renovar la república que el alza inesperada de los precios petroleros nos estaba sirviendo en bandeja de plata. Por dogmatismo, hipocresía política, narcisismo y simple y vulgar avaricia, los nuevos jefes se encargaron de repartir entre ellos mismos los extraordinarios ingresos que los saltos imprevistos del mercado petrolero acercaban a nosotros.
A pesar de los esfuerzos por darle forma y contenido al proyecto de país que estaba más que dibujado en nuestras experiencias frustradas de anteriores olas de precios altos del barril, la revolución bolivariana se empantanó en los viejos errores de inyectar dinero en cualquier cuento chino que le pusieran por delante. Ni siquiera repasaron las viejas lecciones de la Unión Soviética y de la famélica Cuba, y su rosario de errores colosales. Y en verdad, no hay peor ciego que aquel que no desea ver. Hoy vemos las heridas abiertas de tantos desatinos, las miserias causadas por una visión aventurera de la historia, un mesianismo envejecido y rancio. Lo verdaderamente trascendente hubiera sido diferenciarse y probarse en un camino nuevo. No ocurrió así y la historia es un autobús que pasa una sola vez en la noche.
Hoy decidimos la alternativa que tanto hemos esperado, la puerta que puede llevarnos a un rumbo preciso y, por encima de todo, útil para todos los venezolanos. Es absolutamente necesario que asumamos este reto con una preciosa e inevitable confianza: vamos a triunfar porque nos respalda la verdad del pueblo, de la gente de la clase media, de los promotores de la economía, de los sindicatos y de los jóvenes estudiantes. Esta vez triunfar ya no es un reto sino una verdad.

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