Una de las banderas más trajinadas por el comandante Chávez fue la del indigenismo. Solo le faltó ponerse el guayuco para exhibirse como representante genuino de la autoctonía. Se hacía acompañar por unas señoras ataviadas con batas guajiras y en ocasiones engalanaba su cabeza con plumas multicolores, para aparecer como cacique redivivo de las tribus que por fin encontraban redención. Desde los tiempos del padre de las Casas no se habían escuchado sermones tan sonoros contra los conquistadores del siglo XVI, resucitados por los expoliadores del futuro y condenados a la desaparición por obra del socialismo del siglo XXI. Era como si la historia se hubiera detenido en los tiempos de Diego de Losada, en las tropelías del Tirano Aguirre o en las depredaciones de los Welser que debieron esperar la llegada de la militarada bolivariana para desaparecer de la faz de la tierra.....
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