En las confidencias imaginarias que le atribuye Ramón J. Velásquez a Juan Vicente Gómez, el andino autoritario y patriarcal que gobernó a su antojo al país venezolano durante ventisiete años, lamenta que sus enemigos llamen dictadura a la historia de su presidencia. Es la manera que asume el déspota para disimular su arbitrariedad. No se considera un tirano. Por el contrario, cree ser un Salvador, una suerte de Enviado por la Providencia para serenar los espíritus, ordenar las disparidades que atomizan al país y conducirlo por los caminos del honor y de su personal beneficio......
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