Como el tiempo es infinito, implacable, impersonal, indetenible, los hombres solemos dividirlo en segmentos para manejarlo, para atenuar su marcha sin cese ni fin. De allí los relojes y los calendarios, por ejemplo. También las fiestas y las conmemoraciones en que detenemos la vida para mirar e invocar nuestro destino, personal y colectivo. El fin del año y el comienzo del otro es de los más trascendentales.....
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