ANTONIO COVA MADURO | EL UNIVERSAL
miércoles 7 de septiembre de 2011 12:00 AM
Desde que a Raúl Castro se le ocurrió la malhadada opinión de que Venezuela y Cuba éramos un solo país, nuestra oposición -sobre todo la que recorre presurosa y pertinaz los caminos y veredas de Venezuela y tozudamente se asoma en cuanta oportunidad hay- no ha dejado de anotar cualquier rasgo de amistad o de negociados que el chavismo hace con aquel moribundo régimen, para verse confirmada sobre la siniestra decisión de Chávez de transformarnos en una colonia cubana.
En esa onda se entendió -y por supuesto se sembró y asentó la alarma- el asunto de que sería una "empresa" cubana la que tendría a su cargo toda la identificación de los venezolanos. Fue una suerte que rápido se descubriera el carácter marrullero de la operación. El asunto era, en el más puro estilo latinoamericano -y con amplio historial en la Venezuela prechavista- un negocito turbio vagabundo: un gran sobreprecio en la subcontratación de una empresa mexicana que sería la que, en definitiva, haría el trabajo. Los cubanos se quedarían con los reales que estos torpes del régimen les regalan y ni idea tendrían de eso que llaman "Sistema Nacional de Identificación".
Desde ese entonces poco se ha oído hablar de esa "gran conspiración totalitaria"; y es una lástima, porque el desafortunado percance da para mucho. Para cosas cómo: ¿y cuál es esa empresa cubana en concreto?, ¿no será una más del vasto mundo que las Fuerzas Armadas Revolucionarias cubanas (el mayor empresario de la isla) que la gente de Raúl tiene más de 50 años creando y manejando?
Pero hay una pregunta de mayor empaque: si el régimen agónico de la Cuba actual no es capaz de que una hábil y valiente mujer como Yoanni Sánchez informe al mundo, hora a hora, sobre las malandanzas de sus esbirros ¿cómo es que serán capaces de tener control total de un país donde su isla cabe seis veces, y cuya renuente población triplica la de Cuba?
¿Y qué nos dicen los asustados denunciantes venezolanos sobre el reciente reconocimiento del gran líder de aquella revolución de que, "el modelo cubano no funciona ni siquiera para Cuba"? Pero es que, además, hay un asunto de eso que ahora llaman timing. En efecto, si este regalo caído del cielo para esa moribunda revolución es como el Maná de los judíos en la travesía que dirigiera Moisés, ¿para que arriesgarlo con tareas que ampliamente les sobrepasan?
Si Cuba hoy no logra evitar la sangría de médicos y otros técnicos que envía a esta supuesta Revolución, ¿cómo podría controlar hasta en sus mínimos pasos a más de 30 millones de reticentes venezolanos con Twitters y BlackBerrys a la mano?
¿Por qué entonces, en vez de caer víctimas de pánico social, la gente no se esmera en ver las lecciones que vienen de Siria, donde una brutal dictadura, provista de un vasto arsenal, puesto en manos de un ejército y policía política sanguinarios, es incapaz de sofocar una revuelta que no deja de crecer con todas las razones geopolíticas en contra?
Vistas las razones que dificultan el que Cuba pudiere transformar a Venezuela en su Angola particular (como si este continente pudiera tragarse semejante escenario), debemos pasar a las que, desde aquí, tornan muy cuesta arriba esas imaginadas pretensiones cubanas.
Este es un país sublevado, cuyo régimen no tiene real para responder a las demandas que recibe. Cuba tendría que echarse a cuestas la incompetente y glotona pandilla chavista que padece de una voracidad sin precedentes. Cuba tendría que dar la cara.
Pero también tendrían que hacerlo los "mandos medios" del Ejército venezolano, convertidos ahora en cipayos de una pequeña isla empobrecida. Serían un "ejército de ocupación" destinado a sofocar revueltas de sus paisanos en cada esquina, como las fuerzas imperiales de Napoleón, enfrentando al pueblo español.
Encima, para los venezolanos sería un espectáculo continuo de un manifiesto expolio público el que los cubanos manejasen su riqueza petrolera, la que, de paso, ya no da para mantener a Bolivia y pronto tendrá que abandonar a su suerte a Nicaragua. Estamos en un punto en que los únicos países que pueden esperar algo de Venezuela son los países-empresa: Brasil y Argentina, y eso con pagos diferidos.
Un último asunto: el gran agente de Cuba en Venezuela, enfermó; y de una grave enfermedad. La plata que resta se la llevará la incierta curación de Chávez, el cáncer más caro de la historia de la medicina.
Y ese cáncer, termine como termine, puede concluir matando a Cubazuela.
En esa onda se entendió -y por supuesto se sembró y asentó la alarma- el asunto de que sería una "empresa" cubana la que tendría a su cargo toda la identificación de los venezolanos. Fue una suerte que rápido se descubriera el carácter marrullero de la operación. El asunto era, en el más puro estilo latinoamericano -y con amplio historial en la Venezuela prechavista- un negocito turbio vagabundo: un gran sobreprecio en la subcontratación de una empresa mexicana que sería la que, en definitiva, haría el trabajo. Los cubanos se quedarían con los reales que estos torpes del régimen les regalan y ni idea tendrían de eso que llaman "Sistema Nacional de Identificación".
Desde ese entonces poco se ha oído hablar de esa "gran conspiración totalitaria"; y es una lástima, porque el desafortunado percance da para mucho. Para cosas cómo: ¿y cuál es esa empresa cubana en concreto?, ¿no será una más del vasto mundo que las Fuerzas Armadas Revolucionarias cubanas (el mayor empresario de la isla) que la gente de Raúl tiene más de 50 años creando y manejando?
Pero hay una pregunta de mayor empaque: si el régimen agónico de la Cuba actual no es capaz de que una hábil y valiente mujer como Yoanni Sánchez informe al mundo, hora a hora, sobre las malandanzas de sus esbirros ¿cómo es que serán capaces de tener control total de un país donde su isla cabe seis veces, y cuya renuente población triplica la de Cuba?
¿Y qué nos dicen los asustados denunciantes venezolanos sobre el reciente reconocimiento del gran líder de aquella revolución de que, "el modelo cubano no funciona ni siquiera para Cuba"? Pero es que, además, hay un asunto de eso que ahora llaman timing. En efecto, si este regalo caído del cielo para esa moribunda revolución es como el Maná de los judíos en la travesía que dirigiera Moisés, ¿para que arriesgarlo con tareas que ampliamente les sobrepasan?
Si Cuba hoy no logra evitar la sangría de médicos y otros técnicos que envía a esta supuesta Revolución, ¿cómo podría controlar hasta en sus mínimos pasos a más de 30 millones de reticentes venezolanos con Twitters y BlackBerrys a la mano?
¿Por qué entonces, en vez de caer víctimas de pánico social, la gente no se esmera en ver las lecciones que vienen de Siria, donde una brutal dictadura, provista de un vasto arsenal, puesto en manos de un ejército y policía política sanguinarios, es incapaz de sofocar una revuelta que no deja de crecer con todas las razones geopolíticas en contra?
Vistas las razones que dificultan el que Cuba pudiere transformar a Venezuela en su Angola particular (como si este continente pudiera tragarse semejante escenario), debemos pasar a las que, desde aquí, tornan muy cuesta arriba esas imaginadas pretensiones cubanas.
Este es un país sublevado, cuyo régimen no tiene real para responder a las demandas que recibe. Cuba tendría que echarse a cuestas la incompetente y glotona pandilla chavista que padece de una voracidad sin precedentes. Cuba tendría que dar la cara.
Pero también tendrían que hacerlo los "mandos medios" del Ejército venezolano, convertidos ahora en cipayos de una pequeña isla empobrecida. Serían un "ejército de ocupación" destinado a sofocar revueltas de sus paisanos en cada esquina, como las fuerzas imperiales de Napoleón, enfrentando al pueblo español.
Encima, para los venezolanos sería un espectáculo continuo de un manifiesto expolio público el que los cubanos manejasen su riqueza petrolera, la que, de paso, ya no da para mantener a Bolivia y pronto tendrá que abandonar a su suerte a Nicaragua. Estamos en un punto en que los únicos países que pueden esperar algo de Venezuela son los países-empresa: Brasil y Argentina, y eso con pagos diferidos.
Un último asunto: el gran agente de Cuba en Venezuela, enfermó; y de una grave enfermedad. La plata que resta se la llevará la incierta curación de Chávez, el cáncer más caro de la historia de la medicina.
Y ese cáncer, termine como termine, puede concluir matando a Cubazuela.
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