RUTH CAPRILES| EL UNIVERSAL
jueves 12 de junio de 2014 12:00 AM
¿Para qué sirve un rey en una democracia occidental democrática? ¿Para qué necesita España monarcas que son mantenidos por el Estado en situación de lujoso privilegio?
Se me ocurren varias respuestas. La primera, que parece pero no es banal, es la importancia de la permanencia del cuento de hadas y de la prosperidad de los negocios que venden y hacen pervivir el mito; el síndrome "Hola". Funciones míticas y económicas a la vez.
La monarquía constitucional, además, es una fórmula usada por algunas naciones para controlar el poder de la fuerza bruta. Una cosa es la potestas, que cualquier sobrevenido puede adquirir por engaño o violencia; otra la auctoritas, que legitima el ejercicio del poder; una legitimidad que proviene de la historia, la tradición, las expectativas, las visiones de futuro y la continuidad de la comunidad. En Roma, el Senado era el portador de la auctoritas; en Estados Unidos es la Corte Suprema de Justicia; en España es el rey y la reina; símbolos que remiten a los reyes católicos, a la consolidación de un Estado nacional que en su momento se pretendió imperio. Y quizá sean esos reyes lo único que une a un Estado que hoy presenta tendencias de disolución en autonomías.
Quizá la función más importante que cumple la monarquía española sea simbólica, amuletos contra la tiranía de uno o de muchos; para mantener el cuento de hadas y el sueño de Aristóteles (Pol, 5, 10): Un rey como ser protector de la gente frente a la injusticia y la opresión. Un rey que vela por el interés público mientras un tirano sólo persigue su propia ganancia.
Entre el rey y el tirano ¡Que viva el rey!
Los radicales pueden insistir en disminuir la mesada de los príncipes, o exigirles mayor transparencia y austeridad; pero si quieren eliminarlos del tejido del orden de autoridad que reúne subnaciones en un Estado, tendrán que resolver primero dónde colocar la auctoritas del pueblo español. Quizá un nuevo Consejo de España, que evoque el de Indias y los tiempos de grandeza.
Se me ocurren varias respuestas. La primera, que parece pero no es banal, es la importancia de la permanencia del cuento de hadas y de la prosperidad de los negocios que venden y hacen pervivir el mito; el síndrome "Hola". Funciones míticas y económicas a la vez.
La monarquía constitucional, además, es una fórmula usada por algunas naciones para controlar el poder de la fuerza bruta. Una cosa es la potestas, que cualquier sobrevenido puede adquirir por engaño o violencia; otra la auctoritas, que legitima el ejercicio del poder; una legitimidad que proviene de la historia, la tradición, las expectativas, las visiones de futuro y la continuidad de la comunidad. En Roma, el Senado era el portador de la auctoritas; en Estados Unidos es la Corte Suprema de Justicia; en España es el rey y la reina; símbolos que remiten a los reyes católicos, a la consolidación de un Estado nacional que en su momento se pretendió imperio. Y quizá sean esos reyes lo único que une a un Estado que hoy presenta tendencias de disolución en autonomías.
Quizá la función más importante que cumple la monarquía española sea simbólica, amuletos contra la tiranía de uno o de muchos; para mantener el cuento de hadas y el sueño de Aristóteles (Pol, 5, 10): Un rey como ser protector de la gente frente a la injusticia y la opresión. Un rey que vela por el interés público mientras un tirano sólo persigue su propia ganancia.
Entre el rey y el tirano ¡Que viva el rey!
Los radicales pueden insistir en disminuir la mesada de los príncipes, o exigirles mayor transparencia y austeridad; pero si quieren eliminarlos del tejido del orden de autoridad que reúne subnaciones en un Estado, tendrán que resolver primero dónde colocar la auctoritas del pueblo español. Quizá un nuevo Consejo de España, que evoque el de Indias y los tiempos de grandeza.
No comments:
Post a Comment