JAVIER
TAHIRI, MARÍA CUESTA
La caída de los precios de las materias primas y la
desaceleración en China encienden todas las alarmas
Esta historia comienza a mediados de los años noventa. Laseconomías
desarrolladas avanzaban con fuerza, de forma estable y, aparentemente,
ajenas a los tradicionales ciclos de crecimiento, crisis y depresión.
La inflación —el comportamiento de los precios— también se mantenía por debajo
de las líneas rojas marcadas por los bancos centrales y fueron muchos los
economistas que creyeron haber dado con la fórmula mágica para
generar riqueza sin preocuparse por lasubida de los precios. Eran los
años de la «Gran Moderación».
Pero llegó el verano de 2007 y la cadena de impagos en
las hipotecas basura (las llamadas «subprime») en Estados Unidos prendieron
como una mecha el pánico entre los inversores. La globalización,
que tanto había ayudado en los años previos, sirvió de catalizador y el elevado
endeudamiento público y privado desencadenó la crisis más profunda de
los últimos tiempos y cuyas secuelas aún están presentes.
La dulce teoría quedó entonces aplastada por la realidad. La economía
había acumulado los excesos típicos del dinero barato sin
que los mecanismos de alarma, como los indicadores de precios, hubiesen
saltado. «Hubo un error de base. Los precios no se controlaron gracias a la
política monetaria, sino por la entrada en el tablero de juego de nuevos países
que, como China, producían más barato», explica Ángel Laborda, director de
Coyuntura Estadística de Funcas.
Costes
de importación
Durante aquellos años, el auge de la deslocalización hizo
que muchas empresas llevaran sus fábricas a países en desarrollo y, al producir
más barato, consiguieron importar sus productos a precios más bajos. «La
moderación de los costes de importación fue la causa de que el IPC se
mantuviera estable pese a que la economía se estaba recalentando», apunta
Laborda.
Tras los siete años de vacas flacas del periodo 2008-2014 para las
economías occidentales, la inflación
parece bucear ahora en aguas negativas en algunos países. Es el caso de España. El
Índice de Precios al Consumo marcó en septiembre un -0,9% de caída respecto al
mismo mes de 2014, según el indicador adelantado del INE.
Los precios
vuelan a ras del suelo en todo el globo. Según las estimaciones del FMI,
la inflación mundial cerró 2014 en el 3,45% su segundo nivel más bajo desde que
comienza la serie en 1980. Solo el estallido de la crisis y la Gran Recesión
logró una variación de los precios más baja, en el 2,8% de 2009. Para este año,
el FMI prevé que caerá aún más, al 3,2%.
¿El estancamiento de los precios puede conducir a un parón de la
actividad y del consumo ? Uno de los riesgos de la inflación negativa es
que se entre en una espiral deflacionista. Ello se produce cuando los
consumidores aplazan sus compras esperando que los precios bajen más, lo que
tiene efectos nocivos para la actividad. «Esto no está ocurriendo ni en España,
ni en Europa, ni en Estados Unidos. Quizá Japón pudiera estar viviendo algo
similar aunque personalmente apostaría más por un ‘estancamiento secular’»,
matiza el economista de Funcas.
Este diagnóstico, el ‘estancamiento secular’, lo puso
por primera vez sobre la mesa Larry Summers, exsecretario del Tesoro
estadounidense, durante una conferencia en el FMI a finales de 2013. Dos años
después, el planteamiento de Summers sigue inquietando a la plana económica
mundial: ¿Cómo pudo ser que en los años previos a la debacle la abundancia de
dinero fácil y la falta de prudencia financiera no se tradujesen en un alza
imparable de la demanda y, en último término, una inflación galopante?
Envejecimiento
de la población
Según el economista estadounidense, la economía global se enfrenta a
un escenario de bajo crecimiento y de reducción del PIB per
capita a causa de una crónica insuficiencia de la demanda global. El
envejecimiento de la población y sus repercusiones a la baja en el consumo son
otros factores a largo plazo que pueden pasar factura. Un escenario donde el
IPC difícilmente puede llegar a desbocarse.
En opinión del consejero delegado de Analistas Financieros
Internacionales (Afi), David Cano, hay tres factores que alimentan este escenario.
«La caída del precio de las materias primas, el bajo
crecimiento a nivel global y el exceso de inversión y capacidad productiva. El
primero de ellos es un factor coyuntural y por ello es el de menor importancia.
Lo más preocupante es el reto estructural al que se enfrenta el mundo». Del
lado de las materias primas, el frenazo de economías emergentes, especialmente de China, provoca que la demanda —y los
precios— sigan a la baja.
Miguel
Cardoso, economista jefe para España de BBVA Research recuerda que los avances
tecnológicos también abaratan costes y explican que la inflación haya encogido
en los últimos años.
Consecuencias
de un IPC negativo
Pero, ¿cuáles son las consecuencias de un IPC negativo? «Los
consumidores responderán sin dudar que son positivas, porque pueden comprar más
barato, pero no hay que olvidar que en un entorno de deflación también
es más difícil pagar las deudas. Y esto pone a España en el punto de mira,
con un ratio de deuda pública de casi el 98% del PIB», dice Cano. La inflación baja perjudica a los endeudados, ya que la
economía crecería más con el aumento de precios y ello diluiría el peso de la
deuda.
Tirón
del consumo en España
En los últimos 23 meses, España solo ha cosechado un aumento de precios
en siete de ellos. Sin embargo, la inflación negativa en el caso de España no se
traduce en una caída del consumo. «Todo lo contrario, la bajada de precios y la
caída del petróleo supone una liberación de recursos para los hogares», afirma
Cardoso. La inflación subyacente, que no toma en cuenta los alimentos o la
energía, subió en septiembre un 0,7%, lo que indica que el consumo crece a
pleno pulmón pese a la bajada de precios. Desde junio de 2014, el barril de
crudo Brent, de referencia en Europa, se ha devaluado un 50%. España
importa un 99% del petróleo que consume.
«Se está produciendo una transferencia de renta de los
países productores de petróleo a las economías importadoras. Ello se observa en
las ventas minoristas en España. En los últimos meses, el mayor aumento de
gasto se ha producido en las estaciones de servicio», describe Cardoso.
Más
poder de compra
La bajada continua de los precios también incrementa el
poder adquisitivo de los trabajadores, en un contexto de
moderación salarial, y de los pensionistas, ya que sus prestaciones en los
últimos años solo han subido un 0,25%. Además está permitiendo
a la economía española ganar cuerpos de ventaja frente a sus competidores
europeos, ya que al bajar más la inflación que en otros países como Alemania
(con una tasa del 0% en septiembre), los costes de las empresas se mantienen
bajo control y sus productos, son más baratos.
«Normalmente para las empresas es destructivo tener inflación negativa
porque deben reducir costes al caer los precios. Ello suele redundar en bajadas
de salario, de empleo o de márgenes. Pero al caer los precios por la bajada de
la energía, el empleo y el poder adquisitivo se mantiene y
encima crece», apostilla el economista jefe para España de BBVA Research.
A
comienzo de siglo la situación económica no era lo que simulaba y las burbujas
terminaron por estallar. Pero en estos momentos las apariencias no parecen
engañar: los precios bajos son positivos para la economía española.
Vía ABC. España
Que pasa Margarita
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