EDITORIAL
EL NACIONAL
La
persistencia de la memoria atormenta a la gran mayoría de los políticos y,
desde luego, a los mandatarios en el poder. De allí que traten de borrarla a
cañonazos de embustes y de simulaciones históricas que para nada tienen que ver
con ellos y menos con la leyenda chueca que tratan de construir a su alrededor.
Tomemos
por caso a los militares chavistas que hoy están en el poder, un trofeo no
conseguido en valientes y triunfantes batallas. Para nada. Lo que tenemos en
frente es una generación de militares derrotados no una vez, sino ¡dos veces!
Recordemos,
por no dejar, los fracasos estruendosos del 4 de febrero y del 27 de noviembre.
Aquella imagen de una fila de soldados y oficiales con las manos en alto
desfilando frente a las tropas triunfantes de la democracia vale por millones
de palabras que, casualmente y en su defensa, fueron las que empleó Chávez para
transformar su gran fiasco militar en su camino hacia el poder: el famoso “¡Por
ahora!”.
Con esas
palabras escondió momentáneamente ante la historia su propia e inepta derrota y
su incapacidad como comandante militar. Ciertamente, algo más de diez años
tardó este líder revolucionario en organizar un golpe de Estado que terminó
siendo una torta tamaño baño, como diría un publicista. Hoy nadie en su sano
juicio puede entender que aquellos conjurados hubieran tardado tanto en armar
su propio fracaso y que quien era, precisamente, el artífice de todo el
embrollo fuera el causante de la derrota.
Los
militares democráticos resultaron ser un duro hueso de roer, salieron a la
calle, se recuperaron de la sorpresa traidora y les dieron una rotunda paliza a
los antidemocráticos soldados que pretendían matar a un presidente, a su esposa
y a sus ministros.
Y para
que no quedaran dudas, cuando el 27 de noviembre volvieron a intentar una nueva
puñalada por la espalda a la democracia, coja y chueca, no importa, pero
democracia al fin, entonces volvieron a recibir una paliza más rotunda y
enérgica por parte de los militares democráticos y libertarios.
Hoy los
venezolanos deberíamos instituir un día de recuerdo y alabanza para aquellos
oficiales y soldados que murieron en defensa de la democracia, de la
institucionalidad y de la soberanía nacional que, como sucedió después, fue
entregada a traición a Cuba y sus compañeros de viaje despreciando a los caídos
en combate. Sangre militar ignorada por sus propios compañeros.
También
pasaron al olvido los civiles que, sin estar al tanto de los que sucedía esa
madrugada, fueron acribillados en las vías públicas cercanas a Miraflores y a
la urbanización La Carlota donde está ubicada la residencia presidencial.
Los periodistas, en este caso más
valientes y osados que el jefe del golpe, que estaba acurrucado en el Museo
Histórico, fueron testigos de como se disparaba contra desprevenidos ciudadanos
que circulaban temprano hacia sus sitios de trabajo. Algunas de las víctimas
eran extranjeros, incluso uno de ellos era español, del País Vasco. ¡Ay
Cabello! No viajes a Europa.
Vía
El Nacional
Que pasa Margarita
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