Friday, October 28, 2016

Respetar la Constitución

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Laureano Márquez

Todo el mundo habla de respetar la constitución, mientras la manosean como si intentaran limpiar con ella algún recóndito lugar, ante la escasez del papel apropiado. ¿Qué carrizo será eso que mientan la constitución y en cuyo nombre todo el mundo hace cosas aberrantes
y hasta contradictorias?
Una única constitución -de siete artículos originalmente- vigente por más de dos siglos te puede convertir en la potencia democrática más poderosa del planeta y, por otro lado, ostentar el récord de ser el país de América con más constituciones te puede convertir en una auténtica ruina. La diferencia entre una constitución que te lleva a la gloria y otra que te lleva al infierno, está en si te la crees o no, porque todas las constituciones son buenas, todas están llenas de los grandes principios que gobiernan la evolución jurídica y política de la humanidad en cada tiempo.
Está claro que los venezolanos no nos caracterizamos por tomarnos en serio nuestra constitución, por eso hemos necesitado casi una treintena de ellas, porque no nos creemos ninguna, ninguna nos funciona, ninguna nos sirve, porque realmente los que no servimos para las leyes
somos nosotros. La constitución de la República Venezuela no es nuestra ley fundamental, sino el mecanismo que tiene el poder para someter, hundir y pisotear a quien le adversa.
Nuestra historia está llena de juristas alevosos que sirven al poder tiránico y que con su engolada voz y su pañuelito en el paltó reinterpretan la constitución “en sentido trascendente, en cuanto la razón ejusdem de la norma taxativa determina una coherencia abstracto-decreciente de los epígonos sistemáticos de la coyuntura circunstancial de la normativa vigente, según lo previó el constituyente”. Por ello es que Monagas dijo, antes de mandar a sus bandas patriotas a arrasar con el congreso: “la constitución sirve para todo”. Tenía razón Monagas, la constitución sirve para todo, o para nada.
Un primer mandatario de nuestra historia, cuyo nombre se me escapa, juró su cargo diciendo “juro sobre esta moribunda constitución”. Por cierto se estaba refiriendo a la que probablemente fue nuestra mejor constitución, y la que más vigencia y respeto tuvo, producto de la voluntad
política y el acuerdo -entre otros- de los dos grandes padres de nuestra democracia: Rómulo Betancourt y Rafael Caldera, éste último involucrado de manera particular en su redacción. Cuando alguien jura una constitución calificándola de “moribunda”, reconoce abiertamente que no la va a cumplir, es como jurar en falso, con los dedos cruzados, es jugar al vivo, al yo me las sé todas más una, que es lo que ciertamente ha hecho de nosotros una pobre patria rica.
Una constitución está vigente cuando no se usa aviesa, astuta y oportunistamente para obstruirla porque se tiene el poder de la fuerza. La constitución no es fuerza, sino razón y está vigente cuando actuamos en concordancia con su espíritu. Cuál es el espíritu del referéndum
revocatorio que ella contempla: ayudar al ciudadano a cambiar de gobierno cuando una amplia mayoría, más amplia que la que lo llevó al poder no lo quiere. Pues bien: el 80% de la población no lo quiere, las calles esta semana se llenaron de millones de ciudadanos que quieren cambio. Se recogieron todas las firmas, en los plazos señalados, con las normativas puestas por el propio gobierno, abusiva y oportunamente para bloquear la voluntad popular.
Cuando una sociedad democrática tiene dudas sobre su destino, solo tiene un camino: consultar a los signatarios del pacto político que la sustenta, es decir, al pueblo, como establece la constitución y las leyes. Bloquear el voto que la constitución garantiza a los ciudadanos, por tener la certeza de que ellos son adversos, es la peor de las violaciones que se le pueden hacer no solo a una constitución, sino a la dignidad cívica y a todo lo razonable y justo.
En contra de esta actitud, nos declaramos en rebeldía, en nombre de la constitución que así lo dispone y ordena.

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