http://www.el-nacional.com/opinion/Dialogo-dialogo_0_947905397.html
Armando Durán
¿Llegó la hora? Uno tiene la impresión de que sí. Luego de 15 años de piruetas para rehuir llamar las cosas por su nombre, la dirigencia política de la oposición anunció el viernes 21 de octubre una nueva y al fin acertada estrategia para enfrentar al régimen.
Desde esta histórica rueda de prensa, el proceso político venezolano ha adquirido una velocidad de vértigo. La marcha de las auto llamadas Resteadas el sábado en la Francisco Fajardo, la sesión de la Asamblea Nacional el domingo, para convocar al pueblo a una defensa “activa, constante y valiente de nuestra carta magna, de la democracia y del Estado de Derecho”, y el miércoles, la impresionante victoria política que fue la Toma de Venezuela. En la tarima desde donde los líderes de la oposición se dirigieron a los centenares de miles de caraqueños que habían acudido a su llamado, se informó que al día siguiente iniciaría la Asamblea el juicio político de Maduro, el martes 1° de noviembre Maduro tendría que presentarse ante la plenaria de la AN para responder a las acusaciones y el jueves 3 de noviembre Ramos Allup y los otros 111 diputados de la oposición, acompañados del pueblo, acudirán al Palacio de Miraflores para hacerle entrega a Maduro de lo que todos esperan sea su carta de despido.
De esta manera, la “decisión peligrosa” tomada por Maduro de suspender el revocatorio, colocaba a la MUD en una encrucijada terminante: o se sometía a la voluntad totalitaria del régimen, o se rebelaba contra la pretensión hegemónica del Alto Mando Político Militar de la Revolución. Por fortuna, la MUD se decidió por lo que ellos llamaron la rebelión popular.
Lamentablemente, no todo ha sido agua de rositas en el campo de la oposición. La primera noticia de que quizá tanta belleza no fuera cierta y que algo podrido se cocinaba a espaldas de la opinión pública, se tuvo el lunes 23, cuando comenzaron a circular rumores de que representantes de la oposición y del gobierno volvían a reunirse, esta vez bajo el blanco paraguas del cardenal Emil Paul Tscherrig, enviado personal del papa Francisco, con la misión de devolverle la vida a un diálogo gobierno-oposición, que se inició, clandestinamente, a finales de mayo en República Dominicana, patrocinado por Ernesto Samper y José Luis Rodríguez Zapatero, dos personajes que no le inspiran la menor confianza a nadie en Venezuela fuera del chavismo. Durante ese lunes se sucedieron los dimes, las negativas y los diretes. Que sí hubo diálogo, que yo no estoy al tanto, que…
Incluso se publicó un comunicado del cardenal Tsherrig en el que se anunciaba que el domingo 30 se celebraría el segundo encuentro, esta vez en la isla de Margarita, pero luego, desde la Nunciatura, se informó que el comunicado había sido un error comunicacional. Mientras tanto, desde María Corina Machado hasta Henrique Capriles muchos dirigentes declararon que se habían enterado de la reunión por televisión. A las 7:00 de la tarde, en su habitual programa de preguntas y respuestas, Capriles llegó a preguntarse de “¿cuál diálogo están hablando?” Comenzaron entonces a circular fotos de Torrealba sentado a una mesa con el cardenal Tscherrig, Jorge Rodríguez, quien menos de 24 horas antes había dirigido el asalto a Palacio Legislativo, Elías Jaua y otros representantes del gobierno. A todas estas, la MUD no daba la menor explicación. Luego, a golpe de las 10 de la noche, se informó desde la Nunciatura que no habría diálogo en Margarita.
El miércoles, sin embargo, Torrealba anunció, para sorpresa de medio mundo, que el domingo se reuniría con el cardenal Tscherrig. ¿En Margarita, en Caracas, con quién más? Entretanto, han continuado acumulándose los comentarios. Algunos para manifestar su acuerdo con la reunión del domingo, otros pata rechazarla. Más y más confusión, sin que nadie sepa a ciencia cierta la verdad del dichoso diálogo, una incertidumbre que no favorece en absoluto el éxito de la anunciada marcha a Miraflores el jueves 3 de noviembre, ni la aplicación efectiva de la agenda que permita alcanzar, sin margaritas que deshojar ni segundas intenciones, el tantas veces prometido objetivo de cambiar de presidente, de gobierno y de régimen. Este mismo año.
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