MIGUEL HENRIQUE OTERO
24 DE OCTUBRE 2016 - 12:01 AM
No hay otro camino para la sociedad venezolana que el de la rebelión. No hay otra solución que el desconocimiento del régimen, previsto en el artículo 350 de la Constitución Nacional. No queda más alternativa que la protesta en todo lugar en donde ello sea posible. El régimen no sólo violenta las garantías democráticas y los derechos humanos, sino que humilla, aplasta y cierra todos los caminos previstos en la ley para salir de la crisis en la que el país se hunde, no ya día a día, sino hora tras hora.
Venezuela vive bajo una dictadura que ha dejado atrás todas sus máscaras. Que ya no disimula. Que se sirve de la pudrición del sistema judicial y de otros poderes públicos para mantenerse en el poder, al costo que sea. El régimen viola la Constitución una y otra vez. Sin parar. Ordena a los tribunales que impidan la recolección de firmas. Hace aprobar el presupuesto por el Tribunal Supremo de Justicia. Desconoce a la Asamblea Nacional. Confisca el trabajo de productores e industriales. Detiene sin proceso y sin pruebas a dirigentes de la oposición democrática. Usa a las instituciones en contra de los derechos y las libertades de los ciudadanos. En pocas palabras: ha despojado a los venezolanos de sus herramientas políticas. Ha arrasado con la democracia. No queda otro camino que rebelarse ante tanta brutalidad, ante tanto abuso, ante tanta ignominia.
La tarea que se impone a la inmensa mayoría de la sociedad venezolana, constituida por ciudadanos pacíficos y respetuosos de la ley, es la de restituir el Estado de Derecho. Alí Babá y su séquito de ladrones y narcotraficantes deben salir del poder. Protesta, invocación del artículo 350 y rebelión: esta es la senda que corresponde recorrer. Es inevitable. A ese punto hemos sido conducidos por la ferocidad de un régimen al que no le importa el sufrimiento de las personas.
Es prudente recordar aquí que el régimen está cada día más solo. Una vez que ha sido evidente que en Venezuela hay una dictadura sin careta, los partidos demócratas del planeta ya no le apoyan. En el alto gobierno de Brasil la conclusión es que ya no hay argumentos para apoyar a Maduro. Correa y Ortega, en reuniones privadas, asumen estas dos conductas: o se ríen a carcajadas de Maduro o repasan la lista de errores cometidos. No hay gobierno en América Latina y en Europa que no entienda que las cosas han llegado a un extremo intolerable. Existe conciencia de que el gobierno debe ser remplazado de inmediato. Tal como lo vienen advirtiendo expertos de varios países, el único apoyo que Maduro mantiene es el que le prestan partidillos de ultraizquierda, ciegos e insensibles a la realidad venezolana; voces tarifadas de Podemos en España que miran al país a través de sus bolsillos; oportunistas que andan buscando la ocasión de hacerse con algo de los últimos dólares disponibles para la corrupción.
Esto es importante: es tal la soledad del régimen, que se cuentan por decenas los altos funcionarios públicos que, en las últimas semanas, sueñan con el día en que la pesadilla se acabe. Temen abandonar el gobierno, que es lo que quisieran. Temen a las represalias pero coinciden en que Maduro se ha saltado todos los límites. Si no temieran al Sebin, renunciarían y denunciarían los horrores que todavía no conocemos.
Están solos. Ha llegado el momento de sacarlos del poder. A Venezuela le toca pasar de inmediato a una etapa de restitución del Estado de Derecho, de reconstrucción de las instituciones públicas, de organización de un Poder Electoral Independiente. El país necesita un gobierno de emergencia que, de inmediato, ponga en marcha un plan para atender la urgencia alimentaria y de los servicios de salud. En Venezuela se están muriendo recién nacidos, niños, mujeres y hombres, como resultado de la pudrición del régimen. A nadie debe quedarle la duda: la mayoría del mundo apoyaría que Venezuela entrase en una nueva etapa.
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