La feroz respuesta del régimen de Maduro al programa de ayuda humanitaria que el presidente encargado Juan Guaidó, la Asamblea Nacional, gobiernos de varios países y numerosas organizaciones no gubernamentales intentaron ingresar a Venezuela el 23 de febrero, tiene, en medio de su dramático desenlace, un beneficio: acaba, de una vez por todas, con las expectativas que, contrariando años de evidencias en sentido contrario, insistían en que todavía había alguna posibilidad de diálogo y negociación. Eso sugiere, de entrada, que la unidad de los factores de la oposición tendrá que fortalecerse todavía más. No se puede desconocer el carácter de lo ocurrido: ante una iniciativa humanitaria y de carácter civil, el gobierno ha desplegado un ataque de carácter militar, paramilitar y delincuencial. Ha asesinado, herido, gaseado, detenido y golpeado a ciudadanos indefensos, como si se tratara de un enemigo armado. Y ha quemado una parte de la ayuda, principalmente medicamentos, como si se tratase de material bélico.....
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