Venezuela es hoy una urgencia. Como en todas las urgencias hay algo que va primero, pero es tal la complejidad presente que no es posible asumirla a paso lento ni desde un solo frente. Así, la perspectiva política no puede ignorar la económica y menos la social; la visión del plazo inmediato no tiene sentido sin la necesaria de mediano y largo plazo. Menos sentido aun tiene la tentación de viciar las soluciones con una estrecha mirada partidista o electoralista. Como nunca, las soluciones no tienen hoy un único responsable ni pueden ser asumidas con cálculo de beneficio propio inmediato.
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