Friday, October 2, 2015

Un remedio agotado

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EDITORIAL EL NACIONAL

En Cuba y Haití la gente sufre enormemente cuando se enferma o padece una dolencia que exige una permanente medicación de control. A los haitianos, por ejemplo, no solo les han caído unas dictaduras de padre y señor mío, sino que también por un inmerecido castigo se ensañan con esa tierra los terremotos y los huracanes.

Con Cuba pasa lo mismo, solo que además de los huracanes la isla carga con la mala suerte de que, desde hace décadas, ha sido flagelada por la dictadura de Batista y luego por la de Fidel Castro, esta última infinitamente más devastadora que todas las anteriores.

En una de las entrevistas que se le hicieron a Carlos Franqui pocos meses antes de morir, este hombre que luchó en la Sierra Maestra al lado de Fidel Castro y dirigió Radio Rebelde le confesaba a la escritora y catedrática Lillian Guerra (Letras Libres, abril 2015. México) lo siguiente: “Para mí Fidel Castro significó la destrucción total de Cuba. Creo que Fidel es esquizofrénico, no ve y no sabe lo que es la realidad. Él pensaba que todo se podía cambiar y que en Cuba no servía nada, y que había que destruirlo todo para hacerlo de nuevo. Esto condujo a que Fidel fuera el más grande destructor de una nación”.

Agregaba que “la historia de los sistemas totalitarios muestra que tienen una capacidad de destrucción total. En el caso de Cuba es un sistema que primero acaba con los que se le oponen, después paraliza todo y al final se autodestruye. Cuba está hoy en la fase de autodestrucción”.

Algo parecido, adicionamos nosotros, a lo que está sucediendo en Venezuela, donde la inmoralidad en el manejo de los asuntos públicos, la corrupción y la incompetencia generalizada, aunada con la subterránea complacencia de la cúpula gobernante con el crimen organizado, ha hecho metástasis al interior de la República.

Cuando a Carlos Franqui se le pregunta la razón de la persistencia del mito de la Revolución cubana, contesta que “las razones son las de los pueblos maltratados durante siglos, miserables, con grandes desigualdades”. Seguidamente explica que las revoluciones no las crean las ideologías sino “el hambre, la miseria, la injusticia y los deseos de cambio”.

Vale la pena recordar estos puntos específicos que constituyen en sí mismos las bases que deben guiar la reconstrucción de un futuro para Venezuela, que ayuden a la recuperación del prestigio y la esperanza que conlleva la práctica del poder en una sociedad que aspira a establecer una democracia rotunda y noble en sus intenciones de conquistar una vida mejor para toda la sociedad.

Finalmente, vale la pena recoger una reflexión de Carlos Franqui sobre lo que nos sucede ahora: “Desaparecido el comunismo como mito –con el fracaso soviético y las transformaciones en China–, los caudillos y militares han descubierto una técnica que consiste en llegar al poder con elecciones, para luego usar las nacionalizaciones y el control del Estado con el propósito de crear una dictadura”. Los venezolanos ya hemos visto esta película, ¿no les parece? 

Vía El Nacional
Que pasa Margarita

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