EN: https://www.elnacional.com/2025/12/a-millones-de-venezolanos-anonimos-les-pertenece-este-honor/
Con las nueve palabras del título de este editorial remató su discurso María Corina Machado, expresado con pasión y convicción en la voz de su hija Ana Corina Sosa. La premiada con el Nobel de la Paz, la líder del cambio político en nuestro país, no pudo llegar a tiempo a la solemne ceremonia de la entrega en Oslo. Fue, sin embargo, un acto vibrante que sintetizó la lucha librada en Venezuela por la democracia y la libertad durante las últimas tres décadas, enraizada con el espíritu de la primera Constitución del país, en 1811, que cabe aún en menos palabras: “cada ser humano tiene su dignidad personal.”
Eso es al fin y al cabo, y doscientos años después, el meollo de la “larga marcha” hacia la libertad que los venezolanos libran contra una dictadura brutal que ha “asesinado, encarcelado y exiliado”.
Recuperar la dignidad es poder respirar, gritar, sentar a los nietos sobre las rodillas para contarle historias, abrazar a los hijos, carecer de temor para decir lo que se piensa. Vivir una vida que valga la pena vivir.
María Corina Machado, la premio Nobel de la Paz 2025, ha hecho valer cada palabra de su compromiso con los venezolanos, los que votaron -contra viento y marea- en la primaria de 2023, que la convirtió en la líder de las fuerzas opositoras, y los millones y millones que concurrieron a las urnas el 28 de julio de 2024 con la fe puesta en que era posible dejar atrás la oscuridad mediante el voto, como se hizo durante 40 años sin drama y con seguridad en que la soberanía popular era respetada.
El cambio político es, sin embargo, complejo, duro, terco. Existe un liderazgo reconocido y admirado en la mayoría de la población; existe la firme convicción de los venezolanos de poner fin a un nefasto ciclo histórico y abrir otro, donde el respeto, la ley y la justicia deben ser primordiales. No tendría por qué haber más condiciones para que se produjera el relevo del poder al mando, que ejerce un mandato ilegítimo, además de doloroso y sin promesa de futuro.
Cuando el régimen, y sus cómplices, exigen consideraciones especiales para su abandono del poder, más allá de perder una elección convocada por el propio régimen y disputada bajo sus reglas desiguales y ventajistas, estamos en presencia de un acto de violencia política y de desapego a todas las normas de la convivencia. Que, además, no se corresponde con el trato, de cumplimiento escrupuloso de la ley y la Constitución, que se concretó en el reconocimiento de la victoria de Hugo Chávez en 1998.
Desde el inicio desquiciaron a los ciudadanos y a las instituciones con su pretensión, tristemente convertida en realidad, de que conservarían el poder por veinte años o más, en claro desafío a los principios constitucionales de la propia carta magna elaborada bajo su conducción. El resultado es un país sin norte, sin leyes, sin respeto, que es un estorbo para la comunidad democrática internacional y que se ha empeñado en abrir heridas entre los venezolanos.
Frente a esa realidad de corrupción y mentiras, la libertad -como escribió María Corina, en el texto leído por su hija- está viva en el corazón de los venezolanos, y ha sido y es la fuerza poderosa de la lucha que el mundo reconoce aún más hoy, después de la ceremonia de entrega del Nobel de la Paz.
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