Francisco J. Faraco
En las economías socialistas el mercado es reemplazado por la burocracia partidista, la codicia burguesa por la arbitrariedad (y a veces ignorancia) de los funcionarios, lo cual, unido a la falta de libertades, ha convertido la distopía marxista en un sistema probadamente incapaz de brindar oportunidades de realización plena y autónoma a los seres humanos individualmente considerados , de incentivar el talento y proveer sin restricciones las necesidades primarias o suntuarias del hombre moderno.
El caso venezolano como experimento socialista es único. Por primera vez un Estado rico, riquísimo, es capturado por una alianza militar-civil-nacional-extranjera para rediseñarlo a favor de sus intereses políticos. Parte de dicho rediseño ha consistido en recorrer, una vez más, la vía clásica de los petroestados del desierto: controles de todo y subsidios para todos, este vez llevada a unas magnitudes simétricas con el tsunami de ingresos petroleros que ha deslavado la conciencia de muchos y destruido la precaria institucionalidad que nos quedaba, y con los mismos resultados de siempre: más para quienes ya tienen y para quienes tienen más acceso al Poder, menos para la mayoría. Analicemos esta afirmación en cinco campos: precios de los productos de la dieta familiar, precios de la gasolina, tasas de interés, tipo de cambio y empleo.
El precio regulado, controlado o, congelado de un producto tiene como propósito lograr que se venda por debajo de su precio de equilibrio. Mientras aparece la escasez de oferta los segmentos más pudientes y mejor informados de la población pueden adquirirlo en mayores cantidades de lo usual para almacenarlo, captar más subsidio y protegerse temporalmente del desabastecimiento, cuando este aparece y el producto se transa en mercado grises y negros, el subsidio desaparece de las redes formales de comercialización, quienes menos tienen deberán moverse hacia sucedáneos de inferior calidad, quienes más tienen liquidan el inventario acumulado en sus despensas y quienes tienen los contactos para adquirirlos y venderlos sin la amenaza del allanamiento o el linchamiento publico hacen su agosto. A la larga se reduce al mínimo la producción interna, se desvía la importación hacia abastecedores de menor calidad y al consumidor enjaulado se le obliga a escoger entre una gama estrecha de chatarra. Ganan los menos y pierden los más.
Por costumbre lleno el tanque de gasolina de mi carro los domingos, nunca llega el marcador del surtidor a cinco bolívares, es decir $1.16 a 4.30 o $0.27 al otro cambio. En la vecina Colombia los 40 litros no bajarían de $50, generándose así un diferencial de precios que incentiva desmesuradamente el llamado contrabando de extracción. Sería absurdo, en un país donde todos se mueve por tierra, fijar el precio de la gasolina a su niveles internacionales, así como es ridículo el “chip”de control para los vehículos en las zonas fronterizas, siendo que es cosa sabida que el gran contrabando de extracción pasa por carreteras, alcabalas y ríos, en camiones tanques decorados y en gabarras perfectamente identificadas, por lo cual uno concluye que el subsidio es para todos pero se reparte desigualmente: al dueño de un carro particular cerca de $200/mes y a quienes pasan para Colombia una gandola con 36.000 litros les quedan tres millones doscientos mil bolívares, equivalentes a 121 años de ingresos de un pensionado. Se comen hasta el plato los menos con Poder y recibimos una lenteja los más dizque “empoderados”.
Actualmente la mejor tasa de interés para un ahorrista es 12.5% anual, 800 puntos básicos por debajo de la inflación, por tanto quien depositó Bs. 100 en un banco a principios de año puede adquirir en productos al final solo el equivalente real de Bs. 92, en tanto que quien tomo en préstamo los cien bolívares del ahorrista y pago en intereses promedio 16.40% se gano 360 puntos básicos. El esquema de tasas de interés decidido por el BCV empobrece al ahorrista neto y enriquece al prestatario neto, el subsidio fluye entonces de los menos ricos a los más ricos, de los trabajadores a los empresarios y, siendo que el gobierno es el mayor deudor neto de la banca, de los ciudadanos privados al gobierno. En los doce meses de 2012 el deterioro de la capacidad adquisitiva de los fondos acumulados por las personas naturales en las cuentas de ahorro bancarias lo estimamos en unos Bs. 7.309 millones, el 7.6% del saldo a diciembre, el cual, recíprocamente, fue captado por los mencionados deudores netos el primero de los cuales es el gobierno. Ganan los menos y perdemos los más.
El tipo de cambio promedio estimado del dólar legal (Cadivi mas Sitme) es alrededor de Bs. 5.35/$, el otro tipo de cambio más que triplica a este, así que no existe mejor “negocio” que reciclar dólares legales hacia el otro mercado, obtenidos unos mediante la sobrefacturación de importaciones y otros mediante el manejo de fondos y deudas en divisas que nadie parece controlar.
El monto del fraude por sobrefacturación de importaciones es incalculable, algunos lo estiman en el equivalente al 30% del valor contabilizado de las mismas por el BCV (el Presidente de Fedecámaras mencionó este porcentaje en entrevista que le hizo el periodista Vladimir Villegas el pasado 17 de enero), lo cual habría significado unos $ 15.000 millones en 2012. El otro mecanismo se ha conocido por los escándalos que revientan en el exterior pero que aquí no se investigan: Illaramendi, maletín de Cristina, cierre de cuentas de venezolanos “políticamente expuestos” en bancos norteamericanos y europeos, chatarra militar, negociados con gobiernos de países que encabezan el ranking de la corrupción (Rusia, China, Bielorrusia, Argentina) y los demás que desconocemos. Ganan los traficantes del Poder y perdemos todos los más.
Para dejar caer unas sobras del plato el gobierno ha mantenido dos subsidios cambiarios accesibles para todo el mundo uno y a quienes satisfagan la “tarea”el otro, me refiero a los boletos de avión para vuelos internacionales y a las divisas que se otorgan a quienes viajan al exterior. Para el mismo destino quienes viajan en primera clase (los ricos) reciben un subsidio mayor que los apretados de económica (no ricos), quienes viajan lejos más que los que van cerca. El calvario de hacer uso de los dólares Cadivi es horrendo, bien lo saben los llamados “beneficiarios”. Muchas veces me pregunto cuantas planillas y carpetas completo el gordo Antonini Wilson para llenar con verdes el maletín de Cristina.
Con dos millones de viajeros internacionales en 2012 (declaraciones del presidente ejecutivo de Alalv) asumiendo un precio promedio de $600 por boleto estamos hablando de un gasto anual de $ 1.200 millones que multiplicado por la diferencia ente los tipos de cambio legal y el otro (Bs. 11.65/$) supondría un subsidio de casi catorce mil millones de bolívares (Bs. 7000 por viajero), tres meses de ingresos de un pensionado.
Sin duda que el sistema cambiario imperante es, al igual que sus predecesores, la fuente mágica del enriquecimiento ilícito, la expresión más notoria de la corrupción venezolana, adornada con unos chorritos miserables que encubren su fetidez, y que esta dirigencia revolucionaria, socialista, chavista y antiimperialista, mantiene funcionando en beneficio propio y de sus amigos. Por cierto que Cadivi por acción y Sitme por omisión son monstruos engendrados por el monje Giordani. Gracias Jorge, dicen unos pocos, mientras la inmensa mayoría del país paga en carestía su marxismo de otoño.
La tasa de desempleo en Venezuela según las estadísticas fabricadas en el Instituto Nacional de Embustes (INE) para la propaganda interna y cobear a los organismos internacionales fue de 6.4% al cierre de noviembre de 2012, pero con el 42.5% de la población económicamente activa “matando tigres” en la buhonería, el mototaxismo y otras actividades de baja calidad y mucha precariedad. La mitad casi de nuestros paisanos continua careciendo, al igual que en 1998, de trabajo estable, lo cual evidencia que ni el sector publico ni el sector privado han sido capaces de generar empleo en cantidad, calidad y remuneración cónsonos con el crecimiento de la población económicamente activa. Hasta 1998 el gobierno descargo en el empresariado privado buena parte de esa responsabilidad, a la par que estableció un contexto macroeconómico contradictorio, un marco regulatorio inapropiado y, en algunas ocasiones, una selección adversa y perversa de sus “asociados”, el resultado: 49.8% de informalidad en la fuerza laboral al cierre de 1998. La revolución rompió con ese modelo y opto por incrementar el empleo público de bajísima calidad, ha volcado nadie sabe cuántos millones de dólares en proyectos fracasados, mantiene nominas enormes en empresas estatales inviables y recurre a la inamovilidad, mecanismo que si bien cierra el trafico de mano de obra de la formalidad a la informalidad, también lo detiene en sentido inverso, perjudicando a las personas trabajadoras, responsables y con deseos de futuro y beneficiando al flojo, irresponsable, sin visión de futuro , el resultado: 42.5% de “ocupados en el sector informal”, siete puntos porcentuales menos que en 1998, aun cuando los cambios metodológicos no hacen comparables las cifras. Gana la minoría de flojos “inamovibles” y pierde la mayoría de venezolanos con deseos y necesidad de trabajar.
Cuando siempre ganan los menos y pierden los mas por voluntad del propio gobierno, la clase política dominante carece de conciencia o busca empobrecernos más para dominarnos mejor.
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