FRANCISCO JOSÉ VIRTUOSO SJ| EL UNIVERSAL
jueves 27 de marzo de 2014 12:00 AM
Atravesamos una severa crisis política, que está degenerando en formas cada vez más agresivas de confrontación violenta. Los representantes del Estado parecen empeñados en emplear todos los medios posibles para exterminar a quienes consideran sus enemigos. Al uso exagerado de la fuerza pública para contener las innumerables manifes- taciones, con la consiguiente violación de derechos humanos que ello ha traído consigo, se suma la persecución contra los dirigentes de un partido político acusándolos de propiciar hechos subversivos. En esta última semana, se han ensayado fórmulas expeditas para destituir a dos alcaldes y a una parlamentaria, a la vez que está latente la voluntad de emplear los mismos métodos para los alcaldes de oposición de los municipios del área metropolitana de Caracas. Todo ello está envuelto en un discurso oficial que pretende justificar tales acciones bajo el argumento de que "hay un plan político destinado a derrocar al presidente Nicolás Maduro.
En la oposición, se carece de unidad, de representación y conducción concertada. La Mesa de la Unidad dejó de ser tal hace mucho tiempo. Los liderazgos y partidos políticos se han fraccionado y cada quien tiene consignas propias. El descontento que se expresa en las calles tiene su propia agenda y espacios también fraccionados de concertación y acuerdos. Cada marcha termina con otra convocatoria para un evento similar. En diversas ocasiones, otras formas de manifestación han tomado lugar, cayendo en expresiones de violencia, en donde han perdido la vida algunas personas y se han producido daños a propiedades públicas.
Soy de los que creo que la crisis que vivimos hoy en Venezuela es de hondo calado. La forma en la que se ha gobernado el país desde la muerte del presidente Chávez ha profundizado el sentimiento de exclusión para la mitad del país. La gravedad de la crisis económica que padecemos y sus consecuencias sociales se ha encargado de exacerbar los problemas. Se trata de una crisis holística, sistémica, que de seguir alimentándose nos arrollará a todos. Lo que estamos viviendo estos días no es más que una manifestación de ella.
De allí que es una obligación de todos, pero especialmente del Estado, trabajar por la creación de espacios reales de encuentro y debate que ayuden a poner las bases para el acuerdo y el entendimiento. Pero para ello es imprescindible la presencia de un mediador activo, que pueda hacer entrar en razón a los actores en conflicto y contribuya a crear las condiciones para que se canalicen políticamente los desacuerdos. En estos días nos visita la misión de Unasur, ojalá entiendan la misión estelar que pueden jugar.
En la oposición, se carece de unidad, de representación y conducción concertada. La Mesa de la Unidad dejó de ser tal hace mucho tiempo. Los liderazgos y partidos políticos se han fraccionado y cada quien tiene consignas propias. El descontento que se expresa en las calles tiene su propia agenda y espacios también fraccionados de concertación y acuerdos. Cada marcha termina con otra convocatoria para un evento similar. En diversas ocasiones, otras formas de manifestación han tomado lugar, cayendo en expresiones de violencia, en donde han perdido la vida algunas personas y se han producido daños a propiedades públicas.
Soy de los que creo que la crisis que vivimos hoy en Venezuela es de hondo calado. La forma en la que se ha gobernado el país desde la muerte del presidente Chávez ha profundizado el sentimiento de exclusión para la mitad del país. La gravedad de la crisis económica que padecemos y sus consecuencias sociales se ha encargado de exacerbar los problemas. Se trata de una crisis holística, sistémica, que de seguir alimentándose nos arrollará a todos. Lo que estamos viviendo estos días no es más que una manifestación de ella.
De allí que es una obligación de todos, pero especialmente del Estado, trabajar por la creación de espacios reales de encuentro y debate que ayuden a poner las bases para el acuerdo y el entendimiento. Pero para ello es imprescindible la presencia de un mediador activo, que pueda hacer entrar en razón a los actores en conflicto y contribuya a crear las condiciones para que se canalicen políticamente los desacuerdos. En estos días nos visita la misión de Unasur, ojalá entiendan la misión estelar que pueden jugar.
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