Fernando Mires
Me disponía a escribir acerca de la crisis del gobierno de Michelle Bachelet. Justo en ese momento llegó la noticia de un nuevo terremoto en Chile. Postergué entonces el artículo para otra ocasión. Pese a que en Chile la gente está más acostumbrada a los terremotos que los esquimales al frío, habría sido de mal gusto escribirlo. Así, de un minuto a otro, la persona de Bachelet dejó de interesarme. Hube de cambiar el tema.
No es primera vez que me sucede. No han sido pocas las situaciones en las cuales me dispongo a escribir y de pronto un golpe de estado por allá, un atentado por acá, el fallecimiento de un prócer, en fin, cualquier hecho se interpone entre mi mente y mis dedos. Aparte de las pérdidas de tiempo que esas interferencias provocan, es también una de las razones por las cuales la política es como es.
La política es “cosa viva” y por lo mismo imprevisible y contingente. La política se decide en “el ahora” y en “el aquí”, día a día. Si pensamos de modo político no podemos ser futuristas. Eso no significa por supuesto que no hay que planificar, o renunciar a programas de acción o no hacer propósitos para los tiempos que vienen. Solo se trata de no olvidar que todos esos planes, programas y propósitos no son más que simples probabilidades.
La historia del futuro no ha sido escrita como piensan todavía algunos marxistas, exponentes de la ideología más futurista y por lo mismo más metafísica que haya sido producida durante la modernidad. El tiempo verbal del futuro no es el futuro sino el condicional. Gracias a Dios. Si el futuro estuviera prescrito, la vida política sería la cosa más aburrida del mundo. Es por eso que quien ha decidido pensar de modo político debe estar preparado para vivir de acuerdo al principio de la contingencia. La historia no persigue ningún objetivo final. Ella se va haciendo como resultado de nuestras acciones, muchas erradas; otras, no tanto.
¿Por qué escribo estas frases? Quizás debo explicarme: Las escribo después de haber leído un artículo donde por millonésima vez encontré citada —como si fuera un gran golpe de autoridad— la famosa frase de George Bernard Shaw: “Un político piensa en las próximas elecciones, el estadista en las próximas generaciones”.
El artículo de marras, escrito desde una posición conservadora, es una crítica a Ángela Merkel por su actitud mantenida frente al éxodo que viene de Siria. Según su autor, Merkel sólo piensa en las próximas elecciones y no en las próximas generaciones. Razón por la cual he decidido confrontarme no con el autor, sino con la premisa del artículo: la famosa frase del famoso G. B. Sh.
Y lo diré de una vez por todas: la famosa frase que hizo famosa G. B. Sh. es una de las estupideces más grande que he leído en mi vida.
De acuerdo al artículo —es sólo uno entre varios escritos según el mismo tenor— la canciller Merkel, en aras del bienestar de las futuras generaciones de Alemania, debería haber erigido alambradas y muros para que no penetren a su país las actuales geneneraciones de sirios (e iraquíes y afganos). Debería haber enviado en su contra a la policía, con perros de presa y bombas de gases para que las actuales generaciones de jóvenes alemanes hubieran visto como reacciona el Estado frente a gente que huye de una guerra en la cual participa la propia Alemania.
¿Y si las futuras generaciones se toman de nuevo la cabeza a dos manos cuando se enteren de la mendacidad de las actuales generaciones que no hicieron nada por ayudar a tantas familias que huían de la guerra? ¿Otra vez las futuras generaciones deberán avergonzarse de las generaciones anteriores como se averguenzan hoy día despues de que estas hicieron estallar dos guerras mundiales con sus consecuentes millones de muertos caídos en nombre —así dijeron los políticos antes de 1914 y antes de 1939— de las futuras generaciones?
Merkel, al abrir las fronteras sentó un ejemplo de decencia política, seguido después por otros gobiernos de Europa. Demostró, arriesgando el máximo, que nadie puede ser leal con las futuras generaciones si no se piensa, en primer lugar, en la mantención de la solidez moral de las generaciones presentes.
El gran estadista —y Merkel es una gran estadista— es el político que en primer lugar piensa en las actuales generaciones y no en un futuro lejano que nadie sabe cómo será. Y por supuesto, como toda política, Merkel también piensa en las próximas elecciones. La política de Ángela Merkel —así como la de Barack Obama— no es futurista. Es existencial. Como existencial y no futurista fue el rol asignado al líder político por el Papa Francisco en su extraordinario discurso pronunciando en el Congreso de los EE UU: “Un buen líder político” —dijo el Papa— “es uno que, con los intereses de todos en mente, ve el momento con un espíritu de apertura y pragmatismo. Un buen líder político siempre opta por inicar un proceso en lugar de procesar espacios”.
G.B Sh. en su famosa frase que hoy citan y citan con devoción tantos columnistas (de derecha o izquierda, da igual) intentó establecer en cambio una diferencia radical entre el político y estadista. ¿Pero quién le dijo a G. B. Sh. qué el estadista no es un político? El estadista es un político que actúa desde el Estado. Nada más. En ese sentido, Hitler y Stalin Castro y Pinochet también fueron estadistas.
La famosa frase de G. B Sh. sugiere que pensar en las próximas generaciones es algo superior a pensar en las próximas elecciones. ¿Otra vez hay que decirlo?: Hitler y Stalin, Castro y Pinochet nunca pensaron en las próximas elecciones sino, desde la locura de cada uno, en las próximas generaciones. Hitler en un milenario Tercer Reich, Stalin en el comunismo mundial, Castro en el socialismo continental y Pinochet en una república sin políticos. Todos ellos fueron futuristas. En nombre de una ideología del futuro desvalorizaron al tiempo presente y con ello a los seres humanos que lo habitaban.
No ha habido tirano que no haya imaginado ser portador de grandes visiones futuras. Pensar en las “futuras generaciones” ha sido siempre coartada de tenebrosas dictaduras. Al final, pese a sus crímenes, imaginan todos que “la Historia las absolverá”.
Helmuth Schmidt, el ex canciller socialdemócrata alemán, sin dudas un gran político y mejor estadista, preguntado una vez acerca de cuales eran sus visiones, respondió: ¿Visiones? Los que tienen visiones deben irse a la psiquiatría”. Creo que esa podría ser una excelente respuesta a la famosa frase proclamada por G. B. Sh.
La frase correcta de G. B. Sh. debería haber sido la siguiente: “Un político que no piensa en las próximas elecciones no merece ser un estadista”.
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