Ya algo pasará...
Creemos más en un Mesías o en un algo pasará, que en nuestra propia razón
ORLANDO VIERA-BLANCO | EL UNIVERSAL
martes 16 de noviembre de 2010 12:00 AM
Vamos al límite de lo impensable. Redunda repetir lo que pasa en materia de inseguridad, propiedad, inflación o derechos civiles. La injusticia y la anarquía, se han hecho cotidianas. ¿Por qué lo toleramos? La respuesta luce previsible: porque hemos perdido el interés y la confianza en nosotros mismos. Creemos más en un Mesías o en un algo pasará, que en nuestra propia razón. Y lo que no queremos aceptar es que ello comporta un acto de evasión de lo cual todos somos responsables... y víctimas.
Desconfiamos los unos de los otros, y no escatimamos en despojarnos a nosotros mismos. "Que me lo quiten todo, pero jamás me quitarán mis principios ni mi dignidad... ". ¿Eso es así?... Cuidado. La reacción frente al despojo (de un territorio, derecho o mujer), es el conductor de duelo más antiguo de la humanidad. Pero la apatía sería la ofrenda más servil de las tiranías. No se trata de vencer el hambre o la miseria. Se trata de contener el abuso de un acto despótico. Y eludirlo, es deshonroso... El Estado surgió como expresión normativa dirigida a evitar que el hombre hiciera justicia por sus manos. En la avaricia, en la calumnia, el Estado protege la reputación y el decoro. En la violencia, el Estado garantiza la vida y la seguridad. En el despojo, el Estado defiende la propiedad. Pero cuando el Estado se convierte en un Leviatán -en un monstruo que todo lo devora y lo cercena-, el hombre debe desconocerle y rescatar su civilidad. Así pasó desde los tiempos tribales hasta nuestros días. La razón hizo al hombre libre de sus desenfrenos e inclemencias. Pero la dependencia, el destemple y la pereza, lo hizo esclavo.
Me comentaba una amiga. 'Nos podrán expropiar nuestros bienes, pero no nuestra actitud'. Comentó mi esposa: 'Nos quitarán la casa, pero no la convicción. Me decía mamá: 'Nos dejarán sin bienes, ¡pero jamás nos robarán el alma!'. Pues no amiga mía. No mujer, no madre, no amigo lector. Como poco se ha visto en tiempos de modernidad en la cual libertad y la propiedad son extensiones de la vida misma, a los venezolanos nos están arrebatando nuestra actitud, nuestros ideales, ¡nuestro espíritu!, porque al ser arrebatados de aquello que nos corresponde en derecho, estamos renunciando a vivir como toca vivir: con decoro, con esperanza, con fe, y en fin, con derecho a soñar. Y sin eso poco importa lo demás...
Nada pasará, si no hacemos que las cosas pasen. Nada cambiará, si no hacemos que las cosas cambien. Nadie nos rescatará si no nos rescatamos a nosotros mismos y nada se evitará si no nos oponemos. Porque lo que ha demostrado la historia, es que los Moisés sólo existen en la Biblia y los cambios siempre los ha fraguado el hombre, desde su feudo, desde su cuerpo, desde su razón, sobre la misma tierra.
Desconfiamos los unos de los otros, y no escatimamos en despojarnos a nosotros mismos. "Que me lo quiten todo, pero jamás me quitarán mis principios ni mi dignidad... ". ¿Eso es así?... Cuidado. La reacción frente al despojo (de un territorio, derecho o mujer), es el conductor de duelo más antiguo de la humanidad. Pero la apatía sería la ofrenda más servil de las tiranías. No se trata de vencer el hambre o la miseria. Se trata de contener el abuso de un acto despótico. Y eludirlo, es deshonroso... El Estado surgió como expresión normativa dirigida a evitar que el hombre hiciera justicia por sus manos. En la avaricia, en la calumnia, el Estado protege la reputación y el decoro. En la violencia, el Estado garantiza la vida y la seguridad. En el despojo, el Estado defiende la propiedad. Pero cuando el Estado se convierte en un Leviatán -en un monstruo que todo lo devora y lo cercena-, el hombre debe desconocerle y rescatar su civilidad. Así pasó desde los tiempos tribales hasta nuestros días. La razón hizo al hombre libre de sus desenfrenos e inclemencias. Pero la dependencia, el destemple y la pereza, lo hizo esclavo.
Me comentaba una amiga. 'Nos podrán expropiar nuestros bienes, pero no nuestra actitud'. Comentó mi esposa: 'Nos quitarán la casa, pero no la convicción. Me decía mamá: 'Nos dejarán sin bienes, ¡pero jamás nos robarán el alma!'. Pues no amiga mía. No mujer, no madre, no amigo lector. Como poco se ha visto en tiempos de modernidad en la cual libertad y la propiedad son extensiones de la vida misma, a los venezolanos nos están arrebatando nuestra actitud, nuestros ideales, ¡nuestro espíritu!, porque al ser arrebatados de aquello que nos corresponde en derecho, estamos renunciando a vivir como toca vivir: con decoro, con esperanza, con fe, y en fin, con derecho a soñar. Y sin eso poco importa lo demás...
Nada pasará, si no hacemos que las cosas pasen. Nada cambiará, si no hacemos que las cosas cambien. Nadie nos rescatará si no nos rescatamos a nosotros mismos y nada se evitará si no nos oponemos. Porque lo que ha demostrado la historia, es que los Moisés sólo existen en la Biblia y los cambios siempre los ha fraguado el hombre, desde su feudo, desde su cuerpo, desde su razón, sobre la misma tierra.
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