Tuesday, April 8, 2014

Autogolpe y aislamiento internacional

En: Recibido por email. Vino truncado al comienzo

Héctor E. Schamis

morato, un régimen de origen electoral, pero con todo el poder del
Estado en manos del presidente y ejercido a través del accionar ilegal
de los servicios de inteligencia.

Se observa en Venezuela igual innegable aire de familia.

Maduro no necesitó tomar control del Poder Judicial, porque éste
funciona como apéndice del Ejecutivo desde hace tiempo, ni tampoco
disolvió la Asamblea Nacional.

No obstante, el desafuero de María Corina Machado, en tiempo récord y
precisamente con la expedita certificación del Tribunal Supremo, es un
autogolpe.

El número de diputados removidos de sus curules es lo que menos
importa. Uno o todos, en ese acto se institucionaliza el
avasallamiento del Parlamento, se oficializa que la suma del poder
público está concentrada en el Ejecutivo.

Sin separación de poderes ni contrapesos no hay democracia -- las
migajas que quedaban, dirían los venezolanos desde las calles.

En una decisión ilógica para su propia supervivencia, sin embargo, con
la destitución de María Corina Machado es el propio Maduro quien
instala en el resto de América Latina la noción de que su régimen es
autoritario.

Para reafirmarlo, Machado viajó primero a Lima y luego a Brasilia, y
Williams Dávila viajará a México la semana próxima.

Ya existe además una invitación del Congreso paraguayo y gestiones de
diputados de oposición argentinos para recibirlos en Buenos Aires.

Serán más y la razón es muy simple: empatía y solidaridad de colegas.

Si Maduro supiera cómo funciona la democracia, lo habría previsto.

Ahora es estéril el blindaje que intentó la OEA.

Tampoco importa que los Gobiernos continúen desmemoriados, que Dilma
calle por conveniencia, que Cristina Kirchner hable demasiado y que
Peña Nieto opte por el argumento de la no interferencia.

Los parlamentarios de la región saben que tienen que evitar que ese
ejemplo pueda imitarse.

Ellos también son víctimas - ocasionales o habituales - de la
intimidación de sus superpresidentes, esa recurrente patología
latinoamericana.

Hoy es una diputada despojada de su investidura en Venezuela, mañana
pueden ser otros en cualquier país de la región y con cualquier otro
pretexto.

De todas las líneas que Maduro cruzó, esta es la más inexplicable de
todas. Autoinfligida, Maduro acaba así con la relativa neutralidad de
América Latina.

Esta manifiesta irracionalidad coincide con un creciente aislamiento externo.

De hecho, el contexto internacional ha cambiado en las últimas semanas.

Primero fue Cuba, a fin de marzo, con una ley de inversión extranjera
amplia y atractiva.

Esa ley puede leerse como la admisión implícita que los recursos
venezolanos están llegando a su fin.

La "solidaridad revolucionara" de los Castro también podría descender
en proporción directa a la caída de esos recursos.

El agotamiento de la petrodiplomacia también se confirma en Nicaragua,
donde la cooperación se ha reducido considerablemente desde la muerte
de Chávez.

Los observadores esperan cortes más pronunciados este año, así como
una fuerte caída de las exportaciones a Venezuela, hasta hoy el
segundo mercado de los productos nicaragüenses.

A la evolución negativa de los flujos fiscales y comerciales debe
agregarse el más que negativo flujo normativo, el de los valores y
derechos.

Primero fue Amnistía Internacional, con un informe concluyente que
documenta los abusos y torturas, con números precisos e identificando
a las víctimas.

Luego llegó el documento de la Conferencia Episcopal Venezolana, que
en un lenguaje sin ambigüedades denuncia que la crisis es consecuencia
del llamado "Plan de Patria" escrito por Chávez.

La Iglesia usa el término "totalitarismo"-- nada menos -- para
caracterizar el orden político que el Gobierno intenta imponer.

En este contexto de aislamiento y desconcierto se puede interpretar
también la columna de Maduro en el New York Times, deseoso de
intercambiar embajadores y apelando a la buena voluntad de Obama y de
todo aquel que quiera "contribuir al dialogo y la paz".

Aunque sea pura retórica -- y la retórica es la materia prima de la
política -- si ese gesto perteneciera a la sección boxeo de un
periódico, el título de la crónica sería Maduro arroja la toalla.

A diferencia de Fujimori, cuyo poder estaba en alza en el momento del
autogolpe, el de Maduro está en descenso.

El desafuero de Machado aparece como un error que por sí mismo podría
estar señalando un punto de inflexión.

La democracia no necesariamente está a la vuelta de la esquina, pero
el frente externo parece estar abriéndose para los demócratas
venezolanos.

El régimen comienza a aislarse y ese es un cambio que no puede pasarse por alto.

En muchas transiciones, así fue el primer paso.

Héctor Schamis es profesor en Georgetown University, Washington DC.

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