El juego de Obama es para detenerse a analizarlo detenidamente: mientras negocia con los cubanos en la Habana, no cesa de presionar a los funcionarios del régimen chavista. ¿Cuál es su verdadero objetivo? ¿Dónde está su jugada? ¿En la Habana o en Caracas? ¿Utiliza las presiones sobre los funcionarios venezolanos como cartas de negociación con los cubanos? ¿O al revés? Porque hacia allá (en parte) apuntan las sanciones: la corrupción. El Estado chavista es profundamente corrupto.
Por
Pedro Benítez. @PedroBenitezF.- Si como se dice que una imagen vale más
que mil palabras, la cara de circunstancias de la fiscal Katherine
Harrington Padrón en la cadena de anoche lo dijo todo. El ambiente
general y los gestos de los enfocados por las cámaras durante la
perorata presidencial estaban más cercanos a un velorio que a un desafió
antiimperialista.
La administración Obama le está dando a la jerarquía chavista donde más les duele.
Aquí se está ensayando una forma de presión inédita. En Washington saben desde hace algún tiempo (aunque que lo reconozcan tarde), que los embargos comerciales y bloqueos nunca han conseguido el objetivo de provocar el cambio de régimen en ningún país.
Ese procedimiento no funcionó en Rusia luego de la revolución bolchevique, no funcionó en la España de Franco luego del fin de la Segunda Guerra Mundial, no funcionó con la China de Mao, y no sirvió en el Irak de Hussein luego de la Primera Guerra del Golfo. En los tres primeros casos a los respectivos gobiernos norteamericanos no les quedó otra opción más práctica que reconocer a los regímenes de turno y sentarse a negociar. En el caso Irak, Bush hijo apeló al recurso de una costosa invasión, luego de años de inútiles sanciones económicas.
Y en el caso de Cuba se puede aplicar aquella frase del primer ministro británico sir Winston Churchill según la cual: “se puede tener la seguridad que los americanos siempre harán lo correcto…una vez hayan agotado todas las demás alternativas”.
En todos los casos anteriores la historia siempre fue la misma: la sanciones económicas alejaron a cada país de la órbita económica de Estados Unidos (al final del día su carta fuerte), castigaron a su población, no afectaron en demasía la vida cotidiana de la élite gobernante y por el contrario la reforzaron en el poder, pues, entre otras cosas, le dio la posibilidad de traspasar la responsabilidad de su propio fracaso al enemigo yanqui.
Ahora bien, el mismo presidente norteamericano que luego de 54 años reconoce la inutilidad del embargo económico contra Cuba, decide hacer uso de una nueva legislación para personalizar las sanciones contra funcionarios venezolanos.
Un trato para los Castro y otro para los hijos de Chávez. ¿Por qué? Esta cuestión tiene lleno de perplejidad a los medios de Miami.
La relación de Estados Unidos con Venezuela es paradójica. El gobierno venezolano se dice en lucha en contra de los intereses “imperiales” de ese país, financia una red mundial antiamericana con los dólares provenientes del petróleo que le vende a Estados Unidos. Y si el gobierno de esta nación decidiera no comprarle más petróleo a su supuesto enemigo, Venezuela sería la víctima.
El hecho es que Venezuela está en la órbita económica de Estados Unidos. El gobierno de ese país va hacer uso de eso, sabe que alejar a Venezuela sería un error.
La crisis económica más temprano que tarde obligará a Maduro a ceder y sentarse a negociar con factores nacionales e internacionales y la administración Obama pretende ser parte de eso.
Y el otro hecho es que la revolución chavista ha sido una oportunidad de ascenso social y mejores ingresos económicos para una gran cantidad de personas que han aprovechado la oportunidad para hacer carrera sirviendo al régimen, en un contexto en el cual esa misma revolución no ha podido modificar los hábitos y aspiraciones consumistas de sus propios partidarios, que entre otras cosas pasan por pasear por los centros emblemáticos de la Republica del Norte.
En ese sentido el referéndum sobre la reforma del 2007 fue muy revelador. La mayoría del electorado votó por Chávez, por la misiones, por el mayor gasto público, por más consumo, por el populismo petrolero, pero no le compró su discurso del socialismo del siglo XXI. Hasta allí llegó la “conexión religiosa”. La capacidad de seducción del prestidigitador se estrelló contra esa pared.
Esa es una diferencia esencial con la Cuba de Castro, que consiguió disciplinar y encuadrar a la población en su proyecto.
El juego de Obama es para detenerse a analizarlo detenidamente: mientras negocia con los cubanos en la Habana, no cesa de presionar a los funcionarios del régimen chavista. ¿Cuál es su verdadero objetivo? ¿Dónde está su jugada? ¿En la Habana o en Caracas? ¿Utiliza las presiones sobre los funcionarios venezolanos como cartas de negociación con los cubanos? ¿O al revés?
Ya no se puede reelegir y todo esto no le va a dar un voto. El régimen comunista cubano va de salida por una cuestión biológica, en cambio parece un momento propicio para intentar detener la deriva cada vez más abiertamente represiva de la cúpula chavista.
Le está metiendo presión al círculo militar y judicial más cercano al presidente venezolano. Llenándolo de dudas y poniendo en cuestión su determinación.
No descartemos que en realidad Obama esté intentando negociar con Maduro. ¿Por qué? Porque la política es eso.
También está intentando, y parece que lo va logrando, restablecer la influencia norteamericana en América Latina.
Por supuesto, todo esto implica riesgos. Para la oposición venezolana es un riesgo de cara a las elecciones parlamentarias.
¿El oficialismo puede utilizar el tema para desviar la atención de los problemas económicos? En principio sí. Pero…para la oposición es muy fácil darle la vuelta por la vía de la corrupción y de la inconsistencia en el mensaje antiimperialista.
Porque hacia allá (en parte) apuntan las sanciones: la corrupción. El Estado chavista es profundamente corrupto. El hedor es tal que no se puede ocultar.
¿Por qué un dirigente chavista revolucionario, socialista y antiimperialista tendría visas emitidas por Estados Unidos? ¿Cuantos ministros, gobernadores, generales, altos cargos o sus familiares más próximos tienen cuentas bancarias o propiedades en ese país?
Para los países hasta ahora aliados de la revolución venezolana, es muy difícil dar solidaridad automática con un régimen así. Corrupción y represión, dos instrumentos de poder, ahora convertidos en pies de barro.
La administración Obama le está dando a la jerarquía chavista donde más les duele.
Aquí se está ensayando una forma de presión inédita. En Washington saben desde hace algún tiempo (aunque que lo reconozcan tarde), que los embargos comerciales y bloqueos nunca han conseguido el objetivo de provocar el cambio de régimen en ningún país.
Ese procedimiento no funcionó en Rusia luego de la revolución bolchevique, no funcionó en la España de Franco luego del fin de la Segunda Guerra Mundial, no funcionó con la China de Mao, y no sirvió en el Irak de Hussein luego de la Primera Guerra del Golfo. En los tres primeros casos a los respectivos gobiernos norteamericanos no les quedó otra opción más práctica que reconocer a los regímenes de turno y sentarse a negociar. En el caso Irak, Bush hijo apeló al recurso de una costosa invasión, luego de años de inútiles sanciones económicas.
Y en el caso de Cuba se puede aplicar aquella frase del primer ministro británico sir Winston Churchill según la cual: “se puede tener la seguridad que los americanos siempre harán lo correcto…una vez hayan agotado todas las demás alternativas”.
En todos los casos anteriores la historia siempre fue la misma: la sanciones económicas alejaron a cada país de la órbita económica de Estados Unidos (al final del día su carta fuerte), castigaron a su población, no afectaron en demasía la vida cotidiana de la élite gobernante y por el contrario la reforzaron en el poder, pues, entre otras cosas, le dio la posibilidad de traspasar la responsabilidad de su propio fracaso al enemigo yanqui.
Ahora bien, el mismo presidente norteamericano que luego de 54 años reconoce la inutilidad del embargo económico contra Cuba, decide hacer uso de una nueva legislación para personalizar las sanciones contra funcionarios venezolanos.
Un trato para los Castro y otro para los hijos de Chávez. ¿Por qué? Esta cuestión tiene lleno de perplejidad a los medios de Miami.
La relación de Estados Unidos con Venezuela es paradójica. El gobierno venezolano se dice en lucha en contra de los intereses “imperiales” de ese país, financia una red mundial antiamericana con los dólares provenientes del petróleo que le vende a Estados Unidos. Y si el gobierno de esta nación decidiera no comprarle más petróleo a su supuesto enemigo, Venezuela sería la víctima.
El hecho es que Venezuela está en la órbita económica de Estados Unidos. El gobierno de ese país va hacer uso de eso, sabe que alejar a Venezuela sería un error.
La crisis económica más temprano que tarde obligará a Maduro a ceder y sentarse a negociar con factores nacionales e internacionales y la administración Obama pretende ser parte de eso.
Y el otro hecho es que la revolución chavista ha sido una oportunidad de ascenso social y mejores ingresos económicos para una gran cantidad de personas que han aprovechado la oportunidad para hacer carrera sirviendo al régimen, en un contexto en el cual esa misma revolución no ha podido modificar los hábitos y aspiraciones consumistas de sus propios partidarios, que entre otras cosas pasan por pasear por los centros emblemáticos de la Republica del Norte.
En ese sentido el referéndum sobre la reforma del 2007 fue muy revelador. La mayoría del electorado votó por Chávez, por la misiones, por el mayor gasto público, por más consumo, por el populismo petrolero, pero no le compró su discurso del socialismo del siglo XXI. Hasta allí llegó la “conexión religiosa”. La capacidad de seducción del prestidigitador se estrelló contra esa pared.
Esa es una diferencia esencial con la Cuba de Castro, que consiguió disciplinar y encuadrar a la población en su proyecto.
El juego de Obama es para detenerse a analizarlo detenidamente: mientras negocia con los cubanos en la Habana, no cesa de presionar a los funcionarios del régimen chavista. ¿Cuál es su verdadero objetivo? ¿Dónde está su jugada? ¿En la Habana o en Caracas? ¿Utiliza las presiones sobre los funcionarios venezolanos como cartas de negociación con los cubanos? ¿O al revés?
Ya no se puede reelegir y todo esto no le va a dar un voto. El régimen comunista cubano va de salida por una cuestión biológica, en cambio parece un momento propicio para intentar detener la deriva cada vez más abiertamente represiva de la cúpula chavista.
Le está metiendo presión al círculo militar y judicial más cercano al presidente venezolano. Llenándolo de dudas y poniendo en cuestión su determinación.
No descartemos que en realidad Obama esté intentando negociar con Maduro. ¿Por qué? Porque la política es eso.
También está intentando, y parece que lo va logrando, restablecer la influencia norteamericana en América Latina.
Por supuesto, todo esto implica riesgos. Para la oposición venezolana es un riesgo de cara a las elecciones parlamentarias.
¿El oficialismo puede utilizar el tema para desviar la atención de los problemas económicos? En principio sí. Pero…para la oposición es muy fácil darle la vuelta por la vía de la corrupción y de la inconsistencia en el mensaje antiimperialista.
Porque hacia allá (en parte) apuntan las sanciones: la corrupción. El Estado chavista es profundamente corrupto. El hedor es tal que no se puede ocultar.
¿Por qué un dirigente chavista revolucionario, socialista y antiimperialista tendría visas emitidas por Estados Unidos? ¿Cuantos ministros, gobernadores, generales, altos cargos o sus familiares más próximos tienen cuentas bancarias o propiedades en ese país?
Para los países hasta ahora aliados de la revolución venezolana, es muy difícil dar solidaridad automática con un régimen así. Corrupción y represión, dos instrumentos de poder, ahora convertidos en pies de barro.
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