ILDEMARO
TORRES
El país es tema obligado de toda
conversación, en cualquier lugar, fecha u hora; tenido en cuenta como el
escenario o marco en el cual se da la multiplicidad de incidencias que
conforman la vida diaria, unos se refieren a él con dureza crítica y hasta lo
niegan, otros lo celebran, y unos terceros se limitan en neutro a nombrarlo en
términos posesivos de “mi” o “tu” país, como un bien terrenal que de manera
natural nos pertenece a partir del instante mismo de nuestro nacimiento; pero
en cambio y en general, las alusiones siempre parecen corresponder a algo que
tenemos en frente, como sin ese vínculo de propiedad recíproca.
Se suele perder de vista que
cualquiera sea su equivalente físico o la sinonimia, considerado aldea,
comarca, provincia, terruño o territorio; o tenido por región, reino o nación;
no es una abstracción sino el resultado objetivo de lo que hacemos sus
habitantes, de cómo lo hacemos y de qué nos proponemos hacer. Y ¿qué es lo que
observamos hoy como fenómenos dominantes a nuestro alrededor?, ¿con qué
informaciones llenan los medios sus espacios? Son constataciones que tienen que
ser tomadas en cuenta por quien quiera que desee hacer una valoración justa del
presente, en función de análisis prospectivos de obligatoria ejecución al
preparar acciones concretas.
Al hundimiento que padece la
Venezuela militarizada, se suma el tener justo bárbaros al frente de áreas
fundamentales como la salud, la educación, las relaciones internacionales y la
cultura. Son asimismo de gravedad extrema la inseguridad y la criminalidad, con
sus secuestros y homicidios en una manifiesta devaluación de la vida humana y
sin que ello parezca ser motivo de preocupación oficial.
Pensamos entonces con dolor en la
Caracas degradada, buhonera y a merced del hampa, en la suciedad y estado de
ruina de sus calles y parques, y en la mendicidad instalada en cada esquina,
unido todo ello a la mistificación de su historia con un propósito político, la
aplicación del apelativo “bolivariano (a)” a cuanto se le ocurre al Gobierno,
la destrucción de obras de valor artístico o histórico, y a la búsqueda de una
ubicación social aún más baja; en síntesis, el atraso y la involución como
opción, y el resentimiento y el revanchismo como términos predominantes de
relación interpersonal.
Otro aspecto, triste y
vergonzante, lo es la negación del carácter constructivo y los aportes de miles
de inmigrantes, que hoy son acosados y agraviados con pancartas xenófobas en
las concentraciones del régimen. Me conmueve percibir a tantas personas así
entristecidas, ancianos sumidos en la más lamentable depresión al ver a este
lugar, que hicieron suyo y al que han amado, caer a las actuales condiciones de
miseria. Y quisiera escribir en justo homenaje a las personas llegadas de muy
lejos, que no sólo supieron incorporarse a la vida de estas latitudes y formar
un hogar, sino también y sobre todo hacer inmensos aportes a la construcción
del país. Pienso en la Venezuela solidaria con quienes buscaban una nueva
patria en la que fuera dable vivir, trabajar y crear; y así evoco también
a artistas venidos a enseñar con apasionada dedicación sus disciplinas, a
investigadores científicos, médicos, geógrafos, humanistas y junto a ellos
agricultores, magníficos artesanos, y tantos otros seres recordados con
profundo agradecimiento.
Parte importante de la felicidad
de aquellos inmigrantes fue el nacimiento de sus hijos y nietos en esta tierra,
pero ahora sufren la lejanía de esos descendientes, idos a repetir la
experiencia de buscar en otros sitios las oportunidades que antes era posible
encontrar entre nosotros; la patria definida ayer en una abierta hospitalidad
lo es hoy en una cerrada hostilidad.
Vía El Nacional
Que pasa Margarita
No comments:
Post a Comment