La semana pasada publiqué: “Qué Lástima”. Algunos comentaron que yo estaba deprimido. No es así. Les explico por qué.
—Qué bueno que a los venezolanos no nos pueden quitar 40 años de democracia, progreso y libertad, vividos antes de estos 15 años de atraso, división, maldad, cursilería y ruina.
—Qué bueno que durante los 40 años de democracia no era necesario pertenecer a ningún partido político, ni importaba ser pobre o rico para estudiar en las más prestigiosas universidades del país. Por ejemplo, en esos 40 años, el doctor Jorge Rodríguez, a pesar de su origen humilde, se graduó de médico.
—Qué bueno que a pesar del miserable salario de 1 dólar diario o menos, nuestros profesores universitarios siguen impartiendo clases.
—Qué bueno que tenemos asegurada una contundente victoria el 6-D.
—Qué bueno que con orgullo podemos decir que Leopoldo López, María Corina Machado, Carlos Ocariz, Henrique Capriles, Antonio Ledezma, Guillermo Aveledo, Ramos Allup, Chúo Torrealba y los estudiantes universitarios, son más valientes que aquellos que solo critican a través de las redes sociales desde Miami o tomando café en Venezuela.
—Qué bueno que existan editores valientes como Miguel Henrique Otero, Teodoro Petkoff y Rafael Poleo, quienes no se dejan amedrentar.
—Qué bueno que Venezuela es un país tan arrecho, que sobrevive a pesar del empeño que estos comunistas irresponsables, locos y malucos, ponen para destruirlo.
—Qué bueno que el venezolano no se deja engañar con el absurdo cuento de que este desastre es culpa de la guerra económica.
—Qué bueno que durante 40 años los venezolanos íbamos a los automercados, y no lo van a creer, se conseguía hasta papel tualé.
—Qué bueno que aún existan empresarios trabajando y luchando en Venezuela.
—Qué bueno que durante 40 años se construyeron hospitales, universidades, vías de comunicación y autopistas. Se construyó, además, el Teatro Teresa Carreño, el Puente sobre el Lago de Maracaibo, el Metro de Caracas, la súper urbanización de Caricuao, el Hospital de Niños, el Museo de Arte Contemporáneo, el Parque Central, la autopista Francisco Fajardo, la Cota Mil, el Aeropuerto Internacional de Maiquetía, la Represa del Gurí, las empresas de acero y de aluminio y muchísimas cosas que hoy disfrutamos.
—Qué bueno que los venezolanos, con los pies en la tierra, seamos optimistas y tengamos conciencia de que la maldad en el mundo nunca ha triunfado.
Y en fin, qué bueno que falta poco para decir:
¡Qué vaina tan buena!
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