ELÍAS
PINO ITURRIETA
Si consideramos que Maduro y sus operadores políticos tienen el pendejo
muy lejos, es importante la lección que podemos sacar del juicio llevado a cabo
de forma tan arbitraria contra Leopoldo López. Imaginaban en la víspera del
proceso la repulsa de la ciudadanía y las reacciones negativas que se darían en
las democracias de Europa y América Latina ante una cadena de audiencias
amañadas. No les importó, sin embargo. Si consideramos que ese tipo de mandones
no da puntada sin dedal, no solo confirmaremos su falta de escrúpulos, sino
también, especialmente, cómo quieren que los veamos en adelante cuando queramos
desplazarlos del poder. Todo lo tenían calculado. Nos quieren restregar una
imagen de lo que le espera a la sociedad civil cuando resuelva recobrar sus
fueros.
Se aprovecharon, en primer lugar, de una actividad desgajada de las
decisiones de la MUD. Consideraron que la persecución del promotor de un
movimiento que no contaba con el apoyo de la mayoría de las organizaciones
políticas de oposición sería cuestión de coser y cantar; o, por lo menos, la
oportunidad de realizar una arremetida que no produciría la reacción inmediata
del resto de la dirigencia. Pensaron que tenían tiempo de sobra para ensayar
los movimientos en un tapete de iniquidad que no parecía contar con rivales
numerosos o realmente interesados, para sorprender con una celada contra una
pieza solitaria, ante cuyo acoso podían prepararse sin prisas porque nadie de
la mayoría de los partidos los apremiaba. Mientras las cabezas de la MUD
averiguaban lo que sucedió de veras en las manifestaciones convocadas por López
y los detalles de su sorpresiva entrada en la boca del lobo, urdieron un plan
que no solo consistía en la anulación de un líder que les sacaba demasiada
roncha, sino también en el ocultamiento de los delitos y los crímenes cometidos
por sus esbirros en la represión de las algaradas.
Lograron así que se esfumara la responsabilidad de quienes mataron,
torturaron y prodigaron peinilla durante esos terribles días. Hay un solo
culpable, decretaron en forma apabullante a través de los vehículos de su
hegemonía mediática, para que los canallas sedientos de sangre que actuaban en
el control de las manifestaciones hicieran mutis por el foro sin que el público
lo advirtiera a cabalidad. Pero también se propusieron la maroma de convertir
una reacción legítima contra el mal gobierno en un atentado contra el pueblo
virtuoso que fue invadido por unos energúmenos sin moral ni piedad. Fabricaron
un “Comité de víctimas de las guarimbas”, que procuraría justicia con el apoyo
del vicepresidente contra las mesnadas macabras de Leopoldo López.
Cuando el resto de la oposición reaccionó contra un descarado
hostigamiento, al cual se agregó la prisión también injustificable del alcalde
Antonio Ledezma, promovieron una mayor campaña de descrédito contra la pieza
que más les importaba en la cacería. Cuando sucedió la reacción compacta de los
líderes de la MUD y del pueblo en general contra un proceso viciado desde sus
orígenes, el régimen jugó la carta que reservaba bajo la manga de una mano
larga y de afiladas uñas. ¿Qué hizo? El presidente de la república y el
presidente de la AN condenaron a López antes del juicio. En múltiples
intervenciones públicas lo presentaron como “el monstruo de Ramo Verde”, para
fomentar una matriz de opinión alrededor de un malhechor irredimible. La
flagrante violación de la división de los poderes públicos que significó la
calificación negativa del detenido, llevada a cabo con ostentación por los
representantes de las más altas instancias del Estado sin jurisdicción en el
ramo judicial, cerró el funesto círculo que habían diseñado desde la entrega de
un político prometedor contra quien habían fallado de antemano.
Todo frente a los
ojos de todos, sin ocultar siquiera detalles capaces de provocar náuseas aquí y
en el extranjero. El madurismo se propuso ser altisonante en la divulgación de
las desvergüenzas resumidas en un episodio que exhibió como prefacio de lo que hará
cuando lo pongamos en la orilla del precipicio. Ya lo saben, están advertidos,
nos ha dicho a través del bochornoso proceder. De allí la trascendencia del
juicio.
Vía El Nacional
Que pasa Margarita
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