LEOPOLDO
LÓPEZ GIL.
Causa
vergüenza recordarlo, pero cuando con infundada prepotencia nos creíamos una
nación de riqueza abundante, hicimos famosa la frase: “¡Tá barato, dame dos!”;
riqueza que no supimos sembrar. Lo que sí sembramos fue el odio, la pobreza y,
sobre todo, la injusticia en extremos que urge transformar.
Los consejos
de sabios cayeron en oídos sordos y ojos ciegos, encandilados con el oropel que
nos imaginaba ricos.
En ese
mar no solo aró el Libertador, lo hicieron Adriani y Uslar Pietri, Pérez
Alfonzo y Betancourt, arado estéril pues preferimos escuchar el “por ahora” del
vendedor de arañas, encantador de serpientes.
El paso
del tiempo nos llevó a despertar no en el mar de la felicidad, sino en la
tempestad perfecta, brutal salida del letargo. Salimos del profundo y
encantador sueño, y al abrir ojos y oídos nos encontramos con que la justicia
fue desplazada por el imperio de la impunidad, la perfección de la mentira, el
falso testimonio, el crimen.
No hay
castigo para los culpables; la justicia convertida en cómplice del delincuente
con la coraza que le da el Poder Ejecutivo. Hoy se perdona al delincuente, al
corrupto y al asesino; se arrincona al ciudadano, se le avasalla y somete al
imperio de lo injusto. Manda la corrupción judicial en el infierno de la
violación de los derechos humanos.
Es
“injusticia” la palabra que todo resume, desde la protesta ahogada con
represión hasta el injusto trato que los asesinos reciben por el beneficio de
la impunidad. Por ahora, para los asesinos, criminales, estafadores y corruptos
no existe el castigo previsto en la ley.
Mientras,
y “por ahora”, nos marean anunciando una y mil veces operativos de seguridad
que el régimen inventa con iniciativa populista y mentirosa, pero basada en la
incompetencia y la ignorancia, que finalmente nunca rinden cuenta.
No es
justo que para ordenar la frontera con Colombia haya que maltratar a familias y
ciudadanos que en absoluto tienen que ver con las movilizaciones de
alimentos, bienes y combustibles que desde hace tiempo son la base del negocio
de poderosas mafias muy cercanas al poder político.
Hablamos
de ese país que alguna vez fue rico, pero ahora no cuenta con abastecimiento
suficiente de alimentos ni medicinas, un país convertido en la cueva de Alí
Babá, donde impera la injusticia del gobierno disfrazado de socialista y donde
los procesos judiciales en sus tribunales condenan a los justos y premian a los
criminales. Es injusto, pues son los jueces que ordenan prisiones indebidas los
que deberían estar presos por sus indefendibles fallos.
Es injusto que este artículo haya
tenido razón de ser.
Vía
El NacionalQue pasa Margarita
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