Siendo
escarpada y de intenso riesgo parecerá extraño que la política tenga tantos oficiantes,
pero tal impresión se desvanece cuando recordamos que su objeto es el poder del
Estado, el premio mayor, el instrumento que facilita el desarrollo civilizado
o, para los miserables, la miel de la venganza, la tiranía y la extrema
codicia.
Déjenme gastar una breve
reflexión que aspiro ilumine de alguna manera el tema de esta columna. La
política podría ser la actividad fundamental del intelecto. La directora de
orquesta que durante milenios ha prorrogado la supervivencia de un animal físicamente
muy frágil, que ha visto desaparecer especies mucho mejor dotadas.
Siendo escarpada y de intenso
riesgo parecerá extraño que la política tenga tantos oficiantes, pero tal
impresión se desvanece cuando recordamos que su objeto es el poder del Estado,
el premio mayor, el instrumento que facilita el desarrollo civilizado o, para
los miserables, la miel de la venganza, la tiranía y la extrema codicia.
Por eso la cubren de retrecheros
moralismos mezclando en la misma olla leones con hienas. Su secreta venganza es
que los más de esos críticos también la practican aunque con fingida altivez
aseguren abominar de ella.
Son abundantes los matices y la
sutileza que exige a quienes deseen alcanzar sus esclarecidos fines y no
limitarse a dragonear para cautivar sin riesgo fáciles audiencias. La mala
prensa de los políticos, escribió en 1922 don José Ortega y Gasset, se debe a
que parlamentan con el fin de acortar metas. Revelan lo inesperado: que en
algún momento todos incluso los peores enemigos- pueden necesitarse así sea
para salvar algo de la sangre y ruina.
Repantigado en su inmovilismo el
moralismo se alza contra la flexibilidad de los políticos, que toma por
traición. Abstenerse es su regla de oro. Desde las gradas distribuye
descalificaciones. Por supuesto, una dirigencia responsable debe
sopesarlas, nunca desestimarlas, sin dejar de luchar y reforzar los espacios
ganados a la selva.
La MUD se ha posicionado como
ninguna otra expresión organizada de la democracia. Representando
electoralmente el pluralismo social sería milagroso que la apoyaran todos en
todo, pero lo esencial es la sinergia de la unidad, particularmente durante los
grandes retos, como éste del 6D.
Ante los ya colosales indicios de
cambio, dos reglas matemáticas han de ser invocadas: suma y multiplicación.
Sumar a quienes puedan ser sumados en el agitado mar de las ideologías
naufragadas; neutralizar a quienes sean neutralizables; y focalizarse en los
que ni siquiera puedan ser neutralizados.
Es la ley de la expansión
incesante, vital cuando la victoria se insinúa en el horizonte. Es también una
señal de continuidad. Sumar ahora es hacerlo después desde la cima del poder,
en función de la reunificación de nuestra maltrecha nación.
Algunos no la rebaten pero
tampoco la siguen en la medida en que este crucial momento lo exige. Los amigos
de la resta y la división, probablemente habituados a la condición de minoría,
sospechan del crecimiento.
La filosofía y la ciencia
políticas están supeditadas a la Ëtica, enseñaron Platón y Aristóteles. Platón,
a juicio de Emerson, el más sabio de la Antiguedad. Aristóteles, en mi modesto
criterio que sigue al de la mayoría, lo fue más. La moral es una sola.
La de los monasterios, por obvias
razones, es más rígida y sin embargo, con fluctuaciones propias de su naturaleza,
los altos fines de la Política están llamados a salvar la Humanidad de guerras
y holocaustos fundamentalistas.
Con democracia. Con libertad. Es
su suprema Moral, la que no se resuelve en desahogos de duques ofendidos, sino
en laboriosos, sudorosos y experimentados esfuerzos, Cada día, cada mes, cada
año, cada siglo, cada milenio.
Víá Tal Cual
Que pasa Margarita
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