Estos dos jefes de Estado no
podrían ser más diferentes. Uno es el líder espiritual de 1.200 millones de
católicos (de los cuales, 40% son latinoamericanos). El otro preside a 1.400
millones de chinos. El papa Francisco es un líder religioso y Xi Jinping es un
líder político.
Pero esta diferenciación no es
tan sencilla. Cuando el papa Francisco visita Cuba e ignora a los disidentes
que se oponen al régimen de los Castro, está tomando una decisión política. Y
cuando conmueve al Congreso de Estados Unidos con sus acertadas exhortaciones a
cambiar de actitud con respecto a los inmigrantes, la desigualdad o el cambio
climático, el papa actúa como un líder político. A su vez, cuando Xi Jinping
exhorta a su pueblo a luchar por “el sueño chino” –concepto que él ha adoptado
como su eslogan– o a conducirse de acuerdo con los “valores chinos”, es
igualmente obvio que intenta imbuir algo de espiritualidad en sus políticas y
en su propio liderazgo.
Ambos dirigen vastas organizaciones moldeadas por culturas milenarias que están siendo sacudidas por los cambios que vive el mundo. El Vaticano y el Partido Comunista chino –y China– deben cambiar para poder alinearse mejor a las nuevas realidades. Por eso, a pesar de sus obvias y enormes diferencias, tanto el papa como el presidente de China son líderes reformistas que comparten retos muy parecidos.
Ambos dirigen vastas organizaciones moldeadas por culturas milenarias que están siendo sacudidas por los cambios que vive el mundo. El Vaticano y el Partido Comunista chino –y China– deben cambiar para poder alinearse mejor a las nuevas realidades. Por eso, a pesar de sus obvias y enormes diferencias, tanto el papa como el presidente de China son líderes reformistas que comparten retos muy parecidos.
1) Vencer a los
tradicionalistas y transformar la burocracia.
En China se llama el Partido
Comunista y en el Vaticano se llama la Curia. Son poderosas burocracias que
Jinping y Francisco quieren cambiar, lo cual inevitablemente los enfrenta a
individuos y grupos que por sus creencias, apego a las tradiciones, por retener
poder o por defender intereses, se resisten a las reformas. El papa ha hecho
públicas sus feroces críticas a la Curia. Ha denunciado a sus miembros de ser
vulnerables a sentirse “inmortales, inmunes e indispensables”, a la
“petrificación mental y espiritual”, de sufrir de “alzheimer espiritual”, de
“esquizofrenia existencial”, de dedicarse al chisme y la calumnia, de cortejar a
sus superiores o de pensar solo en sí mismos y ser indiferentes a los demás.
Entre otras cosas…
Xi no se queda atrás en sus denuncias de la lentitud y la inercia de la burocracia china, y del hecho de que los funcionarios están más dedicados a enriquecerse que a servir al país.
Xi no se queda atrás en sus denuncias de la lentitud y la inercia de la burocracia china, y del hecho de que los funcionarios están más dedicados a enriquecerse que a servir al país.
2) luchar contra la
corrupción, la perversión y el materialismo
.Sorprendentemente, ambos líderes
han escogido la lucha contra la corrupción como una de sus primeras y más
visibles iniciativas.
El papa “limpió” el corrupto banco del Vaticano, mandó una fuerte señal de reprobación al suspender a un arzobispo alemán conocido por su dispendioso estilo de vida y sigue enfrentando con determinación los escándalos de abuso sexual.
El papa “limpió” el corrupto banco del Vaticano, mandó una fuerte señal de reprobación al suspender a un arzobispo alemán conocido por su dispendioso estilo de vida y sigue enfrentando con determinación los escándalos de abuso sexual.
Entre las “enfermedades” que
amenazan a la Curia, Francisco incluye “la acumulación de bienes materiales, la
búsqueda de beneficios terrenales y el exhibicionismo”. Xi ha sido aún más
brutal: 414.000 funcionarios han sido “disciplinados” por corrupción y otros
201.600, juzgados. Varios han sido ejecutados y Pekín busca activamente la
repatriación de centenares de acusados que se han fugado a otros países.
3) Mantener la
unidad y la cohesión.
Tanto el Vaticano como el
Gobierno chino enfrentan fuertes presiones fragmentarias y divisiones internas
causadas por la contienda entre visiones e intereses contrapuestos. Y por las
exigencias del cambio tecnológico, por las transformaciones económicas y
políticas. La revolución en las expectativas y aspiraciones de sociedades cada
vez mejor informadas, más empoderadas y más activas políticamente también los
reta. En América Latina, el número de católicos se redujo 21 % desde el año
2000, y en Estados Unidos por cada nuevo católico seis abandonan la Iglesia
católica romana. Muchos se unen a iglesias evangélicas, episcopales y
pentecostalistas. La competencia mundial por atraer fieles es feroz.
En China, a pesar de contar con
un férreo y eficiente Estado policial que reprime a los disidentes y acalla a
los críticos, el gobierno también se enfrenta a frecuentes protestas callejeras
y crecientes llamados a “revisar el modelo”. Defender el modelo era más fácil
cuando la economía crecía a alta velocidad, generando empleos, aumentado el
ingreso de los trabajadores y sacando de la pobreza a millones de personas año
tras año. Pero una vez que este crecimiento deje de ser una realidad segura
–como está sucediendo– el pacto social que ha permitido al Partido Comunista
gobernar sin mayor oposición se va a erosionar.
Estos son solo tres de los
paralelos entre el papa Francisco y Xi Jinping. Hay otros. Pero todos apuntan
en la misma dirección. Dos enormes sociedades milenarias deben adaptarse a los
cambios sin perder su esencia, sin fragmentarse y sobre todo sin perder la
legitimidad que es la fuente del poder que tienen sus líderes sobre miles de
millones de personas.
¿Quién tendrá más éxito navegando por estas turbulentas aguas, el gobierno chino o el Vaticano? Queda por verse. Pero lo cierto es que ambas son organizaciones grandes, jerárquicas, centralizadas y lentas. Y están siendo obligadas a desenvolverse en un mundo donde la velocidad y la agilidad son requisitos para el éxito. Transformar sus rígidas jerarquías es uno de los más difíciles retos que afrontan el papa Francisco y Xi Jinping.
¿Quién tendrá más éxito navegando por estas turbulentas aguas, el gobierno chino o el Vaticano? Queda por verse. Pero lo cierto es que ambas son organizaciones grandes, jerárquicas, centralizadas y lentas. Y están siendo obligadas a desenvolverse en un mundo donde la velocidad y la agilidad son requisitos para el éxito. Transformar sus rígidas jerarquías es uno de los más difíciles retos que afrontan el papa Francisco y Xi Jinping.
Vía El
Nacional
Que pasa Margarita
No comments:
Post a Comment