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Allende cayó por una mezcla de inflación, corrupción, expropiaciones,
especulación y economía de sálvese quien pueda. No fue la CIA
Thays Peñalver
Lo que hoy pasa en Venezuela es muy simple, es el ABC de la
supervivencia. La inflación se comió los ingresos y la gente buscó
protección en el abastecimiento, el trueque, el contrabando y la
reventa. El asunto es sencillo porque ha ocurrido en todas las naciones y
en todas las sociedades en tiempos de crisis. Lo que peyorativamente
llamamos “bachaqueo”, no es otra cosa que una alternativa de
supervivencia. Si usted tiene un billete de 100 Bolívares y una
inflación del 100% usted no tendrá nada, pero si usted tiene un kilo de
cualquier cosa, usted tendrá el mismo kilo y por tanto, el mismo valor a
final del año.
El problema que han tenido siempre los comunistas y sobre todo
esa izquierda decimonónica que tanto daño ha hecho a Venezuela, es que
terminaron por creerse sus propias mentiras y hubo poca o ninguna
reflexión sobre los errores cometidos en América Latina por Fidel y más
aún, los de Allende. Aunque dentro de Cuba o de Chile, internamente para
el allendismo, hay que reconocer que sí existieron algunas reflexiones. En su libro sobre el gobierno de Allende, Luis Corvalán [i], el
famoso presidente del Partido Comunista deja claro que no fue
(únicamente) la CIA la que sacudió los cimientos de su proyecto: “Los de
la Unidad subestimamos la importancia política de la inflación, es
decir no nos preocupamos por ella”. Así como no les importó, tampoco se
dieron cuenta del drama que los jóvenes tenientes y capitanes vivían ya
que habían recibido un aumento del 15% en sus sueldos y de pronto el
impacto del 163% de inflación los llevó a ellos y a sus familias a
terminar batallando en colas para comprar los pocos artículos existentes
en los anaqueles. Pedro Vuscovic, el ministro comunista de economía de
Allende reconoció que la CIA no tuvo nada que ver: “gastamos más de lo
que podíamos y debíamos gastar (...) evidentemente ello llevaba a
incrementar la masa monetaria transformándola en un factor
inflacionario” a partir de allí “todo se vino abajo” y así “llegó el
desabastecimiento que afectó principalmente al pueblo”.
El Ministro de Minería de Allende, de insospechable tendencia
socialista, nos explica en su libro que la escasez de alimentos se debió
principalmente a la “expansión de la demanda y secundariamente, a la
menor oferta provocada porque “las expropiaciones se multiplicaron
espectacularmente (...) y hubo una clara relación entre la velocidad
expropiatoria y el nivel de producción” es decir a mayores
expropiaciones menor producción. ¿Qué fue lo que propició para el
comunista Corvalan la escasez? Pues la verdad que tampoco le echó la
culpa a la CIA porque primero reconoció que fue: “la mayor capacidad de
consumo de la población” en segundo lugar, “las insuficiencias en la
administración de empresas en manos del estado” y tercero “la
especulación” de la que hablaban los sindicalistas. Corvalan en su libro
destaca como los sindicalistas se oponían a la corrupción de los
interventores y trabajadores y de las colas de revendedores
(bachaqueros): “En la época del desabastecimiento se formaron grandes
colas para comprar telas, que luego se revendían” (pág. 62). Otro
sindicalista explicaba: “no faltaron (entre los dirigentes) quienes
conciliaron con el oportunismo y no atacaron la corrupción (...) de
quien en su momento recibió mercaderías como parte del salario y esas
mercaderías las llevaba al mercado negro” (pág. 23).
Lo mismo lo expresa Sergio Bitar, quien nos explica que: “la
economía paralela o mercado negro surgió ya en 1972, ampliándose
apreciablemente en 1973” y era ya de carácter sistémico y masivo:
“numerosos sindicatos exigieron una parte del salario en especies, para
protegerse de la inflación y obtener ganancias con los productos
elaborados que escaseaban en el mercado. La situación –peligrosa a todas
luces- fue advertida (cuando) percibieron allí el nacimiento de un
fenómeno que podía alcanzar graves consecuencias políticas y morales” Lo
que había comenzado, como en Venezuela en el comercio de automóviles,
pasó a los bienes duraderos “para culminar con los productos de consumo
esencial”.
Bitar explica la lógica del Mercado Negro como una simple
conducta de supervivencia (págs. 206-210) las inmensas colas sistémicas
buscaban no solo abastecerse con lo esencial sino “protegerse de la
inflación” galopante: “la economía paralela fue una nueva modalidad del
sistema para eludir las transformaciones y reproducir la estructura de
ingresos ”[ii] y esta estructura gigantesca de Mercado Negro (que
nosotros mal llamamos bachaqueo) se estimaba que tenía un impacto nada
menos que “del 35% del ingreso nacional” (Sarras-Schmidt 2011) y que
“directamente involucró a la ciudadanía” y que “se originaba en la fuga
de alimentos repartidos por el estado que eran obtenidos por individuos
que los vendían a un precio mayor, lo cual se vio favorecido por la
escasez de productos”.
De allí, que según Sergio Bitar comenzara el inmenso
contrabando fronterizo en busca de protegerse en moneda fuerte “durante
1972 el contrabando de artículos farmacéuticos, repuestos automotrices,
cigarrillos, conservas y otros venía creciendo, mientras en Chile se
agudizaba su escasez. El gobierno no podía contener este flujo mediante
un control férreo de las fronteras”. Mientras Corvalán y los comunistas
le dijeron: en la cara a Allende que “nunca sería criticado por su
pueblo si aplica medidas enérgicas contra el mercado negro y quienes
hacen contrabando en el exterior (...) como hemos visto el contrabando
masivo de ganado hacia argentina”. Para colmo de males el secretario
privado de Allende expresó lo siguiente, cuando se enfrentó a las mafias
creadas en las ciudades fronterizas y sobre las que conocía su
situación gracias a un informe pormenorizado: “Este documento fue
impactante por la crudeza de las cifras que nadie se había preocupado de
investigar (...) solo por vía de (los bancos del estado) se importaban
mensualmente alimentos para una población cinco veces la de la ciudad y
sus alrededores (...) el gobierno no había estatizado la banca para ser
permisivo con la especulación” que para colmo “eran financiados por la
banca estatal” [iii].
Por eso insisto en que la caída de Allende, tal y como lo
analiza Corvalán, “no puede explicarse como la simple derrota militar”
la “derrota política estuvo sellada antes del 11 de septiembre”, “no
hubo capacidad de autocrítica y corrección oportuna de los errores” y se
“perdió toda la confianza”. En fin, que la mediocridad que ha
secuestrado el mundo de la política en América Latina y las últimas tres
décadas a Venezuela, ya nos tiene acostumbrados a que: “la estupidez
insiste siempre”.
[i] El gobierno de Salvador Allende, Luis Corvalán, Lom Ediciones, 2003
[ii] Chile, 1970-1973: asumir la historia para construir el futuro. Sergio Bitar. Pehuén Editores, 1996.
[iii] Allende, el hombre y el político: memorias de un secretario privado, Ozren Agnic Krstulovic, RIL Editores, 2008.
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