Saturday, September 19, 2015

Los venezolanos concentran sus esperanzas en el Prozac electoral del 6 de diciembre

EN: http://konzapata.com/2015/09/los-venezolanos-concentran-sus-esperanzas-en-el-prozac-electoral-del-6-de-diciembre/

Por Gloria M. Bastidas @gloriabastidas.­

Es una paradoja. Y hay que examinarla muy bien. Por un lado, uno observa que los venezolanos están desanimados. Deprimidos. La hiperinflación. El dólar que se montó en más de 700. Las hipercolas. Los muertos de las páginas de sucesos. Una nomenclatura chavista que está enquistada en el trono. Un poder judicial títere que condena a Leopoldo López a casi catorce años de cárcel. Unas fuerzas armadas que echan gas del bueno a quien levante la voz contra este pandemónium. Razones sobran para la depresión. Pero, cuidado: los deprimidos tienen esperanza. Y esto es lo crucial. Este es el otro lado. La otra cara de la moneda.

Cuando uno mira las encuestas, se encuentra con detalles muy interesantes. Detalles que hacen pensar que no se debe despreciar a esa legión de abatidos. Los deprimidos son una poderosa fuerza. Para ellos, el 6D constituye un prozac electoral. Es la oportunidad para abrir las puertas del cambio. Por eso se aferran a esa fecha. Los deprimidos, señores, pueden llegar a ser gobierno. Tal vez hagan sus colas como corderos. Tal vez no vayan en masa a la marcha del 19S. Pero están muy, pero muy claros con lo que significa el 6D. La mayoría de los deprimidos (y aquí se incluyen los chavistas descontentos) dice que irá a votar para las parlamentarias. La mayoría dice que ganará la oposición. La mayoría dice que Nicolás Maduro lo hace pésimo.

Esa masa no está derrotada, como creen muchos. Esa masa no se ha rendido. Cuidado. Esa masa pone todas sus esperanzas en el 6D. No confundamos el estado de hibernación táctica en que se encuentra la legión de deprimidos con la claudicación. Son cosas diferentes. Si la gente hubiera capitulado, la mayoría aplastante no diría que va a ir a votar (casi el 90 por ciento, según IVAD). Y dice esto aun reconociendo que el CNE no es un árbitro confiable. Puede que la gente concurra a votar deprimida. Con una especie de suspensión de garantías existenciales. Pero, ojo: va a ir a votar, que es lo importante. En eso los sondeos son categóricos. El desánimo no los paraliza. Al contrario: quieren quitarse el fantasma de la depresión de encima. Y la forma más civilizada de hacerlo es por la vía del prozac electoral.

El 6D es la oportunidad para conjurar los demonios. La válvula de escape para evitar que la bola de fuego en que se ha convertido el país siga creciendo y arrase con todo. Y a eso apuesta la gente: a la salida institucional. Por eso no cae en provocaciones. El foco está en las parlamentarias. Lo que pase después del 6D es otra cosa. Dependerá de si el gobierno respeta o no la voluntad popular. Y si no lo hace, entraremos en un camino lleno de vidrios. Porque atención: esa misma legión de deprimidos, esa inmensa masa de descontentos que pone sus ojos en el 6D, también ha lanzado una advertencia crucial en las encuestas. Es un dato que tampoco se puede subestimar.

Está en el último estudio de Datincorp (hecho en julio): el 72 por ciento señala que puede perder la paciencia si el gobierno no resuelve sus problemas. Es decir: la escasez, la inseguridad, la inflación. Este porcentaje ha aumentado cinco puntos si lo comparamos con la encuesta que hizo Datincorp en febrero pasado, cuando el 67 por ciento aseguraba que podría reclamar al gobierno si este no atendía sus demandas.

Fíjense que los deprimidos también pueden lanzar advertencias desde el estado de hibernación táctica en que se encuentran. Por eso es que el gobierno calcula mal si pretendebypasearse el veredicto popular que habrá de producirse el 6D y que, según expresan los sondeos, le es totalmente adverso. El chavismo no respetó los resultados del referendo del 2 de diciembre de 2007, cuando la mayoría dijo NO a la reforma constitucional, cuya piedra angular era la reelección indefinida. Pero la Venezuela de hoy es distinta. Muy distinta.

Con una inflación que cerrará, según estiman los economistas, en 200 por ciento; con un dólar que probablemente se monte en los 1.000 Bs, para diciembre; con una escasez como no habíamos visto nunca en el país; con una tasa de homicidios que es la más alta del mundo; con unos precios del petróleo deprimidos (el oro negro también se deprime) y con una amenaza de cesación de pagos (default) de la deuda externa, el panorama es totalmente diferente.

Si el chavismo no acata el resultado de las parlamentarias, o si obstruye la vía electoral (ya lo está haciendo: el periodista Carlos Subero calcula que un millón de electores están bajo régimen de garantías suspendidas), lo que puede provocar es que los deprimidos cambien la consigna que tienen ahora, que es a lo John Lennon: “Dale un chance a la paz” (o alprozac electoral, al camino institucional y civilizado), por la temible espada de la que hablaba Hobbes. El terreno de la confrontación. El del desborde popular. Esto sería sumamente peligroso. No lo desea nadie. Se sabe cuándo empieza la violencia, pero no cuando termina.

Pero resulta muy difícil imaginar que con todas las señales que observamos en las encuestas, los deprimidos se queden tranquilos en sus casas si a partir del 6D no se produce un cambio sustantivo en el paisaje político del país. Según Datincorp, por ejemplo, 77 por ciento evalúa como negativa la gestión de Maduro; 77 por ciento declara rechazo por Maduro y tan solo 21 por ciento lo aprueba; 50 por ciento se pronuncia por un referendo revocatorio; y apenas 22 por ciento votaría por candidatos chavistas de cara al 6D. Y está el dato que ya he citado: el 72 por ciento que señala que si el gobierno no resuelve sus problemas acuciantes perderá la paciencia.

Hay que mencionar, también, los datos que presenta el IVAD. Según el estudio realizado por esta encuestadora en agosto pasado, el 92,9 por ciento considera que las elecciones del 6D son muy importantes o importantes (53.0/ 39.9); a 87,9 por ciento de los encuestados no le alcanza el dinero para comprar lo necesario; el desabastecimiento afecta al 81,8 por ciento de la población, la inseguridad, al 68,9 por ciento y el alto costo de la vida al 41,0 por ciento.

El IVAD reporta que para 69,4 por ciento la guerra económica de la que habla Maduro es falsa y es una distracción para enfrentar los problemas; el 41,3 por ciento piensa que un mecanismo constitucional para resolver la situación que vive el país sería que Maduro renuncie de inmediato y se convoquen a nuevas elecciones y apenas 19,6 por ciento se pronuncia porque se espere hasta el 2019 para que concluya su mandato.

Lo que gritan las encuestas es que debe producirse un cambio en Venezuela. La gente lo que pide son elecciones. No quiere agarrar la espada de Hobbes. Quiere tomar prozac.Prozac electoral. El drama de los deprimidos está reflejado en los estudios de IVAD. De Datincorp. De Datanálisis. Esto es un polvorín.

Los deprimidos son una masa que crece vertiginosamente. Y el entorno tan hostil que tenemos es la levadura. ¿Qué harán las FANB con los deprimidos si el 6D se desborda el río, si a los abatidos les confiscan el prozac por el que apuestan todos sus dados? Esa es una gran incógnita. Es la incógnita.

Esto está que arde. Y ojalá que arda —nada más y exclusivamente— en las urnas electorales. A punta de votos. Un escenario de un cuerpo a cuerpo (como le llama la politólogo Zuleima Añanguren) entre una nomenclatura chavista aferrada patológicamente al poder y unos deprimidos urgidos de exorcizar sus demonios para salir de la pesadilla que los corroe, sería pavoroso. Muy pavoroso.

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