Cuán lamentablemente irrefutable resulta el axioma de que “cuando la política abre la puerta de los tribunales, la justicia sale por la ventana”.
Y es que no hay justicia posible, sin debido proceso y demostración de pruebas. Así la tiranía viste toga cuando el talento de quien debe ser justo carece de integridad.
No hay probidad cuando se juzga sin pruebas, cuando el ingenio del acusador crea situaciones subjetivas, falaces, con la determinación de cumplir un propósito político. Solo cuando las acciones en un juicio se fundamentan en la moralidad, la integridad y la honradez, en acciones que se soportan sobre la objetividad de los hechos y no en falsos testimonios o peritajes creados con el propósito de satisfacer una orden política, podemos llamar a la justicia justa, sin reproches.
Hoy, en el Palacio de Justicia de Caracas, y de acuerdo con lo señalado por la jueza Susana Barreiros, las conclusiones del juicio que el tiempo habrá de convertir en documento ineludible de jurisprudencia han de poner las pruebas y hechos frente a insostenibles acusaciones y testimonios, con el propósito de conocer con fundamento la valoración de lo objetivo y de lo subjetivo. Sabremos quién abrió la puerta de la sala de justicia, y quien salió por la ventana.
No tendrán valor interpretaciones de intenciones, esas que no constan en las transcripciones de los discursos pero que la perversa imaginación del acusador ha puesto en una boca que nunca pronunció esas palabras. Afirmar algo de un ser que jamás expresó esa intención es una mentira que pretende ser piso para la criminalización.
Sería el colmo de la indecencia sostener que el destino del mensaje de la protesta era el de producir violencia. El informe pericial, como consta en declaraciones de los peritos, siempre utilizó condicionales: “Podría, tal vez, quizás”.
Parámetros inundados de dudas razonables en los mismos peritajes que fundamentan las pretensiones del Ministerio Público no pueden justificar condena contra ningún ciudadano.
Algo parecido ocurre con los mensajes que se han analizado en las diferentes cuentas de Twitter, las cuales podrían calificarse de impredecibles por tratarse de metarrelatos de múltiples interpretaciones y usos. Pruebas de orientación, mas no de certeza, que jamás podrían ser valoradas como irrefutables.
El proceso que ya finaliza fue testimonio de lo que nunca ha debido pasar en una sociedad que valore la justicia como eje primordial de convivencia. Aún hay tiempo de aprender y rectificar. Si bien nuestras diferencias existirán siempre en la política, nuestros acuerdos se basarán en principios, el inicial y esencial: justicia.
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