En la noche del 6-D festejaremos el amanecer de un nuevo país. El que construiremos juntos en esta casa común, regalo de Dios, que es nuestra patria.
¿Cómo ha de ser ese nuevo país? Los obispos venezolanos en su exhortación pastoral de julio pasado expusieron nueve notas, que lo han de caracterizar y las cuales conforman un anhelo-imperativo para quienes hemos nacido aquí o se han sembrado en esta tierra. En vísperas de la jornada electoral, que está a las puertas, estimo obligante y sumamente grato recordar esas notas con miras a alentar la unión de todos para el cambio de rumbo nacional.
Lo que queremos-debemos construir es un país:
-Que ame la paz, donde haya seguridad para trabajar, producir y compartir, donde se destierre la prédica estéril y dañina de catalogarnos por las diferencias, por el odio de clases, por la exaltación del enfrentamiento, idealizando el nacionalismo vacío, la violencia o la guerra, en el que la fuerza puede más que la razón.
-Que promueva la unión de las familias divididas, enfrentadas, dolidas por la ausencia de los seres queridos que han tenido que emigrar, o que han sido víctimas de la violencia y ya no están entre nosotros. Es posible el abrazo que sana heridas, devuelve la sonrisa y tiende la mano generosa.
-En el que la sociedad considere y respete a los maestros y profesores, desde el preescolar hasta la universidad. Que haya la convicción de que la clave está en el desarrollo del talento de su población, y para lograrlo hay que contar con la familia y con escuelas de calidad que premien la superación y no la mediocridad. Toda la sociedad debe crear esa conciencia, pues es la mejor inversión para formar hombres y mujeres capaces de ser competentes en cualquier campo.
-Que entienda la política como el arte de armonizar lo diferente para buscar caminos de consenso y el bienestar común de todos los venezolanos. No empecinarse en erigir la polarización, las diferencias, la negación a reconocer al otro y dialogar con el arma del poder.
-Donde se respete y cultive la autonomía e independencia de los poderes públicos para que el Poder Ejecutivo no los concentre y domine. La experiencia también enseña que los regímenes, de corte populista y excluyente, favorecen el abuso del poder y la corrupción.
-Que promueva la actividad económica abierta, en el que la iniciativa privada con responsabilidad social sea motora de desarrollo y progreso, lejos del estatismo que ha fracasado en el mundo entero, antes y ahora.
-Que destierre de raíz la cultura de la muerte, la épica del armamentismo y militarismo, la imposición de una única forma de ver el mundo. No hay nada más absurdo y sin sentido que buscar la solución de los conflictos con la violencia. Son muchos los héroes civiles, algunos de ellos anónimos, mujeres y hombres trabajadores, inventores, promotores de todo lo bueno que deben ser íconos referenciales para la promoción de una cultura de la vida y de la solidaridad.
-Que asuma la naturaleza que Dios nos ha regalado, la cuide y la proteja. Que cultive la tierra y la haga producir, asegurando alimentos para toda la población. Que cuide los recursos naturales, el agua, los bosques, la vegetación, asegurando la belleza de la casa que Dios nos regaló para vivir en ella. Que los recursos no renovables, como el petróleo, se siembren para mejorar la calidad de la educación, la salud, la vialidad, y no sean usados para ganancias políticas que no benefician en nada a la población.
-Que se enorgullezca de ir con la verdad por delante, porque es el único camino que genera confianza y credibilidad, pues solo “la verdad nos hace libres” (Jn 8,32). El uso de la mentira, de las medias verdades, de la manipulación, degrada al ser humano y lo convierte en promotor de inequidad e injusticia, y no ayudan a la credibilidad y confianza que todos hemos de tener en quienes deben representar y defender a todos los ciudadanos sin distinción.
El 6-D votaremos por caída de muros y apertura de puertas hacia la construcción de un nuevo país. Amanecer venezolano.
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