Bajo dictaduras, el fraude es un ingrediente estructural de las elecciones y éstas operan como escudo de legitimación. Entonces, ¿por qué votar si la voluntad del elector es alterada?
En democracia, votar es parte de la condición ciudadana, como lo es pagar impuestos, ejercer derechos y asumir deberes consagrados por la norma. En una dictadura –aunque sea posmoderna o del siglo XXI–, depende de las circunstancias. La abstención puede ser conveniente si hay otras opciones. En 2005 todos los partidos políticos opositores y las organizaciones ciudadanas promovieron o apoyaron la abstención porque había o se pensó que había una opción (¿insurreccional?) que se dispararía con la abstención, que llegó a ser 83% del padrón. Esa situación no ha existido ni antes ni después de ese momento. De tal modo que votar es hoy la manera más efectiva de impulsar la derrota política del régimen. La perspectiva electoral se ha convertido en una rendija, trocada en boquete, por donde se derrama el sustento del bochinche bolivariano.
He sostenido que la derrota electoral debe estar precedida de una derrota política del régimen. Ésta avanza hoy de manera colosal. No es algo que vendrá sino que está en marcha y se ha acentuado con el paso del tiempo.
La derrota política de Maduro comenzó en 2014 con el movimiento nacional de protesta. No fue suficiente para que renunciara. A un costo altísimo en vidas, por la represión y división, evidenció ante el mundo y miles de sus camaradas, la naturaleza dictatorial del régimen. A partir de ese momento la descomposición se aceleró. En 2015, con las dificultades de todo proceso de convergencia, la oposición unida en una porción significativa se comprometió en una estrategia electoral como camino para fortalecer el relevo constitucional del régimen.
En el marco de un desgaste brutal de la dictadura roja, deshecha por la corrupción, con una economía de ruina, con la descomposición interna y la presencia ominosa del narcotráfico, la voluntad de cambio se ha manifestado ya de una manera contundente. Esa voluntad se expresa en las calles, en los resquicios que se abren a pesar del control comunicacional ejercido desde el poder, en el propio ambiente de fracaso que cunde en las filas rojas.
Está en marcha la derrota política que tendrá un momento excepcional –no único ni final– el 6-D, con la derrota electoral. La admitan o no, así será. Con esta perspectiva votaré e invito a hacerlo con determinación.
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