Editorial El Nacional
El secretario general de la OEA decía en su carta a la presidente del CNE que la campaña electoral no daba oportunidades iguales a los partidos participantes. Un ejemplo de su afirmación se encuentra en la actuación de la bandería denominada MIN Unidad, que hace lo que le parece con sus mensajes a los electores mientras los partidos de la MUD están sujetos a rigurosa fiscalización.
Un caso grave, debido a que la publicidad que divulga MIN Unidad no es otra cosa que un engaño a los destinatarios, a los ciudadanos que pueden quedar atrapados en la maraña de patrañas con las que inundan los espacios de las emisoras de radio y los carteles de las avenidas. Si se prodigan las afirmaciones falsas y los bulos más descarados, mientras el CNE se hace de la vista gorda, no solo estamos ante un caso de inequidad, sino también frente a testimonios de delincuencia electoral que confirman las apreciaciones señaladas por Almagro en su célebre y desatendida correspondencia.
MIN Unidad asegura en sus cuñas que es un partido opositor. Más todavía: afirma que es la verdadera y única oposición. Para nadie es un secreto que esa organización política fue intervenida por vía judicial para colocarla al servicio de los intereses del régimen. Dos o tres políticos distinguidos por su inclinación a las traiciones, no en balde se presentaban antes como pilares de la lucha contra los rojos-rojitos y ahora son sus solícitos compañeros de camino, aparecen en la cúpula del movimiento.
La MUD se ha desgañitando en el desmentido de sus nexos con esa asociación de inconfesables fines, y pide a sus seguidores que no confíen en ella ni siquiera cuando vean postrados en oración a sus cabecillas en la iglesia frente a la Virgen de la Coromoto. Además, ha llamado la atención sobre la insólita vecindad de los símbolos de ese pillaje al lado de los colores y las señales propiamente oposicionistas, para que a nadie le metan gato por liebre.
Ahora han iniciado estos caballeros de MIN Unidad una nueva engañifa, relacionada con el tarjetón electoral, que consiste en cambiar la ubicación de los partidos destinados a la parte inferior izquierda del conjunto de opciones, para que sea mayor la confusión a la hora de votar, para pescar a los incautos que no pueden obtener a través de los procedimientos normales y legales de cualquier justa electoral. No han hecho un movimiento discreto en este sentido, sino todo lo contrario: lo llevan a cabo en la vía pública, en sitios concurridos o mediante la distribución de impresos en los cuales, de nuevo, se presentan como representantes genuinos del descontento frente al régimen.
Un truco deleznable, una operación de truhanes, una maniobra indigna de una sociedad que pretende cambiar su destino a través del voto popular. Hasta esos límites a los que solo se aproximan los transgresores más groseros llegan los dirigentes de MIN Unidad, con el silencio cómplice de las autoridades electorales. ¿Alguien dijo que la carta de Almagro era una exageración?
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