Masa que es la suma de los pobres en grados C y D, mendigos de compra-venta electoral, junto a la enorme clase media empobrecida en todos sus niveles. Forma el nuevo sector decisivo en las parlamentarias y en el porvenir del país. Desconfía por igual de los tiesos partidos políticos y de las corruptas tribus chavistas. Creció a fuerza del desencanto continuo que este régimen aumentó con su ADN de fraude material, ideológico y moral llamado revolución, pero que ya, sin duda, es el populismo totalitario militarizado.
Ante tamaño vacío político latente, la pobresía es hoy un auténtico poder popular cuyo voto prestado contiene el fiel de la balanza sostenida por una base provisional de doble filo. Los partidos políticos, viejos y nuevos, tienen ante sí el responsable compromiso de refundar una sociedad con mayoría de población menor a los 40 años, que no come cuentos porque la Era Cíber aún bajo riesgos, información, nitidez, exige competente calidad profesional y los condiciona para la productividad liberal. Al otro extremo, los chulos picapiedras, parásitos y mitómanos de la revolución salvadora mesiánica, que sobreviven por medio de engaños y delitos, insistirán por algún tiempo en conservar su ilegítimo poder acudiendo a sus típicos manejos hamponiles, eso está en su naturaleza.
Quienes han sufrido alguna intensa transición saben que en lo personal y colectivo es un trance delicado, hay que renacer por entre contradicciones: resentimiento, anhelos de libertad y justicia, culpa, furia vengativa. Solo una calma, racional y voluntaria, evita llegar a la cima equivocada o que se retorne a la sima fangosa. Y en el país hay todavía cuervos uniformados, deformes y violentos vigilando ese proceso sanador, para reaccionar en contra, obedeciendo a su oportuna conveniencia.
Quizá sirva de guía para esta nueva Asamblea la conducta del estadista Rómulo Betancourt y su equipo gubernamental, en 1959, a pocos días de estrenarse en los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial. Sin acudir a la promesística, el deporte nacional más practicado, en cadena radio-televisiva, breve y precisa, pidió confianza resistente y paciencia ciudadanas por un lapso, frente a las urgentes, necesarias, duras medidas económicas y financieras que exigía la democracia republicana luego del saqueo dictatorial. Había que limpiar mesas y cloacas. Aseguró que ese cambio progresivo sería informado públicamente y con sustento en probada documentación comparativa entre la década pasada y el inmediato presente. Lo expresó con palabras muy sencillas, para ser entendidas por toda la nación. Y se cumplió por varios períodos seguidos, pues funcionó con firmeza la insobornable Contraloría de ley constitucional.
Eso mismo requiere ahora la gigantesca pobresía necesitada de convicciones civilistas y claras para hacerse solidaria en nuevos sacrificios que le exigen a fin de resucitar todos los poderes. Ya no compra entradas ni acepta tickets de cortesía gratuitos para entrar en cualquier perverso circo infantiloide que explote por igual inocencia, miseria, ignorancia y miedos. Aprendió que ese no es el legítimo y maravilloso Circo del Sol, sino el desvergonzado montaje opuesto, de soles falsos.
Porque sus empresarios, payasos y magos, sin excepción, viven a costa de la trampa.
Y ya basta.
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