Ningún otro proceso judicial ha llamado la atención internacional tanto y tan sostenidamente como el del opositor venezolano Leopoldo López. Desde organismos de protección de los derechos humanos, encabezados por las más altas instancias de la ONU y la OEA, hasta presidentes y expresidentes tan diversos ideológicamente como Barack Obama y José Mujica, así como el Papa Francisco, han abogado por la libertad del preso político más emblemático de Venezuela, condenado a 13 años, 9 meses y 7 días de prisión por «usar el arte de la palabra», como se indica en el fallo de la juez Susana Barreiros. López, que este domingo cumple 676 días preso, ha superado el encierro y un juicio a puerta cerrada para promover el debate sobre las deficiencias democráticas en Venezuela y las transformaciones institucionales que adquierenmayor viabilidad tras las legislativas del 6 de diciembre. En su opinión, la transformación necesaria e impostergable no se limita a la alternancia en la conducción del Estado, sino que debe orientarse a garantizar la plena vigencia de los derechos consagrados en la Constitución sin exclusión alguna.
–¿Cómo durmió el 6 de diciembre?
–Esa noche me acosté más comprometido que nunca con la lucha democrática. Me dije: ha valido la pena, vale la pena cualquier sacrificio por la libertad de nuestro pueblo. Pensé en el sufrimiento que han tenido que pasar los venezolanos por culpa de un modelo equivocado, importado, que no se parece en nada a nosotros y que ha tratado de ser impuesto por la fuerza. Reflexioné mucho acerca de los venezolanos que en el pasado confiaron en ese proyecto y, defraudados, apuestan por un cambio. Es una obligación de toda la Unidad comunicarles y hacerlos sentir que ese triunfo es de ellos, para ellos y por ellos. Al día siguiente ya pude enterarme por medio de mi abogado de los detalles y de la magnitud de la victoria. Fue un plebiscito. No entre opositores y oficialistas, no. Un plebiscito entre todo un pueblo unido y una élite corrupta, ineficiente y antidemocrática encabezada por Nicolás Maduro y Diosdado Cabello. Ese domingo los venezolanos escribimos un nuevo capítulo glorioso en nuestra historia al doblegar a una dictadura a través de los votos. El pueblo, consciente de toda su fuerza, se expresó por el cambio de forma arrolladora y no solo votó, defendió su voto hasta el final. Los venezolanos le pusimos la mano en el pecho a una élite que ha buscado hacernos creer que un país distinto no es posible y demostramos que es posible.
–Solo ha cambiado el Legislativo. El resto de los poderes públicos sigue controlado por el oficialismo.
–Haber ganado representa la conquista para la lucha democrática de una institución fundamental y representa un debilitamiento de la dictadura, en la búsqueda de su quiebre definitivo. Pero también queda claro que para que Venezuela cambie definitivamente debemos recuperar todas las instituciones. Hoy el TSJ nombrado inconstitucionalmente y que se pretende «renovar» entre gallos y madrugadas para incorporar más incondicionales al régimen antes de que se instale la nueva Asamblea, sigue secuestrado, imposibilitando que haya verdadera justicia en Venezuela.
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