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DANIEL ASUAJE | EL UNIVERSAL
miércoles 30 de diciembre de 2015 12:00 AM
Que Capriles opine contra La Salida y sus promotores es su legítimo derecho. Pero ello no implica justificación por todo lo hecho bajo esa prerrogativa. Hay otros criterios valorativos en juego. Un político tiene también la obligación de medir sus pasos. La política más que el arte de determinar y acometer lo viable, de realizar lo posible es también el de saber elegir oportunamente lo más conveniente para el mayor número de personas, para el país en su conjunto. No creo que a un político, ni a nadie, se le deba pedir que renuncie a sus ambiciones personales, basta con exigirle que las persiga con tino y nobleza.
Suscribo la opinión de un debido reconocimiento a H. Capriles por el esfuerzo dedicado a reinstalar la democracia en nuestro país. Ha sido sin duda uno de los artífices de la Unidad. No debe ser hoy uno de sus destructores. Tiene como cualquier ciudadano derecho a emitir sus opiniones y el deber de respetar las ajenas. Por ello nos lucen desatinadas sus últimas declaraciones porque sin cuestionar su derecho a emitirlas, no resultaba oportuno en este momento ni de ayuda en la procura del necesarísimo consenso que debe alcanzar y mantener la oposición de cara a los días que se nos vienen. Es el momento de sumar, no de dividir. En uno de nuestros artículos anteriores nos referimos al efecto fragmentador de los resultados del 6D tanto en el chavismo, como la oposición. Dentro del eje gubernamental, la derrota tendería a fragmentarlos en la natural mutua inculpación de la derrota. Por su parte, dentro de la oposición separaciones habría porque el debilitamiento del eje gubernamental, unido a la relativa fuerza política de los factores opositores con mayores diputados los haría asumir individualmente que ya eran dueños y rectores del destino poschavista venezolano.
Los políticos de oposición deben recordar que los electores en estos comicios parlamentarios votamos el significado de unión de una tarjeta, por su representación del sentimiento de rechazo a la opción defendida por el PSUV, no por personalidades o partidos particulares. Que un partido reclame derechos especiales derivados por mayorías accidentales productos de acuerdos previos, que no por la voluntad expresa de los electores es abusar de nuestros votos. Es algo que no debe olvidar Primero Justicia ni ninguno de los dirigentes hoy bendecidos por una mayoría interna tan circunstancial como fortuita.
Durante la II Guerra Mundial ni a los rusos, ni a los norteamericanos, se les ocurrió dispararse entre ellos mientras Alemania, Italia y Japón no fuesen realmente vencidos. Sería simplemente una locura. Hoy, en Venezuela, los esfuerzos deben unirse para vencer al autoritarismo, no para debilitarnos por causa nuestra. Perder de vista quién es verdadero adversario y arrimar la brasa solo hacia la propia sardina puede significar que nos quedemos todos sin fuego.
En lo personal no soy ni caprilista ni lopecista, soy, por así decirlo unitarista, y me siento en pleno derecho a exigirle a Capriles un comportamiento más noble con la unidad pues cuando pidió mi sufragio le di también mi confianza para representarme en el anhelo común de la unión de fuerzas. Por haber sido su elector me asiste el derecho de reclamo por su comportamiento. Y si le disgusta que López crezca tanto en el favor popular no es destruyéndolo como debe reconquistar la mayoría entre los electores opositores. No concibo que el Cardenales, mi equipo, por ir perdiendo dinamite a los Tiburones, el equipo de mi esposa. Como fanático, lo que exijo es que haga mejor juego. La arrogancia ciega del PSUV es una de las causas de su derrota estratégica y es la expresión más detestable del sectarismo.
López ha venido creciendo en el favor popular por lucir un luchador heroico y frontal contra el oficialismo y buena parte del electorado lo ve con mayor arrojo que el esperado en Capriles. Enfocándose en su propuesta y sin atacar directamente a nadie viene subiendo en las encuestas. La otra estrategia exitosa es la de Falcón quien sin atacar tampoco directamente a otros opositores, pero sin ahorrarse la expresión de sus propios pareceres o diferencias, viene también gana adherentes. Hacen mejor esfuerzo comunicacional de atracción, de contagio emocional. Hacen mercadeo de impulsión, no de destrucción y es lo debido en las actuales circunstancias. No se me ocurrió enamorar a Liliana, mi esposa, hablándole mal de nadie. Tan solo me mostré como su mejor opción. Y perdonen el coloquialismo comparativo.
La mutua descalificación entre los partidos de la cuarta creó el ambiente para el surgimiento de Irene y del chavismo, sucesivamente. T. Petkoff dijo por los años setenta que si lo que se decían AD y COPEI mutuamente era cierto, entonces ninguno de los dos tenía derecho a ser Gobierno. Si ahora la oposición se traba en un torneo de ataques internos no solo carecerá del derecho a gobernarnos sino que aniquilará la mera posibilidad de llegar al poder. No se suiciden ni nos maten en primavera.
dh.asuaje@gmail.com
@signosysenales
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