Editorial El Nacional
No solo desconocen la historia sino que se atreven a imaginar que la condena que merecen sus arbitrariedades y sus crímenes jamás llamará a sus puertas, que no los visitará la justicia aquí o en otros países, que nadie clamará por venganza y que una amnesia general recorrerá en silencio el país y perdonará a los torturadores, a los asesinos de humildes campesinos y trabajadores, a los “valientes soldados” que dispararon contra gente desarmada, que irrespetaron sus cuerpos malheridos golpeándolos con las culatas de sus fusiles, y que con la misma furia salvaje los obligaron a cavar las fosas comunes donde, al fin, guardarían escaso reposo los restos de quienes nada habían hecho para merecer semejante maltrato.
No ha sido un buen año para la gente honesta que sigue luchando por la vida y la decencia en este país. No ha sido un buen año para la juventud que quiso estudiar, trabajar y labrarse un futuro sin depender de un carnet del oficialismo, que además soñó con obtener una beca y seguir estudios en el exterior. No fue un buen año para los profesores universitarios, como tampoco lo fue para los empleados y obreros de las universidades, para los centros de investigación y para los jubilados.
No fueron amables los meses de este año para los trabajadores de las empresas del Estado, ni menos aún para quienes desde los servicios de salud tratan de atender a los enfermos y a los heridos sin tener a mano las medicinas y los equipos indispensables. No hubo amanecer para los hospitales en quiebra permanente, azotados por el hambre, camas en mal estado, sin agua corriente y falta de desinfectantes, con filas de enfermos y sus familiares que claman por atención que no se les puede dispensar.
Este es el peor año de todos los que anunciaron irresponsablemente décadas atrás como la transformación revolucionaria más profunda que país alguno haya intentado en Suramérica. Ha sido todo lo contrario, la revolución se ha convertido en maldad política pura y dura, en el vómito incesante de los resentidos sociales, en la bilis desbordada de aquellos insensatos que siempre culpaban a la sociedad de sus males personales y soñaban con el poder para acometer sus venganzas ciertas o falsificadas, lo mismo da.
Cuando el resentimiento y la maldad se entrelazan con la política no queda más que esperar años de desgracias, de privaciones y de injusticias. El poder devenido en locura desbordada conduce a los gobernantes y a sus colaboradores en asombrosos libretistas de una infinita película de terror.
Cuando, como bien lo advierte el escritor mexicano Enrique Krauze, se conozca la infinita vastedad de ese corazón de las tinieblas que encarna el chavismo y sus diferentes escondrijos y fantasmas en América Latina, costará admitir que tanto odio y maldad sea la creación de un grupo de seres humanos fanatizados hasta lo imposible.
Cuando se sepa que las decenas de presos políticos de Chávez y Maduro llevan hasta 18 años en prisión debido a expedientes forjados en las oficinas del oficialismo, que son historias inventadas de principio a fin, que a sabiendas le han quitado años de libertad a gente inocente, entonces se habrá completado el ciclo de la maldad.
No comments:
Post a Comment