MARCOS R. CARRILLO P. | EL UNIVERSAL
viernes 15 de febrero de 2013 12:00 AM
Hoy, cuando es explícita la sumisión de las instituciones venezolanas a los designios del gobierno cubano, vale la pena recordar que la situación no es nueva y obedece a una política de vieja data implementada por Chávez y ahora profundizada por el pelotón de incompetentes que usurpa el poder en nuestro país.
A mediados de 2010, un Chávez desencajado contestó una pregunta de una periodista de Televen sobre la injerencia castrista en actividades fundamentales de nuestro país. Su respuesta fue: "todo lo que Cuba hace es para fortalecer la patria, que es de ellos también".
La respuesta presidencial fue la confesión de que desde la más alta magistratura no solo se aceptaba sino que se avalaba e impulsaba la más absoluta sumisión de Venezuela y los venezolanos al castrismo. El otrora Presidente en ejercicio además de afirmar que Venezuela era la Patria de Cuba, también aseveró en esa oportunidad que "Cuba es la patria de Fidel", por lo que es necesario concluir que para el chavismo, Venezuela es la patria de Fidel.
El problema no solo se limita a la retórica de subordinación a otro país sino a la decidida falta de transparencia en las relaciones. En respuesta a esa misma pregunta, Chávez explícitamente afirmó que los cubanos tenían injerencia en una serie de áreas "que no voy a detallar". Es decir, dos de los pilares de la democracia, como lo son la transparencia y la obligación de los gobernantes de rendir cuentas, fueron despachados como un atrevimiento, como una falta de respeto no solo de una valiente periodista, sino de los dueños del canal para el que trabajaba.
Esa política ha devenido en un inmenso desfalco a los dineros públicos y en un sometimiento colonial imposible de imaginar en ningún momento de nuestra historia. En la actualidad es la monarquía cubana la que no solo resuelve lo que debe hacerse en Venezuela sino que es la que tiene el monopolio de decidir si Chávez está vivo, incapacitado o muerto. Con el mayor descaro el presidente de la AN, el Vicepresidente, el Canciller, el presidente de Pdvsa y otros menos vistosos, van varias veces al mes –hasta semanalmente, en algunas ocasiones- a recibir las órdenes de quienes hoy detentan el poder en el país. Por lo antes narrado, tal actitud no es sino el corolario de una política consistente desplegada desde hace años por el chavismo.
Es inaceptable no solo el entreguismo del Gobierno sino la sumisión con la que la Fuerza Armada y buena parte del liderazgo político ha aceptado este estado de cosas. No se trata solo de defender la soberanía, sino de proteger la democracia de quienes atentan a diario contra ella para favorecer intereses foráneos. La historia no los absolverá.
A mediados de 2010, un Chávez desencajado contestó una pregunta de una periodista de Televen sobre la injerencia castrista en actividades fundamentales de nuestro país. Su respuesta fue: "todo lo que Cuba hace es para fortalecer la patria, que es de ellos también".
La respuesta presidencial fue la confesión de que desde la más alta magistratura no solo se aceptaba sino que se avalaba e impulsaba la más absoluta sumisión de Venezuela y los venezolanos al castrismo. El otrora Presidente en ejercicio además de afirmar que Venezuela era la Patria de Cuba, también aseveró en esa oportunidad que "Cuba es la patria de Fidel", por lo que es necesario concluir que para el chavismo, Venezuela es la patria de Fidel.
El problema no solo se limita a la retórica de subordinación a otro país sino a la decidida falta de transparencia en las relaciones. En respuesta a esa misma pregunta, Chávez explícitamente afirmó que los cubanos tenían injerencia en una serie de áreas "que no voy a detallar". Es decir, dos de los pilares de la democracia, como lo son la transparencia y la obligación de los gobernantes de rendir cuentas, fueron despachados como un atrevimiento, como una falta de respeto no solo de una valiente periodista, sino de los dueños del canal para el que trabajaba.
Esa política ha devenido en un inmenso desfalco a los dineros públicos y en un sometimiento colonial imposible de imaginar en ningún momento de nuestra historia. En la actualidad es la monarquía cubana la que no solo resuelve lo que debe hacerse en Venezuela sino que es la que tiene el monopolio de decidir si Chávez está vivo, incapacitado o muerto. Con el mayor descaro el presidente de la AN, el Vicepresidente, el Canciller, el presidente de Pdvsa y otros menos vistosos, van varias veces al mes –hasta semanalmente, en algunas ocasiones- a recibir las órdenes de quienes hoy detentan el poder en el país. Por lo antes narrado, tal actitud no es sino el corolario de una política consistente desplegada desde hace años por el chavismo.
Es inaceptable no solo el entreguismo del Gobierno sino la sumisión con la que la Fuerza Armada y buena parte del liderazgo político ha aceptado este estado de cosas. No se trata solo de defender la soberanía, sino de proteger la democracia de quienes atentan a diario contra ella para favorecer intereses foráneos. La historia no los absolverá.
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