Antonio María Delgado, El Nuevo Herald
Para La Habana es un negocio redondo. Pone los terrenos y unas instalaciones anticuadas, venidas a menos por falta de uso, y obtiene tres refinerías modernas, una planta de regasificación y otras de amoníaco y urea.
Para Caracas no lo es tanto. Asume obligaciones por más de $15,000 millones a cambio de una participación en una plataforma industrial que no necesita y que, en vez de brindarle beneficios tangibles, le resta capacidad para financiar las obras requeridas en Venezuela para apuntalar su alicaída industria petrolera.
El proyecto de expansión del sector energético y petroquímico cubano -de concretarse- podría convertirse en uno de los mayores regalos ofrecidos hasta ahora por el gobierno bolivariano al régimen de Raúl Castro, en un gigantesco acto de magnanimidad que acercaría a la isla a su tan deseada independencia energética pero que abultaría aún más el pesado endeudamiento de la estatal Petróleos de Venezuela (Pdvsa).
Es un proyecto que, según expertos de la industria petrolera, carece de sentido para Venezuela.
“Eso es una locura”, advirtió el ex director de Pdvsa, Gustavo Coronel en declaraciones a El Nuevo Herald.
“Desde el punto de vista comercial, Venezuela no tiene nada que buscar allá. El problema está en esa alianza perversa, puramente política, entre Cuba y Venezuela mediante la cual Cuba obtiene prácticamente todo lo que le pide a Venezuela”, enfatizó.
El principal motor de la economía venezolana, ya opera bajo una pesada deuda estimada en más de $47,000 millones.
Pdvsa no respondió a las solicitudes de entrevista realizadas por El Nuevo Herald.Según un informe escrito para el presidente Hugo Chávez a mediados del 2011, Venezuela se comprometió a conseguir el financiamiento para los proyectos de refinación y petroquímicos adelantados por las empresas cubanovenezolanas Cuvenpetrol y Cuvenpeq, en cumplimiento con los convenios establecidos por los gobiernos de los dos países.
Estos proyectos incluyen la expansión de la refinería de Cienfuegos, la construcción de una Planta de Regasificación GNL, la construcción de una nueva refinería en Matanzas, la construcción de una planta de amoníaco y otra de urea y la expansión de la refinería “Hermanos Díaz” en Santiago de Cuba.
El financiamiento de estos proyectos –valorados preliminarmente en unos $15,000 millones- provendría de Venezuela, para lo cual PDVSA debería aportar unos $2,250 millones de sus propios fondos y endeudarse por otros $12,750 millones, colocando cientos de millones de barriles de petróleo como garantía.
Pdvsa, el principal motor de la economía venezolana, ya opera bajo una pesada deuda estimada en más de $47,000 millones.
Los proyectos deberían haber comenzado a construirse en el 2012 y estar cerca de la etapa de culminación para el 2016, pero la enfermedad del presidente Hugo Chávez, y los elevados niveles de endeudamiento de Venezuela, parecen haberse convertido en un obstáculo.
Fuentes cercanas a la situación citadas por la agencia de noticias Reuters dijeron que la expansión de la refinería de Cienfuegos enfrentaba dificultades en medio de las preocupaciones del gobierno chino -que debía prestarle los fondos a Venezuela- sobre la salud de Chávez y sobre las garantías de suministro de gas y de crudo
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