VÍCTOR SALMERÓN | EL UNIVERSAL
martes 12 de marzo de 2013 12:00 AM
Lo menos que puede esperarse de alguien a quien la suerte le sonríe y recibe el primer premio en la lotería es que al cabo de seis años tenga problemas para pagar las cuentas, tenga la tarjeta de crédito abultada y, sobre todo, haya mejorado muy poco en cuanto a su condición de pobreza. Pero esta es la situación de Venezuela entre 2006-2012.
A pesar de la lluvia de petrodólares de los últimos seis años la gestión de Hugo Chávez en materia social muestra resultados mediocres respecto a su primer período de gobierno y un marcado deterioro en indicadores clave, al punto que a pesar de que el precio del petróleo se mantiene en 103 dólares el barril, el país ya sufrió una devaluación de la moneda en el orden de 32%.
Existen dos Chávez. El que según las cifras del Banco Central durante 1999-2006 recibió por exportaciones petroleras y endeudamiento en divisas 248 mil 901 millones de dólares y a quien la ruleta del barril y el mercado internacional le duplican el dinero depositándole 501 mil millones de dólares durante los últimos seis años.
Pero el Gobierno que ha nadado en billetes no puede estar muy orgulloso. Las estadísticas del INE registran que entre 1999-2006 la pobreza se redujo trece puntos, desde 43,9% hasta 30,6% y entre 2007 y 2011 (última cifra disponible) tan solo hay un descenso de 4,1 puntos que la lleva a 26,5%.
A los instintos básicos del petroestado el gobierno de Hugo Chávez agregó el propósito de desplazar al sector privado, algo que indudablemente tenía que tener consecuencias en la reducción de la pobreza y el desenvolvimiento general de la economía.
Tras el salto de la renta petrolera en el período 2007-2012, el Gobierno responde con los mecanismos clásicos: sobrevaluación de la moneda que estimula las importaciones y frena el crecimiento de la industria; endeudamiento acelerado porque la fortaleza del barril mejora su perfil ante los prestamistas; mantenimiento de subsidios como precios de la gasolina que no cubren los costos de Pdvsa y aumento explosivo del gasto y el número de empleados públicos.
El resultado, como era previsible, es un país donde las importaciones se han disparado a niveles récord respecto a la oferta global de la economía, caída de las exportaciones petroleras, más deuda y desplome de la inversión privada en medio de una agitada ola de expropiaciones y controles.
La consecuencia es un cuadro que podría catalogarse de petrodependencia extrema donde con un barril promedio en 103 dólares el Gobierno no tiene más salida que comenzar a tomar medidas de ajuste, como la devaluación de febrero y otras que están en agenda para después de las próximas elecciones.
Un cuadro nada sencillo para la consolidación del chavismo sin Chávez.
A pesar de la lluvia de petrodólares de los últimos seis años la gestión de Hugo Chávez en materia social muestra resultados mediocres respecto a su primer período de gobierno y un marcado deterioro en indicadores clave, al punto que a pesar de que el precio del petróleo se mantiene en 103 dólares el barril, el país ya sufrió una devaluación de la moneda en el orden de 32%.
Existen dos Chávez. El que según las cifras del Banco Central durante 1999-2006 recibió por exportaciones petroleras y endeudamiento en divisas 248 mil 901 millones de dólares y a quien la ruleta del barril y el mercado internacional le duplican el dinero depositándole 501 mil millones de dólares durante los últimos seis años.
Pero el Gobierno que ha nadado en billetes no puede estar muy orgulloso. Las estadísticas del INE registran que entre 1999-2006 la pobreza se redujo trece puntos, desde 43,9% hasta 30,6% y entre 2007 y 2011 (última cifra disponible) tan solo hay un descenso de 4,1 puntos que la lleva a 26,5%.
A los instintos básicos del petroestado el gobierno de Hugo Chávez agregó el propósito de desplazar al sector privado, algo que indudablemente tenía que tener consecuencias en la reducción de la pobreza y el desenvolvimiento general de la economía.
Tras el salto de la renta petrolera en el período 2007-2012, el Gobierno responde con los mecanismos clásicos: sobrevaluación de la moneda que estimula las importaciones y frena el crecimiento de la industria; endeudamiento acelerado porque la fortaleza del barril mejora su perfil ante los prestamistas; mantenimiento de subsidios como precios de la gasolina que no cubren los costos de Pdvsa y aumento explosivo del gasto y el número de empleados públicos.
El resultado, como era previsible, es un país donde las importaciones se han disparado a niveles récord respecto a la oferta global de la economía, caída de las exportaciones petroleras, más deuda y desplome de la inversión privada en medio de una agitada ola de expropiaciones y controles.
La consecuencia es un cuadro que podría catalogarse de petrodependencia extrema donde con un barril promedio en 103 dólares el Gobierno no tiene más salida que comenzar a tomar medidas de ajuste, como la devaluación de febrero y otras que están en agenda para después de las próximas elecciones.
Un cuadro nada sencillo para la consolidación del chavismo sin Chávez.
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