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Arnoldo José Gabaldón
La historia tiene un peso muy importante en condicionar el comportamiento futuro de los pueblos. Por eso, falsear la historia puede dar lugar a mitos políticos y sociales inconvenientes para una sociedad. Es el caso, por ejemplo, de la Argentina, donde el peronismo, como mito y forma de hacer política, ha dificultado por décadas el desarrollo democrático de esa nación.
Durante los últimos años, la acción oficialista hizo todo lo posible por falsificar la historia moderna de Venezuela y construir otra a su medida. Esto ocurrió en sincronía con el desarrollo de un culto a la personalidad del Líder, que comprendió las manifestaciones más extravagantes y genuflexas que cabe concebir. ¿Por qué dar la impresión de ser tan primitivos y ridículos, con expresiones harto sumisas de adulancia, que nos retrotraen a los tiempos de Guzmán Blanco, Castro o Gómez, cuando creíamos que habíamos superado las épocas de mayor indignidad política? Al respecto, conviene releer un poco a José Rafael Pocaterra.
Actualmente es una obligación para la sociedad democrática estudiar y divulgar el legado de Chávez, para que quede muy claro su balance tremendamente negativo para Venezuela.
Especialmente es oportuno ahora, cuando los nuevos sacerdotes del chavismo pretenden dictar los evangelios de la religión de reemplazo que habrá de persistir a lo largo de los siglos.
El régimen de Chávez fue de oscuridad para la democracia. De franco retroceso en cuanto al respeto a la libertad y los derechos humanos, dado su carácter cuartelario, personalista y al estilo de gobierno abiertamente despótico puesto en práctica.
Un aspecto especialmente grave lo constituyó la cesión de soberanía a Cuba.
Es una aberración imperdonable entregarse en manos de una de las dictaduras más anacrónica del mundo y esclavizante de su pueblo, para ofrecerle el manejo de los órganos de defensa y seguridad del Estado y de control ciudadano. Hubiese sido positivo ese acercamiento, si tal empresa buscase abrir rendijas para llevar a la Isla ideas y propuestas sobre democratización y apertura.
El gobierno individualista de Chávez fue el principal ariete para desinstitucionalizar al Estado venezolano. La estructura del Poder Ejecutivo fue descoyuntada, creando todo tipo de organismos que duplicaban a los existentes, cada vez que se le ocurrió un operativo para adelantar una nueva misión.
De allí la ingobernabilidad, consecuencia del enorme desastre que presenta la administración pública y la perdida de su capacidad de ejecución para instrumentar cualquiera iniciativa de beneficio colectivo.
Para cualquier política de bienestar social y en especial de mitigación de la pobreza, es indispensable el dinamismo y fortaleza del aparato productivo privado y público. Durante los años pasados lo que hemos presenciado es el continuo desmantelamiento del sector privado. Dentro de su propia visión totalitaria, Chávez percibía debilitado su control, si tenía que encarar una economía privada robusta y por eso las políticas públicas que dificultaban su expansión y su acoso continuo con expropiaciones.
Pero tampoco puede decirse que el sesgo mencionado sirvió para transferir poder económico al sector capitalista del Estado, pues hemos visto la ruina en que han quedado las empresas básicas de Guayana, la corporación cementera y la industria eléctrica. Mención muy especial merece Pdvsa, que dejo de ser una de las grades empresas energéticas del mundo para convertirse en una entidad administradora de subsidios sociales, con perdida de su capacidad para expandir la producción petrolera.
Para paliar muchos males de la Republica y acercar el Estado al ciudadano, se había dado inicio a un tímido proceso de descentralización. Contra ese proceso para detenerlo, envistió Chávez con contundencia digna de mejor causa.
No quedo hueso sano después del vendaval chavista.
Pensaron que la infraestructura física de la cual solíamos vanagloriarnos permanecería incólume si la dejábamos a su propia suerte. El resultado es un país que a simple vista aparece despedazado. Los servicios públicos de agua y electricidad, básicos para mejorar la calidad de vida de la gente y apoyar al aparato productivo, son totalmente deficientes y deficitarios.
Muchos se preguntarán, cómo a pesar de esta devastación pudo mantenerse Chávez en el gobierno y ganar sucesivas elecciones. Una respuesta breve es que como hombre de extracción popular supo encarnar bien las aspiraciones de un sector muy amplio de nuestra población que estaba ansioso de verse tomado en cuenta. El pueblo se vio reflejado en su Presidente. Ésta indudablemente fue su mejor actuación. Además, como hábil demagogo pudo engañar al máximo y valerse del odio cultivado para dividir el cuerpo social. Quizás este último fue el aspecto mas abominable e infame de su legado.
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