Carlos Blanco
La crisis nacional es fundamentalmente
una crisis de gobernabilidad. Maduro no puede con la múcura que ya está en el
suelo, vuelta guiso. Nadie podía imaginar que un régimen se tambalearía por la
carencia de papel toilet, pero ocurre en la Capitanía General de Venezuela y
Emparan está a un tris de surmenage.
Desatender la provisión de productos
básicos es inflamable. Se necesitan 50 años de opresión para acostumbrarse a no
comer arepas; no usar jabón, pasta dental, y papel toilet. Estas circunstancias
no solo tienen impacto electoral, como se observó en el deterioro de la votación
chavista del 14A, apenas compensada con el descarado fraude, sino que promueven
la combustión interna de una sociedad cansada. Sin predecir caracazos que por su
propia naturaleza son impredecibles, la situación actual tiene el tufillo aciago
de finales de los 80 cuando la inflación y las escaseces trituraban la fe y la
esperanza en el sistema político.
LOS DESAFÍOS DE MADURO. Nicolás
tiene varios desafíos simultáneos. Uno muy grave es el que deriva de su
ilegitimidad. Se ha instalado la percepción nacional e internacional que ganó
“with a little (and illegal) help from (his) friends”, ayuda tortuosa, abusiva y
fraudulenta. El segundo desafío es que su afirmación como Presidente depende
paradójicamente de que logre romper con la herencia de Chávez ahora transformada
en pesada lápida: ser Chávez, “hijo” de Chávez o su muchacho de mandado no es
buena carta de presentación; entre otras razones porque el Comandante dejó un
desastre brutal e inmanejable. El tercer desafío es el que deriva de la guerra
que con patrióticas bayonetas desarrolla la sargentería bolivariana; Maduro y
Diosdado, Ramírez y Jaua, son antagonistas; se hablan entre sí, pero sus huestes
se pelean sin cuartel. El cuarto es que siempre acomodarse a obedecer impide
aprender a mandar.
De esos desafíos se derivan los
objetivos actuales de Maduro: ganar legitimidad de hecho por la vía de lograr
entendimientos progresivos dentro y fuera del país; cambiar las políticas
esenciales de Chávez en materias sensibles: orientación económica, seguridad y
clima político; y finalmente, con “nuevos mejores amigos” imponerse sobre sus
competidores dentro de la revolución. Esto es lo que procura y la pregunta es si
tiene fuerzas propias para lograrlo, si basta lo que le sugiere José Vicente
Rangel o si podrá más el guante retador que diariamente lanza Diosdado Cabello
como premeditada provocación.
LO QUE HACE NM HOY. Las opciones de
Maduro mientras esté en la Presidencia, son reducidas pero existen. Lo primero
que ha hecho a paso de vencedores es tomar el control de las palancas
económicas; amigos cercanos, colaboradores suyos y de familiares, han pasado a
ocupar posiciones en estos a veces agrestes pero productivos territorios. En tal
aspecto se puede hablar con cierta propiedad del “madurismo” como sustituto del
chavismo. Pero no basta estar en la olla, sobre todo si está raspada. Se hace
indispensable intentar una alianza con el sector productivo nacional
sobreviviente, de lo cual Polar es empresa emblemática.
La alianza que propone el Gobierno a los
empresarios es muy clara: trabajen, produzcan, yo les digo cómo y a dónde
dirigen la producción, y no se metan en “política”. Hay cuatro respuestas
posibles del empresariado. La primera, como la de Marcel Granier y pocos más: no
me la calo y hago lo que la gente libre hace con lo que tiene y lo que dirige.
La segunda, la representan otros y el más reciente es Guillermo Zuloaga con
Globovisión: he dado una lucha pero si yo sigo, la empresa quiebra o se cierra,
y los trabajadores sufren. La tercera, la que aparentemente escogió Lorenzo
Mendoza: yo hago lo que sé hacer, no me molesten en mi actividad y yo no me meto
en política porque no es mi oficio. La cuarta, la de los boliburgueses y
bolichicos (Juan Carlos Zapata dixit) que se zambullen en sus piscinas de oro y
hacen política de la rica, de la que tiene a los chavistas como “compañeros de
ruta”, como “tontos útiles” en una compleja situación en la que no se sabe por
dónde andan los verdaderos tontos.
Una alianza como esta es promovida por
Nicolás y los sectores que controla. No es de extrañar que los cubanos,
pragmáticos como son en mantener el flujo de viandas y abalorios desde la
Provincia de Caracas, acompañen un aflojamiento con los empresarios -en
determinadas condiciones- e intenten apretar más duro en contra de la dirección
política opositora o intenten dividirla, al negociar con unos y arremeter contra
los que se resistan a cesar la denuncia de ilegitimidad del Gobierno.
Las condiciones políticas a los
empresarios se colocan con métodos nada sutiles: “tú estás financiando a
Capriles”; algún empresario acusado responde: “no; no es cierto” y le riposta el
comisario político: “el Sebin te tiene grabado”. Esto último puede ser cierto o
falso, pero funciona. El resultado es que se le plantea al movimiento
empresarial que se le devuelven ciertos derechos económicos a cambio de
renunciar a sus derechos políticos. ¿Será este el costo para mantener empresas y
empleos en funciones? ¿Hay alternativas? No es fácil decidirlo porque hay
distintas racionalidades para abordar este tema, pero este es el tema.
Sobrevivir al costo de contribuir a ahogar las fuerzas democráticas es lo que
quiere el Gobierno, aunque siempre hay respuestas creativas e inteligentes a
estas ratoneras que suelen montar las autocracias.
LA OPOSICIÓN. Ésta es
una nueva situación para la oposición a la cual se le va a plantear, por los
caminos verdes, negociar con el Gobierno. Esto implicaría serios dilemas, el
primero: si se negocia con un gobierno ilegítimo pero en funciones y en control
de los escombros del Estado.
Hasta camaradas como Raúl Castro saben
que la oposición venezolana salió políticamente victoriosa del 14A. Las fuerzas
democráticas mostraron temple y enfrentaron el fraude; ganaron respetabilidad
nacional e internacional, y dejaron al Gobierno como pajarito en grama. La
respuesta inicial y brutal de Maduro y Cabello fue la represión abierta, lo que
conducía al régimen a un rápido barranco; entonces los cubanos decidieron un
viraje, cuya noticia no ha llegado a Diosdado. El mensaje es: ceder en todo
menos en lo que ponga en juego el control de las palancas fundamentales del
poder.
Cualquier conversación debería pasar por
una agenda; algunos puntos esenciales deberían ser la libertad de los presos
políticos, el retorno de los exiliados, un nuevo CNE y la realización de
presidenciales limpias. Si fuese posible abrir la discusión sería excelente,
aunque me temo que Maduro lo que busca es ganar tiempo porque está mal, y los
salvavidas del Titanic no son suficientes.
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