MIGUEL ÁNGEL SANTOS| EL UNIVERSAL
miércoles 29 de mayo de 2013 12:00 AM
Ya son varias semanas de desconcierto, reuniones aciagas con empresarios y expertos "del otro lado" para pedir pista, solicitar propuestas, exponer motivos y justificaciones. Ha pasado algún tiempo desde aquella subasta única del Sicad. Desde entonces reina una enorme confusión. La depreciación del bolívar continúa, la escasez no cede y la inflación de alimentos en los primeros cuatro meses equivale a 57% anual. ¿No tiene solución la crisis de divisas, en un país que está muy cerca de tener ingreso petrolero por habitante más alto de su historia? El punto no es tanto que no tenga, sino más bien que cada solución le trae a su vez un problema a los de ahora.
El Gobierno debe implementar de inmediato una subasta de divisas para importadores registrados. Esas subastas deben ser administradas por el Banco Central de Venezuela (BCV) de forma periódica y transparente. Así, los importadores sabrán a qué atenerse a la hora de fijar precios (no hay peor cosa que la que uno se imagina). ¿Por qué no lo han hecho hasta ahora? En primer lugar, porque hacerlo sería reconocer la fuerte depreciación del bolívar. A fin de cuentas, los precios de aquella primera y única subasta del Sicad estaban entre 100% y 140% por arriba de la tasa oficial actual.
En segundo lugar, para proveer a ese sistema de subastas de suficientes divisas hace falta recentralizar de nuevo el flujo de dólares de la nación en el BCV. Eso equivale a reconducir hacia el instituto emisor los dólares que hoy en día se reparten Pdvsa, Fonden, Petrocaribe, el Fondo Chino y un número menor de convenios y fondos parafiscales.
El problema está en que estos bolsillos son controlados por distintos grupos de poder que antes respondían al presidente Chávez y ahora andan, como se dice aquí, "de su cuenta". Volver a centralizar los flujos de divisas atentaría contra los intereses creados y le traería un problema político a un gobierno que luce muy frágil.
Durante una etapa de transición, Cadivi debe centrarse en alimentos y medicinas. De hecho, ya se ha venido moviendo en esa dirección: ambas categorías pasaron de 21% a 44% del total de divisas liquidadas entre 2007 y 2012. Si se movilizan los demás sectores hacia la subasta pública de importadores, el 56% de divisas que hoy se les otorga a la más baja de las tasas oficiales (unos 17.000 millones de dólares) puede ser utilizado para importar más alimentos y medicinas (y resolver la crisis de manera temporal) o fortalecer la oferta de la propia subasta.
El impacto inflacionario de esta medida no sería tan grande como se cree, porque la propia incertidumbre y desconfianza que inspira el Gobierno hizo que la reacción de precios se anticipara y ya de por sí la estamos sufriendo. ¿Por qué no han hecho esto antes? Una vez más: alrededor de Cadivi se han creado numerosos grupos de interés, que capturan rentas a través de la obtención de divisas a tasa oficial y su posterior venta en el mercado paralelo.
Un asunto clave
El ajuste fiscal es clave para que todo lo anterior tenga alguna probabilidad de éxito. El Gobierno ha venido financiando el exceso de gastos sobre ingresos imprimiendo dinero, que luego busca salida a través del mercado de divisas.
La clave para que ese ajuste no provoque una caída fuerte en la producción está en reducir el gasto fiscal en el exterior (en particular las compras de armas: ¿qué dirán los militares?) y sustituir gasto interno por inversión privada. Habría que poner freno de inmediato a las expropiaciones, garantizar la propiedad y el flujo de divisas (no la tasa) para importaciones de bienes intermedios, y reducir el ausentismo y la baja productividad laboral a través de las actuaciones de las Inspectorías del Trabajo. Este último conjunto de medidas es esencial para hacer las anteriores viables, de lo contrario no hay subasta que aguante.
Es esto, o endeudarse más u otorgar en condiciones muy poco ventajosas nuevos campos petroleros, correr la arruga, y seguir en el ciclo de escasez, inflación, devaluación y recesión en el que estamos inmersos. Quizás la palabra ya no la tengan ellos, quizás sea tarde para reinventarse. Es difícil vender que quienes nos trajeron y nos mantienen aquí tienen la capacidad de sacarnos.
Aún en el supuesto de que ahora sí quieran, cuando se trata de economía, si no te creen, da igual si haces las cosas bien o mal.
El Gobierno debe implementar de inmediato una subasta de divisas para importadores registrados. Esas subastas deben ser administradas por el Banco Central de Venezuela (BCV) de forma periódica y transparente. Así, los importadores sabrán a qué atenerse a la hora de fijar precios (no hay peor cosa que la que uno se imagina). ¿Por qué no lo han hecho hasta ahora? En primer lugar, porque hacerlo sería reconocer la fuerte depreciación del bolívar. A fin de cuentas, los precios de aquella primera y única subasta del Sicad estaban entre 100% y 140% por arriba de la tasa oficial actual.
En segundo lugar, para proveer a ese sistema de subastas de suficientes divisas hace falta recentralizar de nuevo el flujo de dólares de la nación en el BCV. Eso equivale a reconducir hacia el instituto emisor los dólares que hoy en día se reparten Pdvsa, Fonden, Petrocaribe, el Fondo Chino y un número menor de convenios y fondos parafiscales.
El problema está en que estos bolsillos son controlados por distintos grupos de poder que antes respondían al presidente Chávez y ahora andan, como se dice aquí, "de su cuenta". Volver a centralizar los flujos de divisas atentaría contra los intereses creados y le traería un problema político a un gobierno que luce muy frágil.
Durante una etapa de transición, Cadivi debe centrarse en alimentos y medicinas. De hecho, ya se ha venido moviendo en esa dirección: ambas categorías pasaron de 21% a 44% del total de divisas liquidadas entre 2007 y 2012. Si se movilizan los demás sectores hacia la subasta pública de importadores, el 56% de divisas que hoy se les otorga a la más baja de las tasas oficiales (unos 17.000 millones de dólares) puede ser utilizado para importar más alimentos y medicinas (y resolver la crisis de manera temporal) o fortalecer la oferta de la propia subasta.
El impacto inflacionario de esta medida no sería tan grande como se cree, porque la propia incertidumbre y desconfianza que inspira el Gobierno hizo que la reacción de precios se anticipara y ya de por sí la estamos sufriendo. ¿Por qué no han hecho esto antes? Una vez más: alrededor de Cadivi se han creado numerosos grupos de interés, que capturan rentas a través de la obtención de divisas a tasa oficial y su posterior venta en el mercado paralelo.
Un asunto clave
El ajuste fiscal es clave para que todo lo anterior tenga alguna probabilidad de éxito. El Gobierno ha venido financiando el exceso de gastos sobre ingresos imprimiendo dinero, que luego busca salida a través del mercado de divisas.
La clave para que ese ajuste no provoque una caída fuerte en la producción está en reducir el gasto fiscal en el exterior (en particular las compras de armas: ¿qué dirán los militares?) y sustituir gasto interno por inversión privada. Habría que poner freno de inmediato a las expropiaciones, garantizar la propiedad y el flujo de divisas (no la tasa) para importaciones de bienes intermedios, y reducir el ausentismo y la baja productividad laboral a través de las actuaciones de las Inspectorías del Trabajo. Este último conjunto de medidas es esencial para hacer las anteriores viables, de lo contrario no hay subasta que aguante.
Es esto, o endeudarse más u otorgar en condiciones muy poco ventajosas nuevos campos petroleros, correr la arruga, y seguir en el ciclo de escasez, inflación, devaluación y recesión en el que estamos inmersos. Quizás la palabra ya no la tengan ellos, quizás sea tarde para reinventarse. Es difícil vender que quienes nos trajeron y nos mantienen aquí tienen la capacidad de sacarnos.
Aún en el supuesto de que ahora sí quieran, cuando se trata de economía, si no te creen, da igual si haces las cosas bien o mal.
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