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THAYS
PEÑALVER | EL
UNIVERSAL
jueves 16 de mayo de 2013 12:00
AM
El problema que tienen los funcionarios
venezolanos, es que creen que los países suramericanos son hermanitas de la
caridad del cobre o en todo caso que son como ellos. Dilma Rousseff cuando viaja
lleva a decenas de empresarios (a China llevó 250 y esa es la constante desde
Francia hasta Alemania), en esto Lula era un verdadero campeón pues su lema era
una especie de todo para Brasil. De hecho no dejó de representarlos incluso
fuera de la presidencia porque los constructores financiaron la mitad de sus
viajes (Folha 22/03/13).
Cristina Kirchner viajaría a Angola (con 400 empresarios), Vietnam (200) Indonesia (200) o China (70). Y esto pasa lógicamente con todos los presidentes menos el venezolano que viaja con cientos de funcionarios a cargo de una partida y que evidentemente ninguno puede asegurar el porvenir de Venezuela, porque el gobierno vive de la "economía Potemkin" o el arte del camuflaje al servicio de la mediocridad económica.
Este pensamiento está basado en la frase "Pueblo Potemkin" que se utiliza en el mundo cuando se quiere encubrir la verdad, disfrazándola para esconder su calamitoso estado. Viene de la época de Catalina la Grande de Rusia, cuando su amante Gregorio Potemkin hizo construir fachadas de pueblos idílicos para que la zarina a su paso pensara que se la estaba comiendo con sus políticas económicas. Así la zarina veía de lejos cómo los hermosos pueblos se levantaban y cientos de actores pagados y bien vestidos la saludaban alegremente, hasta que un día la verdadera "gente alegre" se rebeló contra ella.
La gran paradoja es que los que más explotaron esa conducta terminaron siendo los revolucionarios. Los rusos mandaron a construir fachadas industriales y pueblos idílicos (Fitzpatrick 94) para que los visitantes importantes vieran las maravillas de la revolución y aquello terminó masificándose como en Corea del Norte y su ciudad de Kijŏng-dong, en la que se construyó una ciudad sublime que sería la envidia de los surcoreanos. Hasta que años más tarde, el "éxito" se convirtió en burla cuando se dieron cuenta de que la ciudad era sencillamente una fachada, con actores que daban la sensación de actividad.
En el potemkismo chavista nos explicaron lo mismo, que el desarrollo se puede comprar. Por eso no hay frase entre ellos más relevante que: "tenemos satélites". Si Argentina construyó varios en sus universidades y en Chile lo hizo su Fuerza Aérea porque para ellos el desarrollo verdadero se traduce en conocimiento y en la comprensión de cómo funciona el instrumental de un satélite. En el potemkismo chavista, simplemente se trató de comprarlo "Made in China" y así felicitarse porque compraron desarrollo.
Luego, fue tornándose más complejo pues el Potemkismo aplicó el galponismo (de galpones) y de esta forma se construyeron enormes fachadas, a lo que los profesores chavistas llamaron fábricas. Luego Cadivi le dio a la empresa (por ejemplo Iraní) cientos de millones de dólares, ellos importaron su tractor desarmado, en el galpón le pegaron los tornillos y se hizo un inmenso show televisado en la que los chavistas explicaron, que aquello es industrialización.
El potemkismo es tal que los funcionarios chavistas aparecían sobre un tractor argentino, con piezas de varios países y rearmado en Venezuela, sin importar las risas de Cristina y sus empresarios o que pudimos comprar las piezas nosotros y salirnos más baratos, el mismo día que Cristina, con sus empresarios presentó una inversión de $598 millones de la John Deere, para que el 57% de los tractores estadounidenses sea "Made in Argentina". (Discurso 14/08/2012).
El potemkismo nos enseñó también las "fachadas estadísticas", es decir que los cinturones de miseria que rodean las ciudades no son de gente pobre, sino que son la nueva clase media. Que la revolución rompió el récord de turismo porque los 280 mil colombianos en la frontera son turistas o que producimos millones de toneladas de alimentos. Todo para que en un Aló Presidente, el mismo pueblo de Catalina, celebrara semejantes fachadas.
Pero detrás de esas fachadas y después de los Aló Presidente seguíamos siempre siendo los mismos, solo unos 30 mil venezolanos producen el 97,41% de los dólares, otros mil venezolanos en Guayana producen el 2,31% y el resto de los 30 millones de habitantes apenas producimos el 0,31% de los dólares que necesitamos para sobrevivir.
Por eso todo parece indicar que en Macondo nos quedaremos sin alimentos y sin electricidad, porque no entendemos que los golpes de Estado económicos los dan en realidad esos funcionarios que nunca han producido ni un tornillo y que para escudar su pillaje le echan la culpa a los que si producen. Porque a diferencia de Dilma, de Lula, o de 200 presidentes, los nuestros creen que las fachadas son desarrollo, que los empresarios extranjeros nos van a desarrollar o que la solución al problema venezolano está en que los empresarios extranjeros y que estos sean hermanitas de la caridad.
Cristina Kirchner viajaría a Angola (con 400 empresarios), Vietnam (200) Indonesia (200) o China (70). Y esto pasa lógicamente con todos los presidentes menos el venezolano que viaja con cientos de funcionarios a cargo de una partida y que evidentemente ninguno puede asegurar el porvenir de Venezuela, porque el gobierno vive de la "economía Potemkin" o el arte del camuflaje al servicio de la mediocridad económica.
Este pensamiento está basado en la frase "Pueblo Potemkin" que se utiliza en el mundo cuando se quiere encubrir la verdad, disfrazándola para esconder su calamitoso estado. Viene de la época de Catalina la Grande de Rusia, cuando su amante Gregorio Potemkin hizo construir fachadas de pueblos idílicos para que la zarina a su paso pensara que se la estaba comiendo con sus políticas económicas. Así la zarina veía de lejos cómo los hermosos pueblos se levantaban y cientos de actores pagados y bien vestidos la saludaban alegremente, hasta que un día la verdadera "gente alegre" se rebeló contra ella.
La gran paradoja es que los que más explotaron esa conducta terminaron siendo los revolucionarios. Los rusos mandaron a construir fachadas industriales y pueblos idílicos (Fitzpatrick 94) para que los visitantes importantes vieran las maravillas de la revolución y aquello terminó masificándose como en Corea del Norte y su ciudad de Kijŏng-dong, en la que se construyó una ciudad sublime que sería la envidia de los surcoreanos. Hasta que años más tarde, el "éxito" se convirtió en burla cuando se dieron cuenta de que la ciudad era sencillamente una fachada, con actores que daban la sensación de actividad.
En el potemkismo chavista nos explicaron lo mismo, que el desarrollo se puede comprar. Por eso no hay frase entre ellos más relevante que: "tenemos satélites". Si Argentina construyó varios en sus universidades y en Chile lo hizo su Fuerza Aérea porque para ellos el desarrollo verdadero se traduce en conocimiento y en la comprensión de cómo funciona el instrumental de un satélite. En el potemkismo chavista, simplemente se trató de comprarlo "Made in China" y así felicitarse porque compraron desarrollo.
Luego, fue tornándose más complejo pues el Potemkismo aplicó el galponismo (de galpones) y de esta forma se construyeron enormes fachadas, a lo que los profesores chavistas llamaron fábricas. Luego Cadivi le dio a la empresa (por ejemplo Iraní) cientos de millones de dólares, ellos importaron su tractor desarmado, en el galpón le pegaron los tornillos y se hizo un inmenso show televisado en la que los chavistas explicaron, que aquello es industrialización.
El potemkismo es tal que los funcionarios chavistas aparecían sobre un tractor argentino, con piezas de varios países y rearmado en Venezuela, sin importar las risas de Cristina y sus empresarios o que pudimos comprar las piezas nosotros y salirnos más baratos, el mismo día que Cristina, con sus empresarios presentó una inversión de $598 millones de la John Deere, para que el 57% de los tractores estadounidenses sea "Made in Argentina". (Discurso 14/08/2012).
El potemkismo nos enseñó también las "fachadas estadísticas", es decir que los cinturones de miseria que rodean las ciudades no son de gente pobre, sino que son la nueva clase media. Que la revolución rompió el récord de turismo porque los 280 mil colombianos en la frontera son turistas o que producimos millones de toneladas de alimentos. Todo para que en un Aló Presidente, el mismo pueblo de Catalina, celebrara semejantes fachadas.
Pero detrás de esas fachadas y después de los Aló Presidente seguíamos siempre siendo los mismos, solo unos 30 mil venezolanos producen el 97,41% de los dólares, otros mil venezolanos en Guayana producen el 2,31% y el resto de los 30 millones de habitantes apenas producimos el 0,31% de los dólares que necesitamos para sobrevivir.
Por eso todo parece indicar que en Macondo nos quedaremos sin alimentos y sin electricidad, porque no entendemos que los golpes de Estado económicos los dan en realidad esos funcionarios que nunca han producido ni un tornillo y que para escudar su pillaje le echan la culpa a los que si producen. Porque a diferencia de Dilma, de Lula, o de 200 presidentes, los nuestros creen que las fachadas son desarrollo, que los empresarios extranjeros nos van a desarrollar o que la solución al problema venezolano está en que los empresarios extranjeros y que estos sean hermanitas de la caridad.
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