ROBERTO GIUSTI| EL UNIVERSAL
martes 4 de febrero de 2014 12:00 AM
Aquí no sólo se aceptan, sino también se proclaman, las más truculentas aberraciones sin que ya nadie se asombre ni ponga a funcionar las alarmas ante la resignación con la que nos estamos acostumbrando a vivir en la abyección. Este domingo, por ejemplo, el señor Nicolás Maduro reconoció que en 1996 el movimiento político comandado por Hugo Chávez, y del cual él formaba parte, estaba fraguando un golpe de Estado ("insurgencia cívico-militar" es el eufemismo utilizado). Pero no contento con esto, deslizó otra confidencia, tomada por este reportero de memoria y, por lo tanto, la cita no es textual: No comprendimos el cambio de actitud del "grande hombre", aunque le obedecimos cuando nos planteó la necesidad de sustituir la estrategia insurreccional por la democrática electoral. Y lo hicimos porque para nosotros la suya era santa palabra. Pero como para que quedaran dudas, durante su cátedra de historia de Venezuela, el historiador Maduro nos premió con otra perla de inigualable valor: "lo nuevo no nace en un jardín de rosas, lo nuevo nace del conflicto", ergo, del 4 de febrero.
Obvio, natural, perfectamente aceptable, ninguna novedad, reconoce con su silencio la dirigencia política, "¿acaso no lo sabíamos". Pues sí, casi todos lo sabemos de sobra, pero quizás se nos escapa cómo en el mismo discurso, durante el cual reivindicaba su desprecio por la democracia, apenas un instrumento para la toma de poder que se puede intercambiar como barajitas, anunció una ley de pacificación nacional, porque esta revolución (me perdonan la redundancia) es "pacífica", aun cuando el año pasado hayan asesinado a 25 mil venezolanos.
Escandalosas contradicciones ante la cual nos limitamos a bostezar a pesar de la señal unívoca de que algo se descompuso en la percepción nacional de la realidad. Y esto es así porque a pesar de las mentiras gruesas, del caradurismo (hemos reducido la miseria al 5%), de la corrupción desabrochada, de su conflicto interno (reconocido también por Maduro) el chavismo gana las elecciones. Y no digan que es por el fraude porque aquí un porcentaje decisivo de los electores vota por el gobierno, y si eso no fuera así ya Maduro no sería presidente.
El pueblo sí se equivoca y por eso, cuando más necesita una referencia, una guía, un cable que lo saque de las aguas empantanadas, se encuentra con una oposición política dedicada a destrozarse internamente. Pendientes de cobrarle, a quien debe ser su compañero, los reveses como si fuera su enemigo, cuando en realidad también tienen su cuota de responsabilidad, los grupos de oposición se ponen de espaldas a medio país. Y éste adormecido, reducido, como está, a la necesidad básica de sobrevivir, prefiere seguir equivocado.
Obvio, natural, perfectamente aceptable, ninguna novedad, reconoce con su silencio la dirigencia política, "¿acaso no lo sabíamos". Pues sí, casi todos lo sabemos de sobra, pero quizás se nos escapa cómo en el mismo discurso, durante el cual reivindicaba su desprecio por la democracia, apenas un instrumento para la toma de poder que se puede intercambiar como barajitas, anunció una ley de pacificación nacional, porque esta revolución (me perdonan la redundancia) es "pacífica", aun cuando el año pasado hayan asesinado a 25 mil venezolanos.
Escandalosas contradicciones ante la cual nos limitamos a bostezar a pesar de la señal unívoca de que algo se descompuso en la percepción nacional de la realidad. Y esto es así porque a pesar de las mentiras gruesas, del caradurismo (hemos reducido la miseria al 5%), de la corrupción desabrochada, de su conflicto interno (reconocido también por Maduro) el chavismo gana las elecciones. Y no digan que es por el fraude porque aquí un porcentaje decisivo de los electores vota por el gobierno, y si eso no fuera así ya Maduro no sería presidente.
El pueblo sí se equivoca y por eso, cuando más necesita una referencia, una guía, un cable que lo saque de las aguas empantanadas, se encuentra con una oposición política dedicada a destrozarse internamente. Pendientes de cobrarle, a quien debe ser su compañero, los reveses como si fuera su enemigo, cuando en realidad también tienen su cuota de responsabilidad, los grupos de oposición se ponen de espaldas a medio país. Y éste adormecido, reducido, como está, a la necesidad básica de sobrevivir, prefiere seguir equivocado.
No comments:
Post a Comment